El debut de Paulina Flores como novelista no decepciona

Tras convertirse en una autora de referencia con los relatos de ‘Qué vergüenza’, la escritora chilena debuta en la novela con ‘Isla Decepción’, que narra el encuentro de tres personajes que huyen

La escritora chilena Paulina Flores, retratada este 2021 en Barcelona.©Consuelo Bautista

12 nov 2021 - 18:32CET

Cinco años después de Qué vergüenza, logradísimo libro de relatos que la señalaba como una de las escritoras más consistentes de la nueva narrativa en español, Paulina Flores (Santiago de Chile, 1988) publica su primera novela, Isla decepción. Y es fácil confirmar aquellos rasgos propios de su escritura ya presentes en sus cuentos: personajes siempre a punto de un cambio de vida, es decir, de reordenar la relación de jerarquía con un mundo que los mantiene descolgados; un talento singularísimo para narrar desde perspectivas no fácilmente expresables en palabras, por ejemplo, la de un niño o un “extranjero”; y algo que sólo podría definir como seriedad, porque la literatura de Paulina Flores mantiene un pacto ético con sus temas (por ejemplo, el desamparo) de una honestidad poco frecuente. No hace guiños a modas ni tendencias.

En Isla decepción coinciden tres personajes en un difícil proceso de desenmascaramiento personal. Miguel, de algo más de 50 años, huyó a la ciudad de Punta Arenas, en la inhóspita zona austral chilena, para ser dueño de su propia vida, es decir, no tener vínculos, y ahora desempeña trabajos subalternos. Su hija Marcela huye a su vez de Santiago de Chile, donde sobrellevaba con una tendencia autodestructiva (y alcohólica) el fracaso de una relación y el sinsentido de su trabajo de oficina. El tercero es Lee, un jovencísimo trabajador esclavo en un pesquero de bandera oriental, que salta al mar y es recogido por Miguel. Los tres coinciden en casa de Miguel, inesperado protector, y los tres son descritos y trabajados con esa capacidad de Flores de sumarles capas sin perder nunca el misterio e, incluso, la capacidad de sorpresa de un personaje, su pequeña libertad.

Isla decepción no tiene la perfección de los mejores relatos de Flores. Por momentos, la escritura se dispersa en historias secundarias tratadas de una forma retrospectiva: digresiones y explicación del pasado de los personajes, innecesarias una vez que el relato se ha puesto en marcha. No obstante, en cualquier momento Flores afina sus cualidades y llega a lugares donde, por riesgo y nitidez, pocos escritores llegan. Por ejemplo, en un largo capítulo central dedicado al trabajo de Lee en el barco. Pescadores esclavos de diversas procedencias (coreanos, filipinos, balineses, indonesios) procesan los calamares con un mismo ánimo depredador y ciego. “Ojalá me hablara alguien”, piensa Lee. Y también: “El miedo es lo único que me mantiene con vida”. Porque quizá la trama de fondo que unifica esta ambiciosa novela (con unas partes tan voluntariamente irreconciliables) sea una especie de fe en el compañerismo: entre los pescadores del barco, y entre Miguel y Lee y Marcela… Casi un “acompañamiento” sin palabras, bien porque ciertos temas no pueden tocarse de manera directa, bien por un abismo idiomático.

Así, los protagonistas de Isla decepción se comportan a veces como un convidado de piedra y a veces con una tardía muestra de afecto, quizá dañado. Son estos los matices que muestran la inteligencia literaria de Paulina Flores. Y si en algunos momentos uno percibe su esfuerzo por escribir una novela “correcta” según ciertas convenciones, su manera de captar la fragilidad de sus personajes (su fluidez y sus contradicciones) es la propia de una gran y personalísima escritora, nunca convencional.