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¿Podemos renovar la democracia?

Dos ensayos rigurosos de altura intelectual, dirigidos tanto al gran público como a las élites, alertan de los peligros para nuestra libertad

Banderas estadounidenses y chinas en un encuentro oficial entre el exsecretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, y el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, en Washington en 2018.
Banderas estadounidenses y chinas en un encuentro oficial entre el exsecretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, y el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, en Washington en 2018.BRENDAN SMIALOWSKI (AFP via Getty Images)
Juan Luis Cebrián

Apuntalar nuestras libertades como espacio vital para elaborar propuestas consistentes contra la desigualdad. Esta es la incitación de Felipe González en el prólogo a uno de los muchos libros que han salido este otoño analizando la crisis y el previsible futuro de las democracias liberales. Son trabajos que incitan felizmente a abrir un debate intelectual, tanto más necesario cuanto más arrinconado está hoy por el folclórico gay trinar en los escaños del Parlamento y en las tertulias televisadas.

Renovar la democracia es un ensayo riguroso que trata de enhebrar la reflexión sobre la gobernanza de los pueblos en la era de la globalización y el capitalismo digital. Sus autores, Nathan Gardels y Nicolas Berggruen, han viajado por más de medio mundo y dialogado con titanes de la política, la tecnología y el poder económico. Gardels, periodista y editor de Noema, una revista de ideas, es consejero del Instituto Berggruen, fundado y presidido por Nicholas, inversor y activista social, financiador de diversas actividades intelectuales y artísticas. Berggruen fue relevante accionista de Prisa, grupo editor de EL PAÍS, y miembro de su consejo de administración.

El libro se publicó en inglés meses antes de la invasión de la pandemia, circunstancia que ha retrasado la aparición de la versión en castellano. No obstante, sus análisis siguen plenamente vigentes, lo que pone de relieve que las dificultades de la gobernanza mundial vienen de antaño. La enfermedad que ha asolado el mundo no ha hecho sino acelerar los cambios profundos que el capitalismo digital ya había comenzado a producir en nuestra convivencia y fomentar aún más los excesos del populismo identitario que amenazan la continuidad de la democracia representativa. Las descripciones del libro se centran fundamentalmente en Estados Unidos, pero sus análisis y propuestas son fácilmente extrapolables a otras democracias desarrolladas. Ponen de relieve que “el capitalismo digital ha creado nuevos monopolios de la información y, con la explosión de las finanzas, ha concentrado la riqueza en el 5% de la población con rentas más altas. La polarización y el atasco partidista han dividido profundamente a la nación, anulando la capacidad de lograr un consenso y paralizando al Gobierno”. Un fenómeno que conocemos bien en otros países.

Como solución a estos problemas sugieren un modelo de democracia cooperativa o participativa, ¿deliberativa quizás?, que huya del populismo y ayude a estrechar relaciones entre el electorado y los aparatos de la burocracia y los partidos. Singularmente interesantes son los capítulos sobre el futuro del trabajo y la necesidad de renovar el contrato social. Defensores como son del modelo capitalista, reconocen lo acertado de algunos diagnósticos de Marx acerca del capitalismo de su época, aunque discrepen radicalmente de las soluciones que pretendía aportar. “Su propuesta del comunismo estatista ha demostrado ser una de las ideas más desastrosas que se han llevado a la práctica”, podemos leer, “pero su análisis de la lógica interna del capitalismo sigue siendo inigualable en muchos aspectos y altamente relevante en la actualidad”. Algo parecido dijeron no pocos, y yo entre ellos, tras los pronunciamientos del 15-M madrileño que dieron lugar a la formación de Podemos. De modo que los vociferantes de la derecha profunda, acostumbrada a utilizar la cabeza solo para embestir, deberían no alterarse tanto por el hecho de que una vicepresidenta del Gobierno español prologue El manifiesto comunista, apenas un panfleto revolucionario hecho de encargo. Siguiendo el ejemplo de los autores del libro, podrían en cambio aventurarse a leer los textos más representativos del pensamiento marxista, entre ellos Esbozo de una crítica de la economía política, un manuscrito inacabado que en opinión de Gardels y Berggruen “podría haber sido su obra maestra”.

A la hora de buscar consensos intelectuales que permitan una gobernanza mundial pacífica y beneficiosa para la humanidad, se muestran preocupados por la reedición de la Guerra Fría en las relaciones China-Estados Unidos. Antes bien, ambos países “deberían ser los garantes de bienes públicos globales” entre los que resaltan la cooperación en investigación científica y médica. Cabe preguntarse si, a pesar de lo sucedido con la pandemia y los recientes desarrollos estratégicos en Asia, esta es una opinión que los autores siguen manteniendo. Mi personal impresión es que sí, con las inevitables matizaciones a las que el paso del tiempo obliga.

En la misma línea de las aportaciones de Gardels y Berggruen, Fernando Vallespín, un colaborador de este periódico que dirigió el Centro de Investigaciones Sociológicas antes de que los mercenarios del Gobierno lo convirtieran en un basurero ideológico, publica La sociedad de la intolerancia, en clara referencia a la nuestra. Ya en la introducción establece una acertada hipótesis al señalar que la crisis de la democracia liberal tiene que ver con la erosión de la cultura política liberal, cuyo principal elemento es la tolerancia. A partir de ahí hace un excurso brillante sobre las deformaciones de la democracia que amenazan su supervivencia. Señala la perversión de la opinión pública por el desarrollo descontrolado de las redes sociales y la amenaza a la privacidad de las personas. Buscar en la Red equivale a ser buscado, dice, aunque mejora el diagnóstico cuando puntualiza que en realidad es ser investigado. Reclama igualmente la necesidad de que alguien ponga orden en las opiniones que plagan el ciberespacio, aunque reconoce no saber cómo hacerlo. Por lo demás, la Red impulsa poderosamente los procesos populistas e identitarios, que amenazan con subvertir el pluralismo social convirtiéndolo en auténtico tribalismo. Particularmente combativo se muestra contra las tendencias moralistas y puritanas de lo que se considera políticamente correcto, y de las que él mismo ha sido víctima en sus clases universitarias. Para no hablar de quienes se consideran a sí mismos habitantes del lado correcto de la historia, como acostumbran a presumir no pocos sedicentes progresistas, cuando la convivencia democrática no puede convertirse en una pelea entre buenos y malos. Vallespín apela a la tolerancia intelectual como garantía de la convivencia democrática. “Lo importante… es el reconocimiento de que, por muy plurales e irreductibles que sean nuestros valores…, ninguno de ellos puede aspirar a desplazar a los otros”. Pero algo así solo se puede conseguir a partir de un lenguaje común y buscando el entendimiento con el otro, no su humillación ni su derrota.

Dos libros, en fin, de altura intelectual, dirigidos tanto al gran público como a las élites, que alertan de los peligros para nuestra libertad tanto como enfatizan los caminos para conjurarlos.

portada 'Renovar la democracia', NATHAN GARDELS y NICOLAS BERGGUREN. EDITORIAL NOLA

Renovar la democracia 

Autor: Nathan Gardels y Nicolas Berggruen. Prólogo de Felipe González.
Editorial: Nola, 2021.
Formato: 230 páginas. 21,50 euros.
portada 'La sociedad de la intolerancia', FERNANDO VALLESPIN. EDITORIAL GALAXIA GUTENBER

La sociedad de la intolerancia 

Autor: Fernando Vallespín.
Editorial: Galaxia Gutenberg, 2021.
Formato: 176 páginas. 19 euros.

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