Muere en Buenos Aires la crítica y ensayista Beatriz Sarlo
Autora de una veintena de libros y reconocida por sus análisis culturales y políticos, la académica argentina, de 82 años, había sufrido un accidente cerebrovascular. Entre 2016 y 2023 fue colaboradora de EL PAÍS
No entender es el título que eligió para sus memorias. Porque la búsqueda y la ausencia de comprensión eran, decía, su “experiencia constitutiva”, el íntimo motor que la impulsaba a escribir, debatir y reflexionar sobre la cultura y la sociedad, sobre literatura y política, los grandes temas a los que dedicó su vida. Durante casi seis décadas esa pulsión guio la producción intelectual de la crítica, ensayista y docente argentina Beatriz Sarlo, desarrollada principalmente en la universidad pública y en diversos medios de comunicación, incluido EL PAÍS. Hasta su muerte en Buenos Aires, este martes, a los 82 años.
Su trayectoria encarnó al intelectual del mundo letrado que hoy amenaza con disolverse, con preocupación por el rigor en el estudio, con una curiosidad desacralizadora del pasado y un oído atento a las palabras del presente, y con compromiso ante la realidad nacional, para debatir ideas más allá de su campo de especialización, la literatura. Desde ese lugar, con una perspectiva progresista, su figura de académica y autora de una veintena de libros logró trascender los cuestionamientos que le impugnaban cierto elitismo, hasta volverse ampliamente reconocida como una polemista dura y lacónica, como una analista independiente de los avatares de la Argentina reciente.
La salud de Sarlo había comenzado a deteriorarse tras la muerte de su última pareja, el cineasta Rafael Filippelli, en marzo de 2023. Hace tres semanas había sufrido un accidente cerebrovascular y permanecía internada en un sanatorio; en las últimas horas se descompensó y falleció. Numerosos referentes de la cultura y la política lamentaron su muerte.
Nacida en 1942, Sarlo había sido criada en una familia antiperonista, pero pronto se vinculó con el peronismo católico. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y, para fines de los años sesenta, se volcó a la militancia en el comunismo maoísta. Con el tiempo, sus posturas políticas decantarían en una mirada socialdemócrata.
“Beatriz es extraordinaria como capacidad de laburo [...] Se levanta a la mañana y escribe dos capítulos de un libro, después agarra y hace cuatro reuniones, y después escribe de nuevo”, la definió alguna vez el escritor y crítico Ricardo Piglia (1941-2017), quien compartió con Sarlo varios proyectos culturales, como la emblemática revista Los libros (1969-1976). En aquellos años, ella ya escribía también para distintas publicaciones del Centro Editor de América Latina, una experiencia de divulgación masiva y popular de historia y literatura.
Durante la última dictadura (1976-1983), Sarlo, como tantos otros académicos e intelectuales argentinos, se refugió en la llamada “universidad de las catacumbas”, los grupos de estudio en espacios privados que sostuvieron la vida cultural mientras afuera regía el terror. En 1978, junto con su entonces pareja, el sociólogo argentino Carlos Altamirano, con Piglia y militantes del comunismo, fue parte de la fundación de la revista Puntos de vista, de la que sería directora hasta 2008. El proyecto nació en condiciones casi de clandestinidad y se terminó erigiendo en un prestigioso ámbito de creación, discusión y difusión intelectual.
Con la recuperación de la democracia, Sarlo se vinculó con el Gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989). Fue su única experiencia cerca del poder político, desde entonces recuperó el rol del intelectual observador y fue ácidamente crítica de los sucesivos Gobiernos argentinos. Sus intervenciones más notorias fueron contra las Administraciones kirchneristas (2003-2015), de las que fue firme opositora. Al actual presidente, Javier Milei, lo consideraba “un populista de derecha”, con “una base autoritaria”, modos “vulgares” y carente de “grandes ideas”.
En 1984 había regresado a la UBA, como profesora de literatura argentina. Allí formó a generaciones de estudiantes, a los que transmitió sus lecturas de Roland Barthes, Walter Benjamin o Raymond Williams. También dio clases y cursos en universidades europeas y de los Estados Unidos. Desde su rol en la academia, consolidó la construcción del canon literario que entronizó a Juan José Saer (1937-2005) como el gran escritor argentino de la segunda mitad del siglo XX. Hace 20 años comenzó a alejarse de la docencia universitaria y se aventuró en los medios masivos de comunicación. Tuvo múltiples apariciones en televisión y colaboró asiduamente en los periódicos Clarín, Perfil y La Nación. En EL PAÍS escribió columnas entre 2016 y 2023.
Desde que en 1982 apareció su primer libro, Literatura y sociedad, en coautoría con Altamirano, nunca dejó de publicar. Entre sus numerosos títulos se destacan Una modernidad periférica (1988), Borges, un escritor en las orillas (1993), Escenas de la vida posmoderna (1994), La máquina cultural (1998) y Tiempo pasado: cultura de la memoria y giro subjetivo (2005). En los últimos dos años, Sarlo se dedicó a escribir sus memorias, No entender, cuya publicación la editorial Siglo XXI anunció para febrero próximo. “Uno podría decir que solo me he interesado por aquello que no entiendo, con lo cual también se podría decir que no he terminado de entender nada”, decía en 2022 en una entrevista con La Nación. “Va a ser mi último libro [...] en algún momento me voy a morir”.
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