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‘La vida toda’, el periodismo y la luz del mundo

Las crónicas antologadas por la periodista mexicana Alma Guillermoprieto son un puñado de grandes piezas de la más reciente literatura de no ficción escrita en Estados Unidos

La vida toda
Campamento gigante en el desierto donde se celebra el festival Burning Man, en Black Rock City, Nevada, el 5 de septiembre de 2019.EMILY BADGER / New York Times / ContactoPhoto (EMILY BADGER / New York Times / ContactoPhoto)
Juan Luis Cebrián

“Como si apagaran la luz del mundo”. Es lo que sintió Alma Guillermoprieto cuando le comunicaron el asesinato de su amigo el periodista Javier Valdez. Ella acababa de recibir el Premio Ortega y Gasset de Periodismo 2017. Fernando Savater pronunció la lección magistral del acto, que se podría resumir así: “En un mundo en el que todos mienten, quien dice la verdad es un liberador”. En no pocas ocasiones el precio que pagan los reporteros por semejante osadía es la muerte. Así lo recordó la premiada, que, galardonada un año después con el Princesa de Asturias, rindió homenaje a los 45 periodistas asesinados en 2018. No mejoran ahora las estadísticas. En lo que va de año, sumando las víctimas de la guerra, ya son una quincena, de los cuales ocho en México, país natal de Alma.

Novelista, reportera, corresponsal, editorialista, ella es una gran referencia del periodismo hispano, que practicó paradójicamente en la prensa angloparlante. Ahora nos sorprende con un volumen de crónicas y ensayos que no llevan su firma, sino la de varios colegas suyos, casi desconocidos por el gran público. Estamos ante una antología del nuevo periodismo americano del siglo XXI, cuyo contenido busca “temas que produzcan asombro en los lectores”. Me acerqué a comprobar este empeño con cierto escepticismo, pero acabé vencido por la evidencia: se trata de un puñado de hermosas piezas de la literatura de no ficción. Una mezcla de periodismo investigativo y debate cultural en la que se cuentan verdades descarnadas sin renunciar a la belleza del estilo. La firman autores sobre los que apenas teníamos noticia, que escriben de manera diferente sobre cuestiones diferentes, con “el deseo de entender la vida —toda— y escribir grandes textos que la explique a los demás”.

Son 15 relatos, de los que me atrevo a seleccionar 3 que ayuden a comprender en qué consiste el experimento. Uno es el Diario de Burning Man, de Emily Witt, redactora que “siente una particular fascinación por los seres humanos que habitan mundos prohibidos”. No estoy seguro de que el famoso festival que se celebra en el desierto de Nevada sea exactamente un lugar prohibido salvo para los que no paguen la entrada. Pero Emily pensó que era “el epicentro de las tres cosas que más me interesaban en 2013: la experimentación sexual, las drogas psicodélicas y el futurismo”. Le avisaron de que la fiesta no era ya lo que había sido. A pesar de eso, pudo hacer cola desnuda bajo el sol del desierto, festejar una boda en el Templo de la Totalidad, tomar un alucinógeno sintético (como ácido sin el lado oscuro del ácido) y bailar junto a una abogada corporativa vestida con unos calzoncillos de Superman. O sea, “gente rica de vacaciones que rompen las reglas que los demás pagarían muy caro si no las obedecen”.

Por su parte, David Remnick nos regala un perfil de Leonard Cohen, escrito apenas unas semanas antes de la muerte del cantautor. Recuerda que su primer profesor de música fue un guitarrista de flamenco que tras darle tres lecciones no se presentó a la cuarta porque se suicidó. Cuando Cohen recibió, como Alma, el Princesa de Asturias comentó que nunca supo nada de quién era ese hombre, “pero los seis acordes que me enseñó, ese patrón, han sido la base de todas mis canciones y toda mi música”. Pese a ello, le costó cinco años escribir Hallelujah, mientras que a Bob Dylan I And I no le llevó más de 15 minutos. El relato se cierra con un comentario sobre la religiosidad del poeta: “Hay un aspecto espiritual en la vida de todo el mundo, aunque no quieran aceptarlo”. Él profesó como monje budista y cantó con los Hare Krishna.

El humor es otra de las señas de identidad de la antología, y para textos hilarantes nos topamos con el de Michael Paterniti sobre La última cena, que no es la de Jesucristo, sino la de François Mitte­rrand. Según el cuento, se habría atiborrado en un último festín orgiástico poco antes de morir. La imaginación desbordante de Paterniti arma una narración que “nos deja turulatos a cada paso y es a la vez reportaje y memoria”. Todo descrito con una expresividad casi indecorosa, nos permite contemplar, escuchar y oler, como al resto de los invitados al ágape, “los sorbos autogratificantes, pornográficos” del presidente, que llenaban la habitación como un canto fúnebre.

Si como muestra basta un botón, aquí dejo tres de ellos para asegurar que no se aburrirá el lector con la lectura de esta singular antología. Puede leerse a pequeños pasos, a relato por día o por semana. Nos demuestra que el periodismo, además de liberarnos en nombre de la verdad, es también un género de la literatura. Y nos ayuda a encender la luz del mundo, esa que Alma Guillermoprieto sintió extinguida tras la muerte de su amigo.

Portada de 'La vida toda', editado por Alma Guillermoprieto

La vida toda. Nueva crónica estadounidense 

Edición: Alma Guillermoprieto.


Traducción: Margarita Valencia de Lleras.


Editorial: Debate, 2022.


Formato: tapa blanda (416 páginas, 20,81 euros) y e-book (9,49 euros).

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