‘Punta Albatros’, oído de novelista

La primera novela de Margarita Leoz presenta la madurez de la escritora consagrada en un texto que destaca por la sobriedad humana de lo que narra

Nubes sobre algunas casas en la costa del Loira Atlántico, en Francia, en una puesta de sol de verano en julio.Dennis van de Water (Getty Images/iStockphoto)

J. Ernesto Ayala-Dip

13 ago 2022 - 05:30CEST

Hace unos tres años, leí por primera vez a la escritora Margarita Leoz. Fue con su libro de cuentos Flores fuera de estación, un conjunto de relatos de gran factura narrativa. Ahora regresa la escritora navarra con su primera novela, Punta Albatros. Cambio de tercio narrativo que da la impresión de que a la autora no le supuso ningún problema. Riesgo sí, claro, dado que venía de las piezas cortas, aunque había muestras concluyentes de que podía arriesgarse al formato extenso. En algunos logradísimos relatos de Flores fuera de estación, Margarita Leoz mostraba ya bastante familiaridad con la tensión demorada que la frase expone en una novela.

La primera novela (no olvidarlo) de Margarita Leoz presenta la madurez de la novelista consagrada. Está contada desde una primera voz narradora, que nunca suena confesional, aunque tampoco neutral. Esa voz está entre lo que relata que le pasó con su mujer, los días de pobreza inesperada, lo que fue a hacer a un pueblo costero remoto como médico en una residencia de ancianos. En ese lugar, como muchos de los que miran al océano Atlántico, nuestro médico ejercita una memoria sentimental, donde se cuelan una pareja de amigos, casi inevitables para que refuercen la paz conyugal y paz consigo mismo, se cuela una amante que tal vez nunca debió estar (o sí), se hace preguntas sobre su matrimonio, sobre sus antiguos amigos, sobre el deseo. Y se mezcla en la vida de sus pacientes no sólo como profesional, sino también como testigo comprometido con sus dolencias físicas, familiares y morales.

Esta novela contrasta la vida en una ciudad y la vida en un espacio abierto a los vientos, las olas y al horizonte lejano, tras el océano. No los opone, porque se complementan en la memoria del narrador. Que Margarita Leoz haya alcanzado tal nivel novelístico, estriba a mi parecer en la sobriedad humana de lo que narra, de lo demasiado humano y necesario que suena todo lo que leemos en sus páginas. Punta Albatros le pudo suceder a alguien de nosotros y se lo podríamos haber contado a Leoz. Y ella lo hubiera anotado tal cual, con su afinadísimo y excelente oído de novelista.