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En colaboración conCAF

Estudiar la lepra en armadillos para evitar que retorne con más fuerza en los humanos

Una investigación realizada en Ecuador encontró que, en una muestra de 48 animales, el 18% tenía la bacteria que causa esta enfermedad. Mientras que en Estados Unidos se ha confirmado la transmisión de armadillo a humano

María Mónica Monsalve S.
Un armadillo, en Pantanal, Brasil
Un armadillo, en Pantanal, Brasil, el 26 de septiembre de 2024.Wolfgang Kaehler (Getty Images)

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Pensar en la lepra nos suele llevar a un mundo antiguo en el que, quienes la padecían, no tenían más remedio que ser condenados al ostracismo. Castigada con un enorme estigma al ser mezclada con temas míticos y bíblicos, lo común es concluir que la lepra se trata de algo del pasado. Sin embargo, es un tema de salud pública y ambiental al que hay que seguir con lupa. A pesar de que su prevalencia mundial ha disminuido de cinco millones de casos en la década de 1980 a alrededor de 200.000 en 2016 — gracias a la existencia de una multiterapia de medicamentos — aún hay países donde se concentran el 80% de los casos vigentes: India, Brasil e Indonesia. En cada uno de estos, para 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó más de 10.000 nuevos contagios.

Aunque es una de las enfermedades infecciosas más antiguas sobre las que hay registros históricos, aún no hay certeza sobre las minucias de cómo se transmite, más allá de que se requiere un contacto estrecho y prolongado con una persona afectada. Y desde que en 2011 se confirmó que un grupo de personas en Estados Unidos había contraído lepra a través de los armadillos, se abrió un nuevo campo de estudio para entender cómo estos animales pueden ser reservorios de la enfermedad.

“La bacteria que provoca la lepra no es una que se pueda cultivar en un laboratorio”, comenta Daniel Romero-Álvarez, epidemiólogo y ecólogo de enfermedades infecciosas de la Carrera de Ciencias Biomédicas de la Universidad Internacional SEK, Quito, Ecuador. Por eso, de alguna manera, el armadillo se convirtió en un conejillo de indias para entender mejor la transmisión de la enfermedad.

Romero-Álvarez, junto a un equipo de varias universidades, publicó recientemente un estudio en la revista Emerging Infectious Diseases, en el que encontró que, en una muestra de 48 armadillos de nueve bandas (Dasypus novemcinctus), en el 18,7% se podía detectar la Mycobacterium leprae, bacteria que causa la lepra. “La idea errónea de que es una enfermedad que ya desapareció hace que se estudie poco. Y este es quizá el primer intento de ver si está presente en los armadillos de Ecuador”, agrega. En el país, la lepra no es una amenaza de salud pública, ya que hay menos de un nuevo caso por cada 10.000 habitantes. En 2022, solo se registraron 41 recientes casos de lepra en humanos.

Pero tener un escenario sobre lo que sucede con los armadillos implicó un trabajo colectivo. El grupo se comunicó con cazadores locales que los consumen o usan sus caparazones para hacer charangos, y les pidió que les donaran parte del tejido. Así consiguieron las muestras de 45 individuos. Además, tomaron otros tres tejidos de armadillo que estaban conservados en jarras de etanol en el Instituto Nacional de Biodiversidad de Quito.

“Analizamos en total 84 tejidos”, dice Romero-Álvarez. Y aclara que las conclusiones del estudio no implican que los nueve armadillos que tenían la Mycobacterium leprae necesariamente estuvieran enfermos de lepra. “Pueden estar infectados, pero no presentar síntomas o desarrollar la enfermedad”, asegura. Lo importante, recuerda, es empezar a analizar cómo los armadillos son reservorios de esta enfermedad antes de que represente un problema agudo para los humanos.

Son varios los estudios que se han dado en esa vía. En 2018, la revista Plos Neglected Tropical Diseases publicó una investigación en la que se reportó que de 16 armadillos analizados en Belterra, ciudad al oeste del estado de Pará, en Brasil, el 62% tenía rastros de la bacteria que causa lepra. Brasil es el único país del mundo que no ha alcanzado la meta de solo tener un nuevo caso de lepra por cada 10.000 habitantes y, como lo dice la investigación, “las regiones de Pará y Amazonas tienen las tasas de detección más altas de lepra, a pesar de tener una de las densidades poblacionales más bajas”.

En México, pese a su proximidad con el territorio estadounidense donde se ha reportado la transmisión de lepra de armadillo a humano (principalmente Texas, Luisiana y Florida), solo se ha registrado un caso de un armadillo infectado desde 1984, según afirma un estudio publicado en 2022.

Por eso, Romero-Álvarez cree que es importante que este campo de investigación se haga más fuerte. “El 70% de las enfermedades infecciosas vienen de los animales no humanos”, insiste. Y en la medida que más se deforeste y más pierdan su hábitat natural, los animales tendrán más contacto con los asentamientos humanos, dándole la oportunidad a infecciones, virus y bacterias de encontrar un nuevo blanco.

“Lo que queremos lograr es impulsar la prevención primaria de enfermedades infecciosas, estudiándolas en la vida salvaje”, cuenta. Tratando de entender su comportamiento antes de que salten a los humanos o, como podría ser el caso de la lepra, regresen a ellos. Y es que la salud actual está enmarcada en lo que a finales del siglo 19 el patólogo alemán Rudolf Virchow llamó Una sola salud o One Health. Un movimiento que ahora cobra más relevancia que nunca, pues entiende que la salud y el bienestar humano no pueden abordarse de forma aislada, sino que que deben considerarse en el contexto del equilibrio entre todos los seres vivos y el entorno natural.


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Sobre la firma

María Mónica Monsalve S.
Periodista de América Futura en Bogotá, Colombia. Antes trabajó en El Espectador. En 2020 fue ganadora del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Máster en Cambio Climático, Desarrollo Sostenible y Políticas de la Universidad de Sussex (Reino Unido).
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