_
_
_
_
En colaboración conCAF

“Es como si nos dijeran ‘váyanse, no los queremos más’”: Argentina ante una fuga de cerebros

Una bióloga, un matemático y un físico lamentan la poca financiación del sector científico

Seminario en la Facultad de Ciencias
Estudiantes protestan contra los recortes de fondos al sistema universitario en Buenos Aires, en septiembre de 2024.Cristina Sille (Getty Images)

EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.

La ciencia argentina agoniza en medio del derrumbe presupuestario que ha puesto en marcha el presidente Javier Milei. A poco más de cumplir un año de Gobierno, el ultraderechista sostiene el “plan motosierra” de recortes al sector público y el sistema científico ha quedado en jaque por el desplome de salarios, el ajuste de subsidios para desarrollos estratégicos y los despidos. Investigadores han comenzado a migrar en busca de becas y empleos en el exterior o se vuelcan al sector privado local y califican la situación como una reedición de la “fuga de cerebros”. Las autoridades niegan un éxodo de científicos y culpan a la gestión anterior.

“Quedarme sería un suicidio para mi carrera”, resume la bióloga Vanesa Puente (38 años, Buenos Aires), que se ha dedicado a investigar nuevas terapias y medicamentos para combatir la enfermedad conocida como mal de Chagas, presente en el norte del país. A comienzos de 2025, la becaria del Instituto César Milstein en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) se mudará a República Checa para trabajar en el Centro de Biología de la Academia Nacional de Ciencias, donde realizó una pasantía en 2024. “No pensé que viviría una situación así”, dice mientras organiza sus últimos días en el país.

Para Puente, sin inversión inicial del Estado sería imposible desarrollar desde cero una terapia contra el Chagas porque son tratamientos costosos requeridos por poblaciones que, en general, están empobrecidas. “El sector privado no va a invertir porque no tiene interés”, señala.

Puente destaca que en Europa y Estados Unidos valoran la calidad de científicos argentinos gracias a la formación en universidades donde se adquiere mayor experiencia teórica y práctica. “Estamos preparados para hacer ciencia guerrera”, bromea la bióloga graduada en la Universidad de Buenos Aires (UBA). “Nos apagan la luz y seguimos produciendo”.

Por los recortes, no ha logrado cobrar los fondos del Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica que ganó por concurso en 2023. “No era mucho dinero, pero avisaron que no pagarían ni abrirían nuevas convocatorias. Tampoco llegarían equipos nuevos. Hemos pagado de nuestros salarios para mantener los laboratorios, eso no sucede en otros lugares del mundo. O tirás años de investigación a la basura o ponés tu tarjeta de crédito para costear reactivos o secuenciaciones, es mucho gasto mental”, lamenta.

La bióloga Vanesa Puente (38 años, Buenos Aires).
La bióloga Vanesa Puente.CORTESÍA

“Un futuro oscuro”

El matemático especializado en computación cuántica Alejandro Díaz-Caro, 43, desembarcó hace dos meses a Nancy, Francia, para sumarse al Instituto Nacional de Investigaciones. Es su segunda estadía en ese país, donde hizo un doctorado hasta 2014, cuando decidió sumarse al programa Raíces, impulsado por el Gobierno argentino para repatriar investigadores que habían emigrado en el pasado. “Éramos tratados como héroes, había una puja para reconstruir un sistema destruido. Ahora los proyectos se dejan de pagar, despidieron a mucha gente, el Ministerio fue convertido en Subsecretaría, hay ataques virulentos y el Gobierno dice que no servimos para nada”, se apena desde su nueva oficina.

En la Argentina, Díaz-Caro era profesor en la Universidad Nacional de Quilmes, un distrito ubicado en los suburbios de Buenos Aires, e investigador adjunto en el Instituto de Ciencias de la Computación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, donde trabajaba en lenguajes de programación para computadoras cuánticas, dispositivos que despiertan un gran interés de las potencias mundiales. “Se valoran mucho a los expertos en cuántica, todos quieren invertir, se requieren especialistas que publiquen papers y formen recursos humanos”, explica.

Díaz-Caro es pesimista. “Todos los países entienden que sin ciencia no hay futuro ni posibilidades de ser potencia. Irme siempre fue fácil, nunca imaginé que mi salario en Argentina fuera similar al de Francia, pero ahora las becas no alcanzan para subsistir”, asegura, y advierte que la fuga de cerebros se observa con investigadores que se marchan del país pero también con aquellos que abandonan el sistema científico y las universidades para volcarse a la industria en el sector privado. “Es una catástrofe, veo un futuro oscuro. Se necesitarán 30 o 40 años de mucha inversión para recuperar lo perdido”, pronostica.

El ajuste a la ciencia argentina en números

Según datos del Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación (CIICTI) que dirige el exministro de Ciencia Daniel Filmus, en el primer año de Gobierno de Milei el presupuesto se desplomó un 30,5%; los salarios cayeron hasta un 30% y las remuneraciones en las universidades nacionales un 22,%. Los subsidios se derrumbaron un 61,2 % en términos reales frente a 2023 y se perdieron 2.696 empleos en el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología. Sólo en el Conicet –el mayor centro de investigación del país- la cantidad de investigadores cayó de 12.176 en 2023 a 11.868 en 2024, según el CIICTI.

Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires durante la huelga de profesores, en agosto de 2024.
Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires durante la huelga de profesores, en agosto de 2024.Luciano González (Getty Images)

Desde la Subsecretaría de Ciencia negaron un éxodo de investigadores y afirmaron que “en los últimos años las políticas de ciencia y tecnología no respondieron a una base estratégica”, aunque no precisaron qué líneas de investigación pretende fomentar el actual Gobierno, con qué fondos ni qué grupos de investigación serán seleccionados. “Se detectaron rendiciones de gastos pendientes y vencidas”, apuntaron.

Además, afirmaron que hubo una “ampliación excesiva” de investigaciones financiadas que “perjudicaron a las investigaciones que hacen al desarrollo productivo y la generación de valor en nuestro país”. También señalaron que en los últimos años se crearon programas y subsidios que no tenían que ver con la Subsecretaría. A mediados de diciembre, se encaró una “mesa de trabajo” entre la Subsecretaría, el Conicet, la Agencia de Promoción Científica y la Red de Autoridades de Institutos para dialogar sobre los reclamos por presupuesto.

El físico Jorge Aliaga, integrante del Consejo Directivo del Conicet en representación de las universidades, suma que durante 2024 fueron paralizadas las compras de grandes equipos. “La ley de Financiamiento Científico establecía que se debía invertir el 0,4% del PBI en ciencia y este año será de apenas el 0,2%”, detalla.

Con ese grado de recortes, Aliaga concluye que se verán afectadas todas las líneas de investigación porque “no ha habido un redireccionamiento” ni se priorizaron proyectos específicos con mayor aporte tecnológico o relacionados con la Inteligencia Artificial, un asunto que ha causado interés en Milei, quien al cumplir un año de mandato ha dicho que espera que Argentina se convierta en un polo de IA y que para ello pretende potenciar la energía nuclear, un sector que históricamente tuvo apoyo y que este año ha sufrido la motosierra con la paralización de proyectos clave.

La fuga de cerebros en Argentina

El éxodo de investigadores gana terreno en un país que cuenta con una historia marcada por el ajuste y la represión que obligó a muchos científicos a emigrar. El más destacado fue la Noche de los Bastones Largos, en julio de 1966, cuando el Gobierno de facto de Juan Carlos Onganía ordenó intervenir las universidades nacionales y hubo 400 detenidos entre estudiantes, docentes y autoridades. Aquel ataque abrió paso a una brutal censura de contenidos y al desmantelamiento científico y educativo, con más de 300 profesores e investigadores que se fueron a trabajar al exterior.

Décadas más tarde, la fuga de cerebros se repitió por el ajuste y la represión en la última dictadura y, más tarde, por los recortes que aplicó el Gobierno de Carlos Menem con el cierre de institutos y la recordada respuesta del entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, cuando mandó a “lavar los platos” a una investigadora del Conicet que reclamaba mejoras salariales.

Aliaga pone el acento en el “maltrato desde las más altas esferas del Estado hacia los investigadores y la actividad científica en general”, un combo del que ha participado el propio presidente, que amenazó con cerrar el Conicet. Incluso el portavoz presidencial, Manuel Adorni, ha acusado a ese organismo de trabajar en “investigaciones de dudosa calidad”. A eso se suman ataques de partidarios del Gobierno en las redes sociales, donde tachan a los científicos de “parásitos”, “vagos” o “casta”. Ante la consulta sobre las agresiones, desde la Subsecretaría responden que “ningún funcionario les faltó nunca el respeto a los científicos”.

Puente recuerda con nostalgia sus primeros pasos en la carrera, “una época con impulso a la ciencia”. “Me formé siempre en Argentina, cuando empecé a estudiar el país venía de tocar fondo. Me educó una generación de profesores que contaban de sus experiencias en el exterior porque no habían tenido forma de investigar en el país. Parecía que estábamos en un sueño y de repente nos despertamos”, lamenta. Díaz-Caro lo resume en pocas palabras: “Es como si el gobierno nos dijera ‘váyanse, no los queremos más’”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_