¿Pueden América Latina y el Caribe llegar con un frente unido a la COP30?
La conferencia de cambio climático de Naciones Unidas vuelve a la región después de más de una década. Estas son las oportunidades y desafíos de una región que se encuentra entre las más vulnerables al cambio climático y cuenta con grandes sumideros de carbono y un gran potencial para las renovables

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Luego de más de una década, las negociaciones anuales de cambio climático de Naciones Unidas vuelven a América Latina en noviembre. En Belém, bajo la presidencia de Brasil, gobiernos, sociedad civil, empresas y otros actores se reunirán por dos semanas en la COP30 para discutir políticas climáticas, financiamiento, transición energética y protección de los bosques, entre otros temas.
La última vez que la región albergó la conferencia fue en Lima, Perú, en 2014, el año previo a firmar el Acuerdo de París, el tratado climático que busca limitar la subida de la temperatura a 2 °C, preferiblemente a 1,5 °C. Buenos Aires, Argentina, (1998 y 2004) y Cancún, México (2010) también fueron sede. Santiago de Chile debía serlo en 2019, pero fue trasladada a España por el estallido social.
Los países de la región han participado activamente en las negociaciones sobre el clima desde principios de la década de 1990. Aunque en su mayoría lo han hecho de manera fragmentada, hay indicios de un frente más unido de cara a la cumbre de Belém: las naciones parecen estar de acuerdo en que, por un lado, se encuentran entre las más vulnerables al cambio climático y, por otro, cuentan con grandes sumideros de carbono y un gran potencial para las energías renovables.
Diversos países han tenido un papel relevante en momentos clave de las negociaciones, como la creación del Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París, coinciden especialistas. Ahora, en la COP30, será una nueva oportunidad para demostrar ese liderazgo y reafirmar la importancia del multilateralismo en medio de tensiones globales, sostienen.
“Es un buen momento para organizar la COP en la región. Tenemos muy buenas cosas para mostrar al mundo. No hay nuevos proyectos de carbón, estamos avanzando rápidamente en energías renovables, podemos presentar soluciones y trabajar por el multilateralismo”, sostuvo Natalie Unterstell, presidenta de Talanoa, un think-tank climático de Brasil. “Estamos listos para empezar”.

América Latina y las negociaciones climáticas
En la mayoría de negociaciones ambientales internacionales, desde biodiversidad a mercurio, la región participa en un único bloque, el Grupo América Latina y el Caribe (Grulac). Pero en cambio climático, los países se distanciaron desde el comienzo, recuerda Jimena Nieto Carrasco, quien fue parte de la delegación de Colombia durante las negociaciones del Acuerdo de París en 2015.
“No se puede hablar de la región en temas de cambio climático hace más de 20 años. Nos dimos cuenta pronto de que no era posible alcanzar consensos entre países tan diferentes, desde gigantes como Brasil a los pequeños estados insulares a países intermedios como Colombia. No tiene sentido intentar porque no vamos a llegar a un acuerdo sobre la mayoría de los temas”, agrega.
Por ello, en cambio climático, los países negocian de manera individual y en muchos bloques que se han armado y desarmado a lo largo de los años. La mayoría de las naciones forman parte de múltiples agrupaciones de este tipo, basadas en intereses y posiciones compartidas con sus miembros.
Por otra parte, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú forman parte de la Asociación Independiente de América Latina y el Caribe (AILAC); Argentina, Brasil, Ecuador, Paraguay y Uruguay son miembros del Grupo SUR, Brasil también coordina sus posiciones con Sudáfrica, India y China como parte del Grupo BASIC; y 16 países insulares de la región forman parte de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS), que reúne a un total de 39 países en todo el mundo.
Otros grupos incluyen a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), creado por Venezuela en 2004 y que incluye a Bolivia, Cuba y Venezuela, hoy con menor actividad; la Coalición de Naciones con Bosques Tropicales (CfRN), con 18 países de la región; y los Países en Desarrollo con Ideas Afines (LMDC), con 24 países a nivel global, incluyendo a Bolivia, Venezuela y El Salvador, entre otros.

“América Latina no ha sido capaz de romper su fragmentación, lo que genera que tenga una voz desunida y poco concertada en las negociaciones. A pesar de esa diversidad, la región contribuyó mucho al debate climático global”, sostuvo Manuel Pulgar Vidal, líder global de Clima y Energía en World Wide Fund for Nature (WWF) y exministro de Ambiente de Perú y presidente de la COP20.
Momentos claves y líderes regionales
El recorrido de las negociaciones climáticas comenzó formalmente en América Latina con la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992. Allí se abrió a la firma la Convención Marco de Cambio Climático de Naciones Unidas (CMNUCC), identificando al cambio climático como un problema global urgente. La primera COP tuvo lugar en 1995, realizada de manera anual desde entonces.
En 1997, los países acordaron el Protocolo de Kioto, un acuerdo climático que estableció objetivos vinculantes para que los países industrializados reduzcan sus emisiones. El diplomático argentino Raúl Estrada Oyuela presidió las negociaciones. Brasil respaldó con fuerza que se respete en el acuerdo la diferenciación entre países desarrollados y en desarrollo.
Los investigadores Guy Edwards y J Timmons Roberts, en su libro Un continente fragmentado: América Latina y la política global del cambio climático, describen a Kioto como un éxito para la región al no haber tenido que asumir compromisos de reducción de emisiones. “Fuera de Brasil, la mayoría de los demás países de América Latina apenas hicieron oír su voz en Río o Kioto”, sostuvieron.
El protocolo entró en vigor en 2005. Ese año, Costa Rica, junto con Papúa Nueva Guinea, propuso un mecanismo para reducir emisiones de la deforestación que luego se transformaría en REDD+, que hoy financia acciones para proteger los bosques. Las versiones anteriores del mecanismo fueron criticadas por Brasil, que temía perder el control sobre su territorio, según Edwards y Roberts.
A pesar de no tener que asumir compromisos bajo Kioto, Perú ofreció en 2008 reducir emisiones en el sector forestal a cambio de nuevas medidas por parte de los países desarrollados. Se le sumaron Costa Rica, con una meta de ser carbono neutral para 2021 (un objetivo que finalmente no alcanzó), México, con una meta de reducir 50% sus emisiones al 2050, y Brasil, con el objetivo de reducir 70% la deforestación para 2017 (un objetivo que tampoco se logró debido a los retos que surgieron en la última parte de la década).
En 2009, los países debían lograr un nuevo acuerdo climático. Sin embargo, diferencias no les permitieron avanzar. Ello generó cuestionamientos sobre las negociaciones y puso presión a México como sede de la próxima cumbre. Sin embargo, Patricia Espinosa, presidenta de la COP16, y Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la CMNUCC, pudieron reactivar el proceso.
“La región ha tenido momentos de contribuciones grandes al proceso de la negociación. Destaco presidencias complicadas, como la COP16. El sistema de la ONU estaba cuestionado, al igual que el multilateralismo. Pero la presidencia de México tuvo un papel importante para recuperar la confianza”, dice Alejandra López Carbajal, directora en Diplomacia Climática en la ONG Transforma.
En 2012, fue el lanzamiento de AILAC, un bloque descrito por Edwards y Roberts como la “tercera vía” por su papel de búsqueda de puentes entre países desarrollados y vías de desarrollo. Luego, en 2014, tuvo lugar la COP20 en Lima bajo la presidencia de Perú. Allí, se allanaría el camino para el posterior Acuerdo de París, con la presentación de numerosos compromisos climáticos.

Manuel Pulgar Vidal y Christiana Figueres son usualmente descritos como dos de los “arquitectos del Acuerdo de París” por sus habilidades diplomáticas y optimismo. A nivel de los grupos, AILAC también tuvo un papel destacado para lograr el acuerdo, de acuerdo a un análisis de Edwards, quien señala sus esfuerzos para construir puentes y subir la ambición de los países.
El camino a la COP30
En agosto, representantes de áreas ambientales de 22 países de América Latina, participaron en México de un encuentro regional para fortalecer la cooperación de la región de cara a la COP30. “Frente a las múltiples crisis que enfrentamos, es más importante que nunca dialogar sobre nuestros desafíos comunes”, sostuvo la ministra de Medio Ambiente de México, Alicia Bárcena, en la apertura.
El encuentro tuvo como resultado un documento de posición de la región para la COP30. Los países encontraron puntos en común en llevar adelante una transición “que deje atrás” los combustibles fósiles, acelerar la acción climática y priorizar la adaptación. Además, resaltaron la urgencia de aumentar el financiamiento y se comprometieron a conservar y proteger los bosques.
“Fue una sorpresa positiva. Se reunieron en un foro que no existía y generaron una buena declaración que habla desde la ambición. Hay interés genuino de trabajar en conjunto. El liderazgo de México como anfitrión trae un ambiente diferente de cooperación en la región”, sostuvo López Carbajal.
La expectativa de los especialistas consultados es que América Latina pueda aprovechar esos puntos en común para lograr un frente más unificado en la COP30. Y que la presidencia de Brasil pueda impulsar temas particularmente relevantes para la región a partir de iniciativas en marcha como el Fondo Bosques Tropicales para Siempre (TFFF) para la protección de los bosques.
Para Pulgar Vidal, Brasil tendrá éxito en la COP30. “Este año la COP tendrá muchos frentes, no hay un único objetivo a lograr. Pero el éxito pasa porque haya un foco en la implementación. Necesitamos que el resultado final sea disruptivo. La COP tiene que demostrar que aun sin voluntad política la economía está madurando y ya es capaz de darle el impulso necesario”, concluyó.
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