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En colaboración conCAF

La pareja de periodistas que dejó la ciudad para cultivar la tierra y reconectar con sus antepasados indígenas

Ramón Potosme y Rotsen López intentan rescatar la cultura mangue-chorotega en Nicaragua a través de las plantas medicinales, la agricultura y la cocina

Ramón Potosme y Rotsen López
Ramón Potosme y Rotsen López, la pareja de periodistas que dejó la ciudad para cultivar la tierra y rescatar la cultura mangue-chorotega en Nicaragua.Cortesía

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Hace diez años, Ramón Potosme decidió dejar el ajetreo de la sala de redacción donde trabajaba como periodista en Managua para irse a cultivar la tierra a una comunidad del departamento de Carazo, aproximadamente a una hora de la capital nicaragüense. “Sentía la necesidad de vivir el tema de mi ascendencia y mi indigeneidad. Más que contarlo y hacer comunicación era más importante vivirlo. Decidí crear algo que me permitiera vivir en mi tierra”, cuenta.

Potosme, de ascendencia indígena mangue o chorotega, estaba cansado de la ciudad. “Sobreviví, trabajé allá, pero siempre me sentía un poco incómodo… No me gusta ese ritmo de vida tan acelerado innecesariamente, la contaminación acústica es terrible, la forma en cómo operan las relaciones humanas, no me sentía a gusto”, cuenta. Su papá había muerto hacía unos años y él sentía la necesidad de hacer algo. “Él era curandero que trabajaba con medicina ancestral y ese respaldo de que él estaba ahí ya no existía”, dice. Tenía un buen trabajo, asegura, pero lo suyo era personal. “Llegó un momento que yo sentí que no estaba aportando al país con lo que estaba haciendo y quería hacer algo mejor y tenía enfocado en mi interior el tema de rescatar la cultura indígena de la cual yo vengo”.

La decisión no la tomó solo, lo hizo con su pareja, Rotsen López, originaria de Managua. Hablaron y tenían claro que querían trabajar la cultura y ascendencia indígena de Potosme. Así que fundaron una empresa que llamaron Nambume que significa “corazón” en chorotega. Empezó siendo un vivero y ahora, además de un vivero, es un espacio que intenta rescatar la cultura mangue-chorotega a través de las plantas medicinales ancestrales, el sistema de huerto, el sistema de agricultura ancestral, la milpa y las recetas de la cocina ancestral.

Ella estaba acostumbrada a vivir en la ciudad y le tomó tres años irse a vivir definitivamente a la comarca Cañas Blancas. Seguía trabajando medio tiempo como periodista en Managua y medio tiempo en el vivero y fue hasta después de que su hijo Mauro cumpliera un año que se fue. “Quería que Mauro estuviera en un ambiente más verde, que pudiera jugar, correr en un patio amplio”, dice. Al inicio, sin embargo, hubo dos cosas que le chocaron: fallaba mucho el suministro de agua y la conexión a Internet era muy mala. “Ahora el agua viene día de por medio y como ya le tenemos el ritmo no me golpea tanto”, reconoce.

Ramón Potosme, Rotsen López y su hijo Mauro
Ramón Potosme, Rotsen López y su hijo Mauro Cortesía

“Un acto de resistencia”

No todos entienden que esta pareja haya decidido dejar la ciudad y sus empleos de entonces para irse al campo a trabajar la tierra. Familiares y amigos les criticaron. “Me decían en la casa: se fue a vivir al monte”, cuenta López. Le decían que cómo alguien con postgrado como ella se dedicaría a vender plantas.

“Los primeros fueron los familiares cercanos, que cómo era posible que uno iba a dejar su carrera, su trabajo… y ahora va a andar en el monte con un machete. Entendí en ese momento que era un honor y me sentía muy bien haciendo eso”, dice Potosme. Fueron varias las veces que colegas suyos iban a las ferias donde empezaron a vender sus plantas y los veían con lástima. “Había gente que nos decía: voy a comprar para colaborar como que nos estaban dando limosna”. Y eso, en realidad, reflexionan ambos, tiene que ver con los conceptos que existen alrededor del éxito, la felicidad y el estatus.

Según el VIII Censo de Población y IV de Vivienda de 2005 en Nicaragua hay 46.002 chorotega, siendo una de las comunidades indígenas más numerosas en el país. De esos, poco más de 34.000 viven en la zona rural.

Ser indígena, afirma Potosme, es un acto de resistencia. Su vida misma es la demostración. Su cabellera larga, su casa hecha de bambú, bejucos y zacate jaragua, y su relación con el fuego, las plantas y los animales. Es una manera frontal de decir que existe, que es indígena, que está orgulloso de serlo y no quiere ser invisibilizado.

Viven en una casa donde el diseño tradicional mangue es lo más visible. Con ello buscan reivindicar la arquitectura ancestral indígena como algo “poderoso, elegante y orgulloso de mostrarse”. Hay quienes piensan que no tenían dinero para construir y otros que ven la casa como un museo. “No quisimos recrear esto por ser una vitrina de patrimonio cultural o por ser un recorrido intencionado”, dice López. “Yo hago esta casa para mí, no para mostrarla. Porque quiero vivir aquí y que la siguiente generación recuerde que existe esta manera de construir y que es la gerencia que nos dieron nuestros abuelos”, afirma Potosme.

Ramón Potosme en Nambume  que significa “corazón” en chorotega.
Ramón Potosme en Nambume que significa “corazón” en chorotega. Cortesía

Revitalizar la cultura mangue

En Nambume el día comienza temprano, a las 5:00 de la mañana. A veces antes. Él sale para el campo y ella empieza su día dándole de comer a un nuevo proyecto que tiene: unas gallinas, un pato y un cerdo.

Mientras él trabaja en el campo, ella se encarga de la comunicación, logística, ve las redes sociales, coordina entrevistas, recibe clientes y como le gusta comer y cocinar siempre está involucrada en la cocina. Potosme cultiva en media manzana de tierra heredada por sus padres. Tiene guapinol, tepozán, ciguapate, contrahierba, muicle, todas plantas medicinales. Pero también maíz, frijoles, camote, yuca, pepino, entre otros. “Todo lo que se cultiva en la milpa lo procesamos en la cocina. Todo lo que se sirve son productos cultivados por nosotros y nuestros colaboradores”, dice.

La pareja recibe gente de todo el país y extranjeros que llegan a conocer sobre su experiencia. “Se hacen tours hacia el huerto y la milpa, que incluye una charla sobre plantas medicinales, abejas indígenas y el sistema ancestral de cultivo de milpa. Se ofrecen comidas tradicionales asociados a la gastronomía ancestral mangue”, cuenta Potosme. No pretenden, afirma López, convertirse en un gran sitio turístico, buscan, más bien, compartir los conocimientos que tienen de la cultura mangue. Quienes los visitan pueden encontrar tortillas, tamales, atol, cereales, revueltas, depende de la temporada.

“Estando los dos en el mismo lugar y con toda la pasión, las ganas y entrega es lo que somos ahora”, asegura López. Diez años después de aquella idea han hecho de Nambume un sitio rentable donde ya tienen a seis trabajadores a cargo.

Son felices, insisten ambos. López disfruta ver cómo de los árboles brotan los frutos o cómo las gallinas ponen sus huevos, la simplicidad y tranquilidad con la que viven y ver a su hijo Mauro corretear en medio de la naturaleza.

Potosme siente que haber dejado la sala de redacción hace diez años fue la mejor decisión. “Me ayudó a conectar mejor con mi gente y mi cultura. Me ayudó a conectarme con la tierra y a sentirme feliz en algo que estaba dentro de mí y no lo estaba haciendo que es el trabajo en el campo, con las hierbas, los animales, las plantas, con el sistema de agricultura, con los microorganismos y eso de alguna manera me hace estar en un sitio donde soy muy muy feliz”. Juntos, sueñan que el trabajo que hacen en Nambume sea un motor importante de revitalización de la cultura mangue-chorotega.

En Nambume la pareja recibe gente de todo el país y extranjeros que llegan a conocer sobre su experiencia.
En Nambume la pareja recibe gente de todo el país y extranjeros que llegan a conocer sobre su experiencia. Cortesía

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