‘Diagramando la modernidad’, el libro como una de las bellas artes
El diseño gráfico es quizá la faceta más libre del arte, la más arriesgada. Un volumen repasa los hitos admirables en Latinoamérica
Cuenta Harold Bloom que, para preparar una conferencia sobre Milton que debía dar en Harvard, se sentó durante una tormentosa noche a leer El paraíso perdido como si no lo hubiera leído nunca. Rechazó toda la bibliografía crítica que había en su casa: “Lo cual era virtuosamente imposible, pero lo intenté porque necesitaba la experiencia de releerlo tal y como lo había hecho 40 años antes. Mientras lo hacía, la familiaridad inicial del poema empezó a disiparse, y así ocurrió hasta el final. Me quedé perplejo, un tanto enajenado, ¿qué estaba leyendo?”. Para este controvertido preceptor de la literatura occidental, enfrentarse a la obra imperecedera e inmutable —los clásicos— requería solo extrañeza, nunca muletas ideológicas.
Esa “eternidad”, que para Baudelaire es solo la mitad de lo artístico, tiene una melliza, pues toda época también debe ser representada por los autores de su tiempo: la modernidad. El arte es eterno, pero la experiencia de los sujetos modernos en la ciudad se inscribe en esa perdurabilidad que la capta y la dota de sentido. Toda obra clásica debe estar dispuesta a dar batalla frente a sus precursores y rivales, parodiarlos como hicieron Cervantes o Frans Hals, también provocar preguntas sobre la “otra mitad”, lo alternativo.
Existen acontecimientos editoriales que encajan portentosamente dentro de ese contenedor de certezas del arte, porque al discutirlo lo completan. Son pródigas anatomías que permanecían escondidas, dispersas, susceptibles de ser recompuestas en un nuevo cuerpo, quién sabe si para ser releídas por primera vez en un futuro. Diagramando la modernidad. Libro y diseño gráfico en América Latina, 1920-1940, es una de ellas. Se trata de una historia del arte distinta, porque no pertenece propiamente a la pintura ni a la escultura, sino a la que nace del diseño gráfico de los libros, entendido como ilustración e ingenio tipográfico. No importa si es más modesta formalmente, porque es más libre, incluso más arriesgada y, además, descubre facetas de artistas olvidados o que ya conocíamos. La gráfica como laboratorio de vanguardia y modernidad. Si a eso sumamos la cantidad de mujeres que muy activamente intervinieron en aquellos diseños, el asunto se pone serio.
Que un libro pueda cambiar de piel, de formato, incluso de color y forma tipográfica, supone el transporte de lo clásico a la modernidad.
Ver o releer un libro puede provocar una experiencia diferente, como advierte Bloom. Que esa historia pueda cambiar de piel, de formato, incluso de color y forma tipográfica, supone el transporte de lo clásico a la modernidad. Los poemas de la Fata Morgana, de Breton, ilustrados por Wifredo Lam; las Feuilles de Route, de Blaise Cendrars, interpretados por Tarsila do Amaral; la cubierta de Norah Borges para los primeros poemas de su hermano en Fervor de Buenos Aires; las de Delaunay en Vicente Huidobro, o los cincos metros de poemas de Oquendo de Amat con la cubierta de Emilio Goyburu, son algunos ejemplos de libros que, ahora reunidos, nos parecen admirables.
Ediciones La Bahía (Archivo Lafuente) y la mexicana RM han armado un precioso rompecabezas, una bomba editorial, en verdad, que hasta ayer permanecía disperso y confuso en los anaqueles de colecciones públicas y de bibliófilo. Rodrigo Gutiérrez Viñuales y Riccardo Boglione son los autores de los principales ensayos de este volumen de más de 800 páginas (edición bilingüe inglés-español) y casi 1.400 imágenes. El editor gráfico es José María Lafuente, que fue poseedor de uno de los repositorios de gráfica de vanguardia más importantes del mundo, ahora en poder del Estado español, gran parte del cual ve la luz en este volumen. Aunque —de momento— en versión libro, Diagramando la modernidad sigue la estela de dos exposiciones que tuvieron lugar en la Fundación March entre 2011 y 2012, América fría. La abstracción geométrica en Latinoamérica, 1934-1973, y La vanguardia aplicada, 1890-1950.
Más modestos formalmente que los europeos, los diseños de América Latina se hacen fuertes en su relación y tramado por cada uno de los países del continente. También en su dinamismo transatlántico, conectados sobre todo con Francia y España, un capítulo del que se encarga Juan Manuel Bonet. Están los dibujos del mexicano Ángel Zárraga para el Profond aujourd’hui (1917), de Blaise Cendrars, o Amazonia (1943), de la surrealista brasileña Maria Martins, los diseños de Barradas y de Torres García (de quien Lafuente posee toda su producción gráfica). Los dos primeros exceden ligeramente el paréntesis temporal del volumen, lo que permite entender los procesos no solamente temporales de este gran puzle gráfico, sino reconstruir rutas y conexiones entre ciudades y artistas cuyas obras, de tiradas muy pequeñas, en algunos casos se hacían una a una a mano y se repartían entre amigos a uno y otro lado del continente.
La gráfica de Brasil, México, Argentina y Uruguay ya estaba suficientemente estudiada por los dos principales autores. La singularidad de Diagramando es que se ha puesto en contexto con Cuba, Bolivia, Ecuador, Caribe y Centroamérica, Chile, Venezuela, Perú y Colombia. Cada uno tiene su capítulo, a los que se añaden otros cuatro “transversales” —el dinamismo de las ciudades y sus rascacielos, el puerto, la crisis de los treinta, la guerra civil española y la europea—, técnicas —fotomontaje y xilografía de carácter social (en Cuba, Ecuador y Chile)—, el impacto del simbolismo, cubismo, futurismo, lo amazónico, el indigenismo, el muralismo y la vanguardista generación del estridentismo mexicano, con la revista Horizonte. Un capítulo que por sí solo merece un monográfico. En el futuro habrá que ver cuántas nuevas pinacotecas nos depara esa otra mitad.
Diagramando la modernidad
Ediciones La Bahía y Editorial RM, 2023
813 páginas. 50 euros
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