Poemas -y una novela- de Blaise Cendrars
Narrativa/Poesía. Blaise Cendrars -tras las brasas, las cenizas- es el seudónimo con el que su autor, el escritor suizo Frédéric Sauser Halle (1887-1961), que escribió en francés, pasó a la historia de la literatura después de una vida derrochada y aventurera, viajera y cosmopolita, repleta de una obra múltiple escrita a toda velocidad, que hunde sus raíces tanto en las primeras vanguardias como en los modernismos de su época, pero que tocó todos los géneros, novelas y cuentos, viajes, poesía y reportajes, y todo ello sin parar, acumulando sus obras completas en ocho gruesos volúmenes reunidos por las ediciones Dénoel a partir de 1960. La mayor parte de su obra es de carácter autobiográfico, tumultuosa y viajera. Una herida le dejó manco del brazo derecho en la Primera Guerra Mundial, en la que participó en la Legión Extranjera Francesa, lo que no dejó de marcar su vida y su literatura, como si prolongara una estirpe de escritores mancos (Cervantes, Valle-Inclán...) a la manera de los bardos ciegos (Homero, Milton, Borges) ya mítica en las letras universales.
Ron o la aventura de Jean Galmot
Blaise Cendrars
Traducción de Antonio Soriano
Barataria. Sevilla, 2008
158 páginas. 15 euros
Prosa del Transiberiano / El Formose
Blaise Cendrars
Traducción de David Villanueva Sanz
Demipage. Madrid, 2007
126 páginas. 12 euros
Blaise Cendrars hizo y escribió de todo. Fue novelista, narrador, poeta, autor de guiones de cine y crítico cinematográfico, colaborador de Abel Gance y articulista. Publicó casi un centenar de títulos, entre poemas (donde encontramos Prosa del Transiberiano y El Formose), bastante tempranos y que no se sabe muy bien si están escritos en verso o en prosa, pues su escritura es siempre vanguardista, apelotonada, que pronto daría lugar a su torrencial prosa, inspirada en su propia vida itinerante y aventurera, que no hacía otra cosa que seguir siempre adelante, sin detenerse, siguiendo todas las inspiraciones que le surgían sin parar.
Fijada su residencia en París, en 1919, obtenida ya su nacionalidad francesa -aunque siguió viajando sin parar-, conectó con las vanguardias de la época (Apollinaire, Cocteau, Picasso, Chagall, Modigliani, Braque y otros), empezó una deslumbrante carrera como narrador con una obra dispersa, con novelas inspiradas en sus exóticos viajes como Oro, Ron, Moravagine, El hombre fulminado, La mano cortada, El plan de la aguja, Las confesiones de Dan Yack, más experimentales, Bourlinguer (Trotamundeando en castellano), La urbanización del cielo, Antología negra, Historias verdaderas, Pequeños cuentos negros para los hijos de los blancos, Llévame al fin del mundo, y algunos títulos más, muchos de ellos ya traducidos entre nosotros, antes de fallecer en París en 1961. Escribió con sangre, más que tinta, fue muy respetado por los surrealistas, que le admiraron, pues es su directo referente, y su fama ha llegado así, intacta, hasta nosotros, pues fue un escritor experimental, vanguardista y rompedor, que escribió a borbotones, con las venas abiertas hasta el final, que bien merece una atenta relectura en estas dos muestras muy bien traducidas ahora entre nosotros. -
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