Literatura peligrosa
A partir de la represión desatada por el Gobierno de Nicaragua en 2018, Sergio Ramírez construye una trepidante novela negra que conjuga magistralmente intriga y política
Sergio Ramírez es uno de los referentes literarios, morales y políticos de la literatura en español desde hace ya décadas. Si aislamos la lectura del eco mediático y de denuncia al régimen autoritario de su país, a la corrupción, a la aberración de la violencia de Estado en la Nicaragua actual, pero extrapolable a cualquier país y dictadura; incluso si obviamos, como lectores, la publicación secuestrada en su país de ésta, su última novela, así como la orden de arresto y conspiración por incitar al odio y a la integridad de su país de Ramírez; aun así hay buenas noticias, porque Tongolele no sabía bailar es un pedazo de novela. Y lo seguirá siendo porque en ella no hay nada coyuntural —a pesar de lo que relata en ella, el levantamiento de 2018 y la sangrienta represión que se cobró 427 muertes, la mayoría estudiantes— sino esencial. La denuncia de la corrupción, de la brutalidad, del miedo de la víctima pero también de los verdugos, el juego infantil, cruel, ridículo y paranoico del poder y su aquelarre de horror.
Estructurada en dos partes, Tongolele no sabía bailar trae de vuelta al inspector Dolores Morales. Cierra la trilogía que empezó con la soberbia El cielo llora por mí (2008) y siguió con Ya nadie llora por mí (2017). Morales es un veterano de la lucha sandinista contra Somoza —en cierto modo, alter ego de Ramírez, intelectual de la revolución que llegó a ser vicepresidente hasta 1990— y que se gana la vida como investigador en la Managua actual, empobrecida y defraudada por la revolución. En esta ocasión, Morales y su compañero, Rambo, son expulsados del país por orden de Tongolele, jefe de los servicios secretos. El dúo se da media vuelta y entran en su país con ganas de resistir y sobrevivir. Leemos, voraces, esa trama con un buen puñado de grandes secundarios —Sofía, Lord Dixon, el padre Pancho, el poeta Lira, monseñor Ortez…— como preámbulo del levantamiento contra esa dictadura esotérica de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo. Un régimen a medio camino entre el fascismo, la revolución rota y una religión de bolas de cristal y augurios —personificados en los árboles de la vida, esas construcciones de colores con los que Murillo sembró Managua y alrededores como fuente de energía o pista de ovnis—.
El libro es, de principio a fin, una muestra soberbia de un autor que, cercano a la octava década de vida, tiene la fuerza y el talento de construir al mismo tiempo una novela compleja y que genera dependencia. La calidad de cada página, el uso de la musicalidad siempre al servicio de lo que se narra, la tensión y cómo da la información. Es un libro construido oralmente, donde los personajes hablan o leen lo que han escrito otros y así —casi nunca enfocado directamente— nos vamos enterando de lo que va sucediendo. Por momentos recuerda al vendaval del mejor Vargas Llosa novelista, pero siendo Sergio Ramírez siempre, dentro de su tradición y empleando modos y maneras de explicar una novela en el año 2021.
Leyendo este libro, el premio Cervantes de 2017 hace viejos a un montón de escritores que podían ser sus hijos o nietos. Además y aunque a priori el protagonista es Morales, Ramírez tiene la lucidez suficiente como para darse cuenta de que ha parido un personaje fascinante, Tongolele, y le deja espacio para crecer. De aliento shakesperiano, ese esbirro caído en desgracia —no sabe por qué, no sabe quién ni para qué— es un imán para el lector, una muestra soberbia de lo que puede hacer un artista con palabras y relato, empatizando con Tongolele, con su miedo y su paranoia. Esta novela soporta lecturas y lectores, y es un peligro tanto para políticos autoritarios como para lacayos y, en menor medida, claro, para quien siga diciendo que la novela negra es un género menor.
Tongolele no sabía bailar
Autor: Sergio Ramírez.
Editorial: Alfaguara, 2021.
Formato: 344 páginas. 18,90 euros.
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