‘Chicas e instituciones’, realismo mágico ruso
Daria Serenko narra con gran talento para mudar sensaciones en imágenes la lamentable existencia de las funcionarias de la Administración de Putin
Es muy probable que la singular Amélie Nothomb jamás imaginara que iba a ser una influencia tan dominante en un tipo de narración que combina la ligereza, lo estrafalario, el absurdo y la denuncia, un poderoso tónico para las ventas. Lo es en Chicas e instituciones, versión rusa de la aclamada Estupor y temblores, aunque en esta primera novela de Daria Serenko (Jabárovsk, 1993), la protagonista no es una joven que inicia su vida laboral en una empresa cualquiera de un país extremo, sino un único cuerpo colectivo, las funcionarias de la Administración rusa, que vegetan encogidas en sus despachos detrás de enormes pantallas sin que les toque ni una brisa fresca, envejeciendo brutalmente antes de hora. Explotadas, toqueteadas y humilladas por el aparato estatal, reciben sueldos miserables y comparten la misma idea del tedio con la que se contaminan entre ellas, aunque no sepan qué es lo que realmente les fastidia o aburre pues peregrinamente deambulan fuera de lugar, quebradas (“es posible que aún odiara a las mujeres, además de sentirme atraída por ellas, o tal vez en aquellos días bajo la mesa solo faltaba mi mitad”) o multiplicadas (“éramos multibrazos y multipiernas”), desperdiciadas o definitivamente finiquitadas (“pensaron que se había quedado dormida en su butaca y no quisieron molestarla. La muerte no la desfiguró demasiado, tumbada en la sala del crematorio, casi parecía estar viva”).
El único paso más allá que dan en su cabeza es preguntarse qué será de su futuro cuando decidan ser madres
El quehacer cotidiano de estas sombras silenciosas y diligentes que “convierten la mierda en oro” es un puchero alienante: vigilan que cuadren todos los presupuestos mientras se sienten —o imaginan— que son vigiladas en sus despachos por una cámara conectada directamente con los del Kremlin. Preparan las exposiciones y falsifican las estadísticas de asistencia, se comen el marrón si algo sale mal, sangran todo el tiempo, a borbotones, en el sentido literal, por la nariz, un dedo cortado con una nómina, menstrúan, van a llorar al baño…, la sangre derramada convierte sus puestos de trabajo en campos de batalla invisibles (“o la sangre que su patria les chupa, poco a poco)”. Una existencia lamentable. El único paso más allá que dan en su cabeza es preguntarse qué será de su futuro cuando decidan ser madres.
Durante unos cuantos años, Daria Serenko fue una de las “chicas” de los organismos culturales moscovitas, en bibliotecas y galerías de arte, de donde fue despedida por su activismo político. Podrían ser instituciones memorables, pero a ojos de aquellas funcionarias desapegadas, sin un mínimo estímulo ni libertad ilusoria, se convierten en mazmorras tenebrosas que la mayoría aceptaba como una triste condición de supervivencia. Todo esto nos lo cuenta en tan solo un centenar de páginas con una sorprendente capacidad para mudar sensaciones y sentimientos en imágenes. Realismo mágico ruso, como lo era el nipón de Nothomb, y muy humorístico, una vez uno aprende a destilarlo.
Desde adolescente, Serenko lucha sin tregua contra la cultura oficial rusa de Putin. Puso en marcha los llamados “piquetes silenciosos” de una sola persona (los únicos permitidos por la policía) en las calles y el metro, con pequeñas pancartas con poemas de autores rusos o declaraciones políticas o reflexiones feministas y en defensa de las comunidades LGTBI, y ofrece asesoramiento psicológico a las víctimas de la violencia y las guerras. Ha sido encarcelada “por difundir simbología extremista” y desde hace unos meses vive exiliada en Georgia. Solo tiene una vocación, el activismo, y este libro es uno de sus diversos pronunciamientos, donde solo su ímpetu poético cumple la función de sanar cualquier pesimismo.
Chicas e instituciones
Autora: Daria Serenko.
Traducción: Alexandra Rybalko.
Editorial: Errata Naturae, 2023.
Formato: tapa blanda (112 páginas, 14 euros).
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