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En los sesenta, todo se vendía con fotos

Una exposición indaga en poder de la fotografía en la esfera pública a través de los libros, las publicaciones de prensa y la música a lo largo de una de las décadas más cargadas de simbología del pasado siglo XX

Portada de disco de Caetano Veloso / Philips, Brasil, 1968 / Diseño: Rogerio Duarte / Foto: David Drew Zingg.
Portada de disco de Caetano Veloso / Philips, Brasil, 1968 / Diseño: Rogerio Duarte / Foto: David Drew Zingg.

Hay quien afirma que la década de los sesenta comienza el día en que la editorial británica Penguin salió absuelta de los cargos de pornografía por la publicación de El amante de Lady Chatterley. Ocurrió en noviembre de 1960, y los más de tres millones de ejemplares que se vendieron en los dos años siguientes reflejan el poder de una industria cultural donde la fotografía va a desempeñar un papel fundamental. Para otros, la llave de aquella edad de oro de la cultura mediática se encuentra el día en que asesinaron al presidente Kennedy, cuando su viuda, Jacqueline Kennedy, conocedora del poder de las imágenes, se negó a quitarse la ropa salpicada de sangre. Lo que no sale en la foto no existe. La explosión de lo fotográfico había alcanzado su cumbre y el poder de la imagen resonaba en las páginas de las múltiples revistas y periódicos, así como en la multitud de fotolibros publicados, en el diseño de las cubiertas de los discos, y en los distintos formatos publicitarios, reafirmando su valor documental e informativo.

“Existía una extraordinaria profesionalidad de la fotografía”, destaca Horacio Fernández, comisario de Fotografía Pública. Los años 60, exposición que se presenta en el espacio CentroCentro, dentro de la Sección Oficial de PHotoEspaña. A través de las poderosas imágenes reproducidas tal y como se presentaban en las de dobles páginas de las revistas de los periódicos, de los explícitos fotolibros que llegaban de Japón (“la mejor fotografía de esos días habla japonés”, apostilla el comisario), y de las carátulas de los elepés, el espectador se sumerge de inmediato en el tumultuoso y rebelde escenario de una de las décadas más cargadas de simbología del pasado siglo XX. En el devenir de una época a la que dieron forma la mirada de grandes maestros de la fotografía como Richard Avedon, Diane Arbus, David Bailey, Ed van der Elsken, Danny Lyon y Shomei Tomatsu, entre otros muchos.

“Había fotógrafos especializados en todos los campos demandados”, señala el comisario. " Y, si bien Marshall McLuhan se refería a los medios de comunicación como una extensión del cuerpo, a esto se sumaba la mejor extensión del ojo, el medio fotográfico, para llegar muy lejos. En los sesenta todo se vende con fotografías. Las portadas de los discos no solo eran música: eran imágenes, que conseguían que se extendieran las modas y las ideas recorrieran el mundo. Todo lo que sucedía se podía encontrar en el almacén inagotable de las fotos impresas. Mercancía y experiencias, arte y literatura, ideas y noticias. En los sesenta sigue siendo verdad que una noticia es inseparable de su imagen fotográfica”. Pero todas aquellas revistas ilustradas, que habían comenzado a florecer en los años veinte, comenzarían a notar su decadencia al final de la década. “La televisión empieza a ganar poder y los profesionales de la mirada empiezan a experimentar un descenso que no tiene solución; el declive de una profesión que había vivido sus días de gloria sin que nadie se diera cuenta”, advierte el historiador. “En cierta medida, la fotografía ha vuelto a la casilla de salida y es, de nuevo, privada, tanto en la comunicación como en la temática. Publicar una foto en las redes se parece bastante al mensaje de socorro de la botella del naufrago”.

La exposición se presenta como una continuación de la muestra Fotografía publica. 1919-1939. Comisariada por Fernández en 1999 en el Reina Sofía, iba acompañada de un catálogo que es hoy un libro de referencia dentro de la historia del medio fotográfico. Clément Cheroux, curador jefe de fotografía en el MoMA, se ha referido a él recientemente, como “una revelación” que confirma “que la fotografía no es solo una imagen, sino también un objeto cuya circulación debe ser examinada”. El lugar de la fotografía está tanto en la pared como en la página impresa. Algo que resultó difícil de digerir para el mercado del arte, la academia y los museos, y, sin embargo, resultaba más evidente para el público, y sobre todo para los fotógrafos, que vieron en el fotolibro una pieza principal dentro de su trayectoria, vaticinando un auge que estaba por llegar. “Las ideas que la exposición puso en circulación formaban parte de un estado de cosas relativamente general”, explica el comisario. “La crisis de la profesión fotográfica se vuelve enorme, de tal manera que resulta muy difícil la relación con el publico. Así, el fotolibro se vuelve imprescindible. El gran auge que experimentamos en España surge en 2010, y se debe a una generación excelente de fotógrafos que consigue concitar el interés del publico gracias a sus publicaciones. Ramón Masats, por ejemplo y tantos otros fotógrafos espléndidos, no tuvieron que empezar haciendo fotolibros, porque había trabajo en las revistas y en los periódicos”.

Pero volvamos al escenario de los sesenta que nos plantea la exposición, un recorrido que empieza en las calles. En las gélidas aceras de Moscú, donde William Klein acerca su cámara a los rostros de los niños, y en el Valparaíso de Sergio Larraín, donde lo cotidiano se transforma en un acto poético en las páginas de la revista suiza Du. Francisco Ontañón inmortaliza a una pareja que pasea por el árido extrarradio de Madrid, donde los bloques de edificios se multiplican, dando forma al llamado milagro económico que cobijó los sueños de la clase media española. “España era entonces un país periférico donde se practicaba la censura”, apunta Fernández, de ahí que la presencia de fotógrafos españoles sea reducida en la muestra. Encontraremos obra de Ramón Masats, de Paco Gómez, del publicista y fotógrafo Acosta Moro y los fotomontajes de Josep Renau. “Bien es verdad que la Gaceta Ilustrada publicaba de forma sistemática obra de Masats o que en Triunfo podíamos encontrar el mayo del 68 bajo la mirada de Xavier Miserachs, y había una cierta variedad de fotografía, pero en general, éramos un país muy cerrado. Quizás la aportación más destacable de la España en esos años es la colección Palabra e imagen, de la editorial Lumen, una pieza importante en la relación entre fotografía y literatura”, añade el comisario.

En los sesenta, también hay lugar para los olvidados de los lugares inexplorados, como muestra el poderoso primer plano de un niño indígena de la Amazonía del Perú, fotografiado por Thomas Hopker, que compone la cubierta del libro Yatun papa. “Los editores aún tienen la libertad de difundir aquello en lo que creen, a veces pagando un alto precio”, resalta Fernández. Aquella década resultaría en una época de cambio y de grandes conflictos documentados por comprometidos observadores como el fotógrafo de raza negra Ernest Cole, quien fotografió el régimen del apartheid desde el punto de vista de los oprimidos. Una obra de una pureza aplastante que logró sacar de extranjis de su país, Sudáfrica, donde a continuación le fue prohibida la entrada. Aquella hazaña tuvo como resultado House of Bondage, uno de los grandes hitos del fotoperiodismo. La Guerra Fría, la revolución cubana, el Che, la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos o la guerra del Vietnam ocupan a diario los titulares de la prensa. Así, con frecuencia, Don Mc Cullin conseguía amargar el desayuno a los lectores de clase media de The Sunday Times con unas imágenes cargadas de humanismo que revelaban la barbarie de la guerra, el hambre y el sufrimiento de los más débiles. Su libro The Destruction Businness hizo historia. “En cierto modo, Estados Unidos perderá la guerra del Vietnam en las páginas ilustradas de las revistas”, apostilla Fernández.

Cubierta de 'Nada Personal' / Foto: Richard Avedon / Texto: James Baldwin / Diseño: Marvin Israel / Barcelona, Lumen, 1964.
Cubierta de 'Nada Personal' / Foto: Richard Avedon / Texto: James Baldwin / Diseño: Marvin Israel / Barcelona, Lumen, 1964.

Pero no todo eran llantos. La juventud que había crecido entre los escombros de la Segunda Guerra Mundial se rebelaba frente a sus padres. Antes morir que ser adulto. Montan fanzines, happenings, y editan libros. La cultura Beat aúna la música, la literatura y una actividad sexual a contracorriente, y las revistas culturales van llenándose de cuerpos desnudos. Su onda expansiva se extiende por todo el planeta en festivales, carteles y publicaciones que hablan del nudismo, de drogas, proliferan los clubes moteros y las asambleas universitarias. Pronto llegarán los hippies y las comunas, también las reivindicaciones feministas. “Es un mundo para jóvenes, pero no resulta ajeno a la reflexión: múltiples sociólogos y activistas sugieren que no todo es postureo. Mientras sus detractores los tildan de vagos, ellos se lanzan a crear alternativas al sistema que rechazan”, destaca el comisario. “En otras épocas la gente quería ser algo, o tener poco, o mucho, pero en esta época lo que quiere la gente es parecer, y para parecer la imagen es muy útil. En ese sentido, los sesenta no resultan muy distintos de la época actual”.

No podríamos pasar por alto el apartado dedicado a París y a Praga. “París nos ha dejado más eslóganes que imágenes memorables, en cambio, en Praga se reclama una libertad perdida cuyos estertores resuenan aún en Kiev”, resalta Fernández. “En retrospectiva, parece como si unos se jugaran la reputación y los otros la vida”. Sobresalen las obras de Josef Koudelka, cuya excepcional fuerza marcará un antes y un después en el fotoperiodismo.

“Si recuerdas algo de los sesenta es probablemente porque no los viviste”, reza un dicho que resume bien las contradicciones y consecuencias de una época cuya poderosa herencia aún resuena en nuestras vidas. Y ello se debe en gran medida a la profesión fotográfica, una práctica que ha cambiado mucho, a la que esta exposición rinde homenaje. “Hoy en día hay más fotógrafos que nunca y circulan más fotografías que en ningún otro momento. Disponemos de internet, donde las audiencias pueden ser inmensas, pero casi toda la fotografía que se reproduce no la ve nadie”, advierte Fernández. “Internet no ofrece la materialidad de las imágenes de los sesenta. Las imágenes de ahora son efímeras, duran minutos, mientras que la fotografía de aquella época, como demuestra la exposición, tiene una larga vida. Hoy siguen siendo perfectamente valiosas”.

Fotografía pública. Los años 60′. CentroCentro. Madrid. Hasta el 2 de octubre.

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