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Angélica Liddell se encierra en su dolor

La directora firma ‘Terebrante’, un espectáculo desconcertante y casi mudo, desprovisto de sus habituales soliloquios, con el que lleva al límite su alergia a la complacencia

Angélica Liddell (izquierda) y Saité Ye, en un momento de 'Terebrante'.
Angélica Liddell (izquierda) y Saité Ye, en un momento de 'Terebrante'.Julio Gallegos
Raquel Vidales

Lo que se espera de Angélica Liddell es que sorprenda, provoque, desconcierte. Su voz es radical, pero eso es precisamente lo que ha hecho de ella una artista relevante en la escena internacional. Su último espectáculo, Terebrante, no decepciona en ese sentido, pero esta vez el desconcierto llega hasta tal punto que los espectadores que asistieron a su estreno en España, el pasado sábado dentro del Festival Temporada Alta de Girona, prácticamente no aplaudieron al final de la función, lo que es rarísimo en este país. Guste o no guste una obra, el público aplaude con fervor, más aún cuando se trata de nombres sagrados como el de Angélica Liddell. Por si acaso. Veremos qué ocurre en el Festival de Otoño de Madrid, donde se presenta este fin de semana.

En Terebrante, la creadora lleva al límite su alergia por la complacencia. Posiblemente hasta tuviera previsto que no hubiera aplausos, pues se va del escenario con un gesto que viene a decir “ahí os quedáis” y no sale a saludar. Es un espectáculo críptico, cargado de imágenes de gran belleza plástica pero difíciles de descifrar, sobre todo porque ella no da pistas y no pronuncia ni una palabra. Ninguno de esos soliloquios furiosos que lanza como si estuviera exorcizando sus demonios y con los que suele dejar clavado a su público. A veces incluso cargando contra él. Pero que no hable es una frustración. Apenas unas frases de Manuel Agujetas proyectadas en una pantalla. La primera: “El flamenco, yo no sé explicarlo. He sufrido mucho. Si tú no has sufrido, ¿qué flamenco vas a cantar”. Deducimos entonces que todo lo que viene después va de dolor. El dolor terebrante: que produce una sensación semejante a la de un taladro perforando la parte dolorida o enferma. El dolor del flamenco cruzado con el de Angélica Liddell. Dolor físico: un vídeo de una extracción de muelas tan sangrienta que es imposible no taparse los ojos. Dolor animal: se despluma a una gallina, hay un cordero abierto en canal. Dolor Liddell: en la última parte del montaje, la artista se entrega a una larga ceremonia de autoflagelación etílica en la que nos deja ver cómo se adentra en sus abismos, pero no nos deja acompañarla como otras veces. De ahí la decepción. Hermetismo absoluto.

El flamenco queda de fondo. No hay cantaores ni palmeros ni referencias estéticas. Solo unas guitarras que acaban machacadas y unas sillas de enea. Otro requiebro de la Liddell. Ahí os quedáis.

Terebrante

Texto y dirección: Angélica Liddell. Interpretación: Angélica Liddell con la participación de Saité Ye, Gumersindo Puche y Palestina de los Reyes. Estreno en España: Teatro Municipal de Girona (Festival Temporada Alta), 20 de noviembre. Teatro Auditorio de San Lorenzo del Escorial (Festival de Otoño de Madrid), 27 y 28 de noviembre.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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