‘Metafísica del aperitivo’, tomar distancia de todo
El monólogo interior de Stéphan Lévy-Kuentz ofrece una exhibición de lucidez en medio de una confortable ebriedad mientras disfruta del aperitivo en una terraza de París
Este es un libro singular y fascinante; un libro inesperado, divertido y lleno de opiniones y observaciones verdaderamente agudas; un libro rebosante de una vitalidad paradójica: una vitalidad procedente de un sujeto que se habla a sí mismo en una situación física de práctica inmovilidad, un sujeto que se encuentra en una terraza de París y monologa ante un aperitivo con el que se está regalando. Sin duda, sus pensamientos están animados por su formación personal y cultural, y también por el ligero estímulo del alcohol al que no es ajeno un fino sentido del humor. Y disfruta observando a sus vecinos y a los paseantes que pasan por delante de él. He dicho vitalidad paradójica, pero no es exactamente así porque en realidad es un admirable ejercicio de la vitalidad mental de un personaje culto estimulado por unos sorbos de alcohol en el tiempo de relajación física que acompaña a un aperitivo. Un aperitivo, por cierto, que ha de ser para abrir el apetito de la cena porque el autor lo sitúa a media tarde, al término del trabajo cotidiano.
Una cita de Gombrovicz encabeza este libro: “Pronto nos daremos cuenta de que lo más importante ya no es morir por las ideas, los estilos, las tesis, los eslóganes, las creencias, ni aferrarse a ellos, ni concentrarse en ellos, sino más bien retroceder un paso y tomar distancia de todo lo que ocurre”. Y el libro responde a esta afirmación del gran escritor polaco, aparentemente pasiva, pero intelectualmente activa, del autor que defendiera con ardor literario el valor de la inmadurez. Y este es el sentido de Metafísica del aperitivo. Esa cita cumple perfectamente con el libro de Lévy-Kuentz.
La verdad es que el libro avanza como la consumición de irancy en el bistró parisiense de Montparnasse donde se encuentra el personaje único de este soliloquio que nos remonta a un tiempo atrás, a sus años de formación, en el París literario y aún luminoso del último tercio del siglo XX. Por el libro desfilan viandantes, vecinos de terraza, las lecturas del autor, los escritores queridos, observaciones sobre el mundo y la vida y, por encima de todo, como sobrevolando esa cabeza activa, la suma de emociones intelectuales que se manifiestan en ese trance suave que lo acompaña progresivamente para dirigirse al momento en que el personaje ha de abandonar el lugar y regresar a su casa; un momento, por cierto, que el autor empaña en dos líneas con un final de película que no casa con el relato, como también choca un tanto algún capítulo de la última parte como ‘Retrato del sediento vestido de cortesano’ y ‘Lo que permanece’, que disuenan por excesivamente conceptuales.
Lo principal del libro es el clima mental en que transcurre, el paso del tiempo (muy bien medido), las referencias de sus lecturas tan bien traídas y que se van sumando a la conciencia del personaje, que es lo que justifica toda la exhibición de su lucidez en medio de su confortable ebriedad. Los pensamientos, opiniones y observaciones agudas del monologante construyen un relato cuyo atractivo es esta especie de narración personal, fragmentaria y literaria de una conciencia creada en el siglo XX y vertida en el XXI, y que trae consigo una época y una sugestiva mirada al mundo desde la inmovilidad del ocioso que contempla con cierta gratitud, no ajena a la ingesta de unas copas, la vida y la gratitud de la vida en uno de esos espacios de tiempo que, como la luz del día que se va dirigiendo poco a poco hacia el atardecer, expone la reflexión emocional de una vida hecha.
Metafísica del aperitivo
Autor: Stéphan Lévy-Kuentz.
Traducción: Laura Naranjo Gutiérrez.
Editorial: Periférica, 2022.
Formato: tapa blanda (134 páginas, 10 euros).
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