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Masculinidad ‘urbi et orbi’

Los ensayos sobre la hombría, un campo de estudios marginal en el mundo académico hasta no hace mucho, inundan las librerías desde el Me Too

Una imagen de la película 'Druk (Another Round)', de Thomas Vinterberg.
Una imagen de la película 'Druk (Another Round)', de Thomas Vinterberg.© Rolf Konow
Álex Vicente

La culpa fue de Toni Morrison. Àngels Carabí, exprofesora emérita de Filología Inglesa en la Universidad de Barcelona y especialista en las cuestiones de género, tropezó con un problema inesperado al enfrentarse a la obra cumbre de la escritora estadounidense, Beloved. “Los hombres de la novela eran muy complejos. Sentí que tenía herramientas para analizar los personajes de mujer, pero no a los hombres”, recuerda Carabí sobre Paul D., el antiguo esclavo que, rompiendo con la violencia heredada y los maltratos recibidos, ofrece su escucha y su empatía a la protagonista.

Así fue como, en 1998, la profesora decidió fundar el grupo de investigación Construyendo Nuevas Masculinidades, el primero de este tipo en España, dedicado a estudiar el cambio del modelo de hombría en las representaciones culturales. En 2000, Carabí coeditó con Marta Segarra, otra especialista en las cuestiones de género, el ensayo Nuevas masculinidades (Icaria), antología pionera que proponía una teoría crítica sobre la masculinidad nociva y sugería estrategias para erigir un modelo alternativo. En paralelo, instó a sus alumnos a analizar obras como El gran Gatsby o los cuentos de Grace Paley atendiendo a los rasgos de género de sus varones. A su alrededor, ese giro no siempre se entendió. “En los estudios de género se creía que lo importante era analizar a las mujeres, pero yo tenía el convencimiento de que la historia nos llevaría por este camino”, recuerda Carabí. Es decir, que la perspectiva de género estaba incompleta si no tenía en cuenta que, como les sucede a las mujeres, los hombres tampoco nacen, sino que se hacen, y que muchos también aspiraban a liberarse de los opresores dictados de la masculinidad hegemónica.

Dos décadas más tarde, esta área de estudios que fue marginal hasta no hace tanto, surgida del feminismo en los últimos setenta como una costilla de Adán a la inversa, se ha vuelto una preocupación casi mainstream. “Los asuntos de género tienen una incidencia en la cultura de masas que no tenían hace 20 años. El Me Too ha visibilizado la violencia masculina y eso ha puesto la masculinidad en duda. Además, el colectivo LGTBI ha desdibujado las categorías de género, y eso las ha vuelto más porosas, menos binarias y más aptas a ser deconstruidas”, opina Carabí. La crisis de la masculinidad impregna películas como Druk (Another Round), de Thomas Vinterberg, donde un grupo de hombres a la deriva se dan al alcohol, y exposiciones como Masculinities, muestra fotográfica que describe la hombría como mera performance y que se puede ver ahora en Berlín tras ser inaugurada en Londres.

Antonio J. Rodríguez: “Es posible que experimentemos una situación en la que lo cambiamos todo para que todo siga igual”

Pero el fenómeno es, sobre todo, editorial. Los ensayos sobre el asunto inundan las librerías, tanto en el mundo anglosajón como en España. El más reciente es el que firma Antonio J. Rodríguez con La nueva masculinidad de siempre (Anagrama). El autor alerta sobre un peligro: que, bajo el disfraz del progreso, este nuevo modelo sea solo “un subterfugio para asegurar la supervivencia de la masculinidad hegemónica” y “una herramienta del capitalismo heteropatriarcal para asegurar su legado en tiempos de feminismo”. “La masculinidad se caracteriza históricamente por el estado de guerra permanente con otros hombres y la propiedad del cuerpo de la mujer como si fuera un patrimonio. En lo esencial, eso no ha cambiado”, apunta Rodríguez. “Es posible que estemos experimentando una situación en la que lo cambiamos todo para que todo siga igual”, agrega. En otras palabras, que haya más ruido que nueces en un sistema que, como es sabido, tiende a absorber cualquier mensaje disidente para neutralizarlo. Eso podría explicar esta reciente multiplicación de ensayos, como ya sucedió con la crisis económica de 2008. “¿Capitaliza la industria editorial este discurso crítico o hay cada vez más autores y autoras que desarrollan un trabajo intelectual sobre este tema y aspiran a divulgar sus ideas? La respuesta está en la intersección de esas dos posibilidades”, matiza Rodríguez.

“Banalización y saturación”

La filósofa Alicia Puleo, catedrática de la Universidad de Valladolid, dirige la colección Feminismos de la editorial Cátedra, que acaba de cumplir 30 años. Observa el actual boom del género con la actitud cauta de quien también ha vivido las vacas flacas, los tiempos en los que el tema no interesaba a nadie. “Está bien que se tematice la masculinidad, porque significa que el género ya no es solo una cuestión de mujeres y que tiene que haber un cuestionamiento de los roles mascu­linos. Pero me preocupa que se convierta en una moda que al final, por un efecto de banalización y de saturación, se deje de lado con la misma velocidad con la que se adoptó”, reconoce.

Además, Puleo lamenta que las precursoras feministas no siempre sean citadas como merecerían. “Veo una propensión a alimentarse de estudios sin mencionarlos, dentro de la tendencia al borrado de las mujeres típica de la inercia patriarcal, pese a que en este caso sea paradójico respecto a la propia propuesta”. Para Puleo, teórica del ecofeminismo, esta evolución responde a un cambio generacional, pero también al contexto grave de la crisis climática. “Para sobrevivir como especie, tendremos que apartarnos de las actitudes de dominio y dejar paso a las de los cuidados. Eso no será posible sin un cambio enorme en los roles masculinos, que siempre se han construido sobre la dominación. Aún es pronto, pero veo un intento de cambio de paradigma loable y considerable”.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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