Salman Rushdie: “Preferiría no vivir amenazado, pero no cambiaría absolutamente nada de lo que he escrito”
El escritor habla con un medio en español por primera vez desde que lo apuñalaron hace seis meses. Acaba de publicar ‘Ciudad Victoria’, el libro que había terminado poco antes de ser atacado
Salman Rushdie ha accedido a hablar con EL PAÍS con motivo de la publicación esta semana de Ciudad Victoria (Random House), crónica fabulosa del imperio vijayanagara, en el sur de la India, entre los siglos XIV y XVI. La conversación tiene lugar por Zoom. Cuando su rostro aparece en la pantalla, el aspecto es sombrío. Lleva gafas, uno de cuyos cristales es negro, a fin de ocultar la cuenca del ojo que perdió en el ataque. Tiene una cicatriz en un lado del rostro, apenas visible, y otra en la comisura izquierda del labio, que no afecta a su dicción. Su expresión es serena y su voz más apagada de lo habitual, aunque no ha perdido su delicado sentido del humor y ocasionalmente sonríe. Lleva una camiseta negra de manga corta. En las profundidades de la habitación desde la que habla se ven libros, una chimenea y una impresora perdida en la penumbra.
Hace justo seis meses estuvo en las puertas de la muerte. La mañana del 11 de agosto, momentos antes de que Salman Rushdie (Bombay, 75 años) se dirigiera a un público de más de un millar de personas congregadas en un centro cultural ubicado en la localidad de Chautauqua, en el suroeste del Estado de Nueva York, a orillas de un lago idílico, un fanático religioso de 24 años que responde al nombre de Hadi Matar se subió al escenario y le asestó 15 puñaladas. El presentador del acto, Henry Reese, se lanzó inmediatamente sobre el agresor, siendo a su vez acuchillado, aunque logró salvar la vida de Rushdie. Un agente de la policía neutralizó al atacante, esposándolo, y cuatro médicos que se encontraban entre el público lograron controlar la profusa pérdida de sangre en tanto llegaba más ayuda.
Mientras, el escritor, consciente, pero sin comprender lo que ocurría, se quejaba a gritos del terrible dolor que le causaban las heridas. Todo sucedió en cuestión de minutos. Los servicios de emergencia atendieron inmediatamente a Rushdie y un helicóptero lo trasladó a un centro médico en Erie, Pensilvania, donde los médicos lograron salvar su vida. Su quinta esposa, la poeta y novelista Rachel Griffiths, se trasladó inmediatamente junto a él. Siguieron unos días agónicos durante los que se temió por su vida, pero al cabo de mes y medio el escritor recibió el alta y pudo regresar a su domicilio, donde se recupera lentamente, mientras sigue recibiendo continua atención médica.
PREGUNTA. ¿Cómo se siente física y psicológicamente seis meses después del ataque?
RESPUESTA. No estoy totalmente recuperado. Me canso mucho, pero estoy curándome y psicológicamente me siento mejor. Todavía no he conseguido salir del túnel, pero lo haré.
P. ¿Escribe?
R. Muy poco, pero se me empiezan a ocurrir ideas. Espero que mi cerebro encuentre la manera de recuperar el hábito mental necesario para escribir, aunque eso no ha sucedido todavía.
P. ¿Duerme bien? ¿Tiene pesadillas?
R. Al principio tuve muchas, pero ahora ya no tantas.
Estoy emocionado con la acogida a ‘Ciudad Victoria’, pero no quiero que se juzgue la novela por el ataque que padecí, sino por sus méritos literarios”
P. ¿Es cierto que días antes del atentado soñó que alguien le atacaba con un objeto punzante?
R. Sí, es cierto.
P. ¿Cree en el poder de los sueños?
R. En sentido literal, no. Fue una coincidencia muy extraña. No se parecía a lo que pasó. Alguien me atacaba con una especie de lanza.
P. Ha habido un desbordamiento de afecto y simpatía hacia usted después del ataque. ¿Fue distinto a cuando fue condenado a muerte por los ayatolás?
R. Entonces hubo cierta división de opiniones en la prensa, mientras que ahora la reacción de apoyo ha sido unánime, supongo que porque de hecho estuve a punto de morir.
P. Usted siempre ha sido un campeón de la libertad de expresión, con un papel protagonista en proyectos como el Festival Voces del Mundo, del PEN o Cities of Asylum. Los escritores siguen amenazados.
R. Tristemente, así es. Por mi trabajo con el PEN y otras organizaciones sé que hay muchos escritores en distintas partes del mundo que corren peligro y necesitan protección.
P. ¿Qué es Cities of Asylum?
R. Una organización destinada a ofrecer refugio y protección a escritores de todo el mundo que lo necesitan. Hoy responde a las siglas de ICORN (International Cities of Refuge Network). La sede central está en Noruega. Me siento orgulloso de haber sido uno de los promotores.
P. Precisamente el día del ataque la persona que lo presentó, Henry Reese, era un representante de la organización.
R. De hecho, el evento no era sobre mí. Era un acto de apoyo a Cities of Asylum. Lo irónico es que una jornada cuya finalidad era apoyar a escritores amenazados fuera el escenario del ataque a un escritor.
P. ¿Se arrepiente de algo de lo que ha escrito? ¿Si pudiera dar marcha atrás cambiaría algo?
R. Preferiría no vivir bajo esta amenaza, pero no cambiaría absolutamente nada. En cierto modo, la pregunta sobra, porque desde que se proclamó la fetua por haber escrito Los versos satánicos, que fue mi quinto libro, he publicado 16 más, y estoy orgulloso de ello. No me arrepiento de nada.
P. ¿En qué contexto surgieron Los versos satánicos?
R. Lo siento, pero no quiero hablar de eso.
Como dijo Woody Allen, no me alegra saber que viviré en mi obra después de muerto. Preferiría seguir viviendo en mi casa”
P. ¿Cuál diría que es la línea que atraviesa todos sus libros?
R. Mi vida. Mis libros son un reflejo de los distintos estados de conciencia por los que he pasado en diversos momentos de mi vida. Con el tiempo, las ideas y la relación con las cosas cambian. También físicamente. Me he trasladado de país en dos ocasiones, primero de la India a Inglaterra y después a Estados Unidos. Esa circunstancia ha dado forma a mis libros, que constituyen una autobiografía mejor que si hubiera escrito literalmente una. Mis obras son la autobiografía de mi imaginación.
P. Hay otra línea que atraviesa todos sus libros y es su manera de tratar la fantasía. ¿Cómo caracterizaría lo que hace en ese sentido?
R. Si me fijo en la tradición occidental me siento próximo a lo que hacían Bulgákov o Kafka, y también a los fabulistas norteamericanos de los setenta, como Pynchon, que me influyó mucho siendo joven.
P. Su obra es única en el sentido de que es una amalgama de tradiciones tan diversas como la oriental de Las mil y una noches, el Ramayana o el Panchatantra, la mitología griega y algunos de los nombres mayores del canon occidental, como Conrad y Chéjov, cuyos nombres de pila usó para titular sus memorias, Joseph Anton. A ello habría que añadir un largo etcétera, empezando por Kafka, Mann, Joyce, Calvino…
R. Y la tradición de la novela india, que es relativamente joven, 150 años. En Ciudad Victoria conformo un espacio ficcional siguiendo los pasos de R. K. Narayan, que creó la ciudad imaginaria de Malgudi. La ciudad de mi novela es Vijayanagara. Son espacios imaginarios como los de García Márquez o Faulkner, pero más reales que los que tienen existencia geográfica.
P. ¿Cómo fue el proceso de escritura?
R. Tardé casi tres años en escribirla. Me pasé mucho tiempo documentándome, leyendo sobre el periodo, la historia de un imperio que duró 250 años. Logré arrancar cuando se me apareció la protagonista, Pampa Kampana, y me dijo: “Yo viviré 250 años y contaré tu historia”.
P. ¿Qué quiere decir con eso de que se le apareció? ¿Qué pasó exactamente?
R. No tenía ni la menor idea de que iba a estar en el libro y un buen día, estaba ahí, delante de mí. Me levanté y miré la misma pantalla que estoy mirando ahora mientras hablo con usted y la vi como lo estoy viendo a usted. Y entonces le pregunté: ¿quién eres? Y me lo dijo. Esencialmente me vino a decir: “Presta atención y te contaré la historia”. Y presté atención.
P. La expectación ante la salida del libro ha sido enorme.
R. Estoy emocionado. Este libro es para mí más importante que otros porque sale después del ataque que padecí, pero no quiero que se juzgue por eso, sino por los méritos literarios que pueda tener.
P. La novela se plantea como una meditación acerca del papel de la ficción y el poder de la palabra.
R. Sí. El título es una traducción de Vijayanagara, la Ciudad de la Victoria, pero la novela es una ciudad de palabras y quienes salen victoriosas son las palabras, lo cual es una manera de decir que es el lenguaje quien crea el mundo. Al principio del libro la protagonista dice que es la autora de un texto imaginario que enterrará como un mensaje para el futuro y que no se leerá hasta que pasen 450 años, es decir, ahora. El lenguaje recrea la ciudad a través de las palabras de la protagonista. Lo que yo quería dar a entender es que el arte del lenguaje puede crear el mundo, literalmente.
P. La protagonista es una mujer que vive 248 años durante los cuales es testigo de innumerables cambios históricos. Es inevitable pensar en Orlando, de Virginia Woolf.
R. Lo maravilloso de la literatura es que nunca se hace nada por primera vez. Todo ha sido hecho antes. Admiro profundamente a Virginia Woolf. Su mejor novela para mí es La señora Dalloway, que releo constantemente. Orlando es un texto extraordinario que sin duda tenía en la cabeza y de algún modo influyó en la gestación de la novela.
P. Otro influjo evidente es Calvino.
R. Por supuesto. Hay un fragmento que es un pastiche deliberado de Las ciudades invisibles, en el que dos personajes describen sendas ciudades imaginarias que llevan sus respectivos nombres, y que yo añado al catálogo inventado por Calvino a modo de homenaje. Tuve la suerte de conocer a Calvino siendo yo muy joven y siempre me alentó. De hecho, cuando Hijos de la medianoche se publicó en italiano, él escribió una reseña muy extensa. Lo traté con cierta frecuencia hasta que murió. También tuve la suerte de conocer a E. M. Forster cuando estudié en Cambridge. Era un hombre entrañable y accesible.
Mis libros son la autobiografía de mi imaginación”
P. Durante la pandemia escribió una obra de teatro sobre Helena de Troya.
R. Siempre me ha interesado mucho la tragedia griega, y la figura de Helena de Troya me intrigaba porque todo el mundo sabe quién es, pero en realidad es un vacío. Nadie la ha tratado como un personaje con entidad propia, de modo que decidí llenar el vacío. Se estrenará en Londres a principios del año que viene. Para complicar las cosas más, la escribí en verso. No soy poeta. A lo largo de toda mi vida solo he publicado un poema, pero mi obra sobre Helena de Troya son 90 páginas de pentámetros yámbicos.
P. ¿Cree que escribirá sobre el ataque como hizo con los peores años de la fetua en Joseph Anton?
R. Tal vez sí, lo estoy pensando. No como en Joseph Anton, porque ese libro recorre más de una década de mi vida. Es el más largo que he escrito. Este sería diferente. Esto es algo que pasó y si escribo sobre ello sería para entender qué significa una cosa así para mí como ser humano. ¿Hay cuestiones de más envergadura detrás de un acto que casi me costó la vida, asuntos que tienen repercusión más allá de mí como individuo? No tengo respuesta para esas preguntas.
P. Usted ha sido siempre una persona extraordinariamente vital y optimista. ¿Afronta el futuro con esperanza?
R. He tenido mucha suerte de haber salido con vida. Su pregunta me hace pensar en algo que dijo Woody Allen cuando le preguntaron si le alegraba saber que seguiría viviendo en sus películas después de morir, a lo que respondió que preferiría seguir viviendo en su casa [risas].
P. Volviendo al principio de la entrevista, ¿ha podido escribir algo?
R. Desde hace seis meses no he escrito una sola página que valga la pena.
Tres títulos imprescindibles más allá de Los versos satánicos
El atentado de agosto despertó, además de la indignación universal, una oleada de simpatía hacia Rushdie, con actos de adhesión en todo el mundo, el más significativo de ellos celebrado en las puertas de la Biblioteca Pública de Nueva York, la ciudad que el escritor adoptó para vivir cuando creyó que había caído en relativo olvido la condena a muerte dictada contra él por la publicación en 1988 de Los versos satánicos, novela que las autoridades eclesiásticas de Irán consideraron blasfema contra el islam. Se equivocó. Hace seis meses, un radical estadounidense de padres libaneses creyó que era su obligación llevar a cabo la condena. Tras pasar la noche a la intemperie, compró una entrada para asistir al acto protagonizado por Rushdie y lo apuñaló. Más allá de Los versos satánicos, su autor es uno de los grandes de la literatura viva en inglés. En su obra, a la que acaba de sumarse Ciudad Victoria, destacan los tres libros siguientes:
Hijos de la medianoche (1981). La mejor novela de Rushdie, un logro narrativo que fusiona con imperceptible fluidez las tradiciones novelísticas de Oriente y Occidente.
Harún y el mar de las historias (1990). Colección de relatos inspirados en la fabulística india que escribió para su hijo de 10 años.
Joseph Anton (2012). Su narración de los años que vivió oculto en Londres, protegido por el servicio secreto de Scotland Yard, es una lección de literatura y un fascinante retrato de su vida.
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