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Y llegó la bruma

José Ignacio Carnero retoma la senda de la autoficción en su nueva novela, ‘Hombres que caminan solos’, una narración a modo de confesión sobre la depresión

El escritor José Ignacio Carnero, en Barcelona en 2020.
El escritor José Ignacio Carnero, en Barcelona en 2020.Consuelo Bautista (EL PAÍS)

En Hombres que caminan solos, José Ignacio Carnero (Bilbao, 1986) retoma la senda de la autoficción recorrida en Ama (2019) —libro que trataba sobre la enfermedad y muerte de la madre— y al que en ocasiones se alude en esta segunda novela porque Jose, el narrador y personaje central, es a todas luces una figura de marcado sesgo autobiográfico, uno de cuyos rasgos es esa recién estrenada condición de escritor. Y así, conforme escribe su crónica del año que vivió bajo la bruma, manifiesta unas cuantas convicciones (y también dudas) que apuntalan y en gran medida explican el nuevo libro.

La principal certeza atañe a la propia figura del escritor: “La única diferencia entre los escritores y los demás no se encuentra en la presunta genialidad de los primeros, sino, si acaso, en la marginalidad, la frustración vital y la incomunicación que éstos arrastran y que tratan de superar a través de su trabajo”. De ahí que, siendo estos tipos tan ordinarios y corrientes como cualquier otro, en la novela tengan cabida un buen número de hechos cotidianos, aparentemente insignificantes pero que, sometidos a un examen implacable, revelan unas formas de vida, una mentalidad o una posición ante el mundo —a menudo extrapolables a la generación del autor— como sucede con los modos de relacionarse o “la deshumanización a la que nos ha llevado el mundo digital”. Y si “hablar de uno mismo no resulta demasiado interesante porque no hay muchos misterios más en la historia individual de cada uno”, otra cosa es cuando alguien se hunde en una depresión. La parte central de Hombres que caminan solos narra esa experiencia, al modo de confesión o dietario de un hombre perdido. Dicha experiencia se articula como un viaje al fondo de sí mismo —un viaje estático, en soledad y de un encierro casi absoluto— que se contrapuntea con el recuerdo de otros viajes y con la narración del que necesita emprender a Buenos Aires para romper el maleficio, junto con los que le siguieron al regreso, estos ya surgidos del prosaísmo de la vida o del azar.

Es imposible detallar aquí el fino engranaje con que se traman todos estos elementos y materiales, que establecen entre sí afinidades o antítesis, en un juego perteneciente ya al plano exclusivo de la ficción más exigente. Y también es notable la singular extrañeza de los personajes femeninos —Laia o Paula-Malena— frente a la peculiar simpleza o normalidad de otros como el padre del narrador o Mario, cuyas vidas por momentos rozan el absurdo o al menos el nonsense. Y es que más de una vez afloran en esta novela una ironía y un humor muy medidos, además de una serie de referencias —lecturas, películas y canciones— que apelan a un lector cómplice capaz de poner la oreja y escuchar, como se hacía de niño con lo que contaban los mayores. Sobre todo las madres y los corros de amigas y mujeres del barrio: “Narraciones aparentemente improvisadas que describían sucesos, uno tras otro, episodios que parecían desconectados entre sí, que se acumulaban, avanzaban, retrocedían y hacían perder el hilo de la conversación, pero que esas mujeres, cuando llegaban al final de su relato, encajaban y daban sentido como sólo el mejor de los novelistas sería capaz de hacer. Era una última pirueta, un triple salto mortal, que repetían una y otra vez y que siempre ejecutaban con destreza”.

Así José Ignacio Carnero, en Hombres que caminan solos.

Portada de 'Hombres que caminan solos', de José Ignacio Carnero.

HOMBRES QUE CAMINAN SOLOS

Autor: José Ignacio Carnero .


Editorial: Literatura Random House, 2021.


Formato: tapa blanda (192 páginas, 17,90 euros) y e-book (8,99 euros).

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