Guardias civiles y terroristas durante la Transición: la humanidad del testimonio
‘Por un túnel de silencio’ es una honda investigación centrada en la guerra entre la guardia civil y ETA en Gernika durante la agonía del franquismo
A medida que avanzaba en la lectura de Por un túnel de silencio, no podía dejar de pensar si Arturo Muñoz (Granada, 1986) acabaría tomando partido o no. Y, por suerte, no exactamente. Esta honda investigación, cuyo núcleo argumental es la guerra en Gernika entre la guardia civil y ETA durante la agonía del franquismo, camina por el peligroso alambre de la mejor literatura moral, es decir, no prejuzga, sino que pugna con los prejuicios del autor y del lector para acabar instalándonos en un territorio que no es éticamente ambiguo, sino que está ocupado por la autenticidad del testimonio. Basta de filosofía barata.
El protagonista de esta excelente no ficción, tan incómoda como emocionante, es Paco Trashorras, Patxi, un guardia civil que formó parte del Servicio de Información dirigido por el capitán torturador Manuel Hidalgo del cuartel de Gernika-Lumo. El autor, que se presenta como hijo de un escritor que creció pensando que su padre podía estar en el blanco de los terroristas —él no lo dice, es Antonio Muñoz Molina—, lo conoce a través de un amigo, Mario, el hijo de ese guardia civil que en teoría detuvo a Henri Parot. Empieza a entrevistarlo. Durante los meses de conversaciones, en Granada o en un viaje al País Vasco, la pregunta latente es si Patxi torturó o no, mató o no. Nunca responde lo que espera.
La lupa que mira al hombre concreto imposibilita contemplar el bosque de la historia. ¿Cuál es la mejor perspectiva? Trashorras era un hijo de la pobreza del sur que, como su padre, decidió ganarse la vida haciéndose guardia civil. Naturalmente trabajaba para el aparato represivo de la dictadura, pero cuando en 1971 y con veintipocos años llega a Bermeo con dos maletones es un chaval sin muchas convicciones, ni franquista ni antifranquista, y que sabe que le tocará vivir en un cuartel rematadamente pobre. ¿Qué es lo relevante? A pesar de las condiciones de vida lamentables, a pesar de trabajar con unos medios precarios, intenta integrarse en la comunidad, con los marineros o en los caseríos, y hacer bien su trabajo para tener una vida.
Pero ese horizonte empieza a ensombrecerse porque ETA actúa, mata y la integración de él y su mujer en Gernika empieza a resquebrajarse. Acumula información, matan a un compañero. “Allí lo importante no era Franco, ni España. Lo importante éramos nosotros. Salir de allí con vida. Honrar a un compañero caído. Proteger a nuestras familias”. Así lo recuerda el protagonista al rememorar de viva voz un tiempo de excepción en el que se sucedieron detenciones, atentados, torturas. A lo largo del libro, mientras habla con él, el narrador piensa la vida de su interlocutor como actor de la dimensión más oscura de la historia. “Fue o no fue testigo de alguno de los múltiples episodios de abusos que se denunciaron en el cuartel donde vivía. Qué vio, qué escuchó, qué pensó, qué hizo”. Hasta que la fuerza de los testimonios cruzados, donde la humanidad concreta se escinde de la historia al reencontrarse víctimas y victimarios, altera su perspectiva. “Que no hacía falta que Paco fuera una víctima para escribir sobre él, pero que además lo era”.
Este es un libro sobre víctimas, vidas truncadas y la lucha cotidiana por sobrevivir a un pasado traumático. No propone un relato de parte, sino que da voz a guardias a quienes podían haber asesinado y a terroristas torturados, a militantes antifranquistas o a la mujer que limpiaba el cuartel por cuatro perras y se la jugaba dando bocadillos a chavales fanatizados que tenían el cuerpo destrozado. Por un túnel de silencio es un libro honesto porque nos obliga a reconocer que ni tú ni yo sabemos qué habríamos hecho entonces.
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