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‘Los intrusos’, el tedio de las rebeliones en bucle de Cuba

La crónica de Carlos Manuel Álvarez, que narra el encierro en La Habana en 2020 a favor de la liberación del rapero Denis Solís, es un buen libro sobre la enésima protesta sin consecuencias en la isla caribeña

Retrato del autor cubano Carlos Manuel Álvarez. Cortesía de Anagrama.
Retrato del autor cubano Carlos Manuel Álvarez. Cortesía de Anagrama.ÁNGEL SOTO
Karelia Vázquez

Una frase de este libro resume la fatiga que produce en 2023 seguir explicando Cuba. Cuenta el autor su encuentro con “un mexicano gringo” que, cómo no, quería hablar de Cuba. Era sábado y era de noche, Álvarez le dedica dos segundos. No soporta que la gente le venga a hablar del tema. La condescendencia de explicar su país a un cubano se conoce como cubasplaining y es una práctica frecuente en algunos círculos intelectuales. Y esta es la frase: “… es como si llevaran al mecánico su juguete recién comprado para que les expliquen cómo funciona. Si lo compraste [el mito, la utopía, la revolución], échalo a andar por tu cuenta, eso no tiene garantías (…)”.

Los intrusos es la crónica de un encierro. Carlos Manuel Álvarez fue el último en entrar a la casa de Damas 955 en San Isidro, un barrio pobre del centro de La Habana. Lo hizo el 23 de noviembre de 2020 en plena pandemia, procedente de Nueva York. Tres días después, con la excusa de sacarlo por una PCR dudosa que le habían hecho al entrar al país, la policía echó abajo la puerta y reventó el acuartelamiento pacífico donde Luis Manuel Otero Alcántara y otros artistas e intelectuales pedían la liberación del rapero Denis Solís. Dice el texto de contraportada de la edición de Anagrama que aquellos sucesos “parecen haber cambiado de modo irreversible el mapa político sentimental del país”. Ya me gustaría coincidir, pero si uno camina hoy por las calles de Cuba no encontrará señal alguna de ese presunto cambio “irreversible” por más que se quiera aferrar a tranquilizantes sesgos de confirmación.

Los cubanos son maestros en el arte de ponerse de perfil, sobrevivir y huir. Es todo lo que pueden hacer. Y la historia que cuenta Los intrusos lo confirma. Este libro es todo lo que queda de aquel encierro que, una vez más, ilusionó a quienes desean que algo cambie en aquella isla. Quedan este libro y los cientos de presos políticos que trajeron estos hechos y las posteriores protestas del 11 de julio.

Quien quiera entender Cuba no encontrará luz en estas crónicas. Quien quiera saber cómo se vive, se come, se bebe y se duerme con gente que no puede permitirse ninguno de esos imperativos vitales por estar en huelga de hambre y sed encontrará algunos hallazgos antropológicos útiles para la convivencia extrema. Los encierros son aburridos, las horas pasan lentas, el ambiente se enrarece. Y el escritor trufa esta letanía con los perfiles —Vida Breve los llama— de los 15 acuartelados. Gente muy diferente entre sí. Si algo tienen en común es que ya han sido descartados por el régimen. O porque han sido expulsados, como el propio Álvarez, a quien a los pocos meses se le negó la entrada a la isla, o porque están a punto de irse y al enemigo que huye… puente de plata; o lo peor, porque son negros, pobres y carecen de buenos contactos para aspirar a una salida digna en forma de beca de universidad extranjera, así que son los cuerpos que envejecerán en las cárceles cubanas si nada lo impide.

Granma, el diario oficial del Partido Comunista Cubano, es el primero en establecer estas jerarquías entre los disidentes. Lo cuenta el autor, la “neocontrarrevolución” son los “sujetos menos vulgares”. Ahí entran Álvarez y el resto de artistas y escritores blancos. La contrarrevolución sin prefijos son los negros y los marginales.

La fatiga que produce Cuba puede definirse por la sospecha de que en menos de cinco años volveremos a leer la historia, excelente, premiada y aplaudida, de otra rebelión legítima

Lo que se cuenta en Los intrusos es historia reciente de Cuba. La disolución de la protesta, rápida como un azucarillo en una taza de café, remite a aquella reflexión del personaje más cínico de la historia del cine cubano, el Sergio que creó Tomás Gutiérrez Alea en Memorias del subdesarrollo: “En el trópico todo madura y se descompone con facilidad. Nada persiste”. A un lector atento del tema cubano, si es que queda alguno, todo le sonará a déjà vu. No por los hechos en sí, sino porque nada parece ser suficiente para que Cuba se mueva. Álvarez es un buen cronista. Tiene mirada y no narra desde una torre de marfil, pero la materia de sus crónicas, la averiada realidad cubana, parece condenada a repetirse en bucle sin que haya ninguna consecuencia. La fatiga que produce Cuba puede definirse por la sospecha de que en menos de cinco años volveremos a leer la historia, excelente, premiada y aplaudida, de otra rebelión legítima —a estas alturas ya todas lo son— y, otra vez, no pasará absolutamente nada. Nota para los editores: Cuba: crónicas del aburrimiento podría ser un buen título.

Portada de 'Los intrusos', de Carlos Manuel Álvarez.

Los intrusos

Autor: Carlos Manuel Álvarez.


Editorial: Anagrama, 2023.


Formato: tapa blanda (272 páginas, 18,90 euros) y e-book (11,99 euros).

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.

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