Qaramtá, el yaguareté sobreviviente del Impenetrable chaqueño
La presencia del felino más grande de América abre la puerta al ecoturismo en una región muy empobrecida de Argentina
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La región del Impenetrable, en la norteña provincia argentina del Chaco, recibió ese nombre por su monte cerrado y espinoso pero, en especial, por la escasez de agua. En la temporada de sequía, su fauna depende del río Bermejo para sobrevivir: allí bajan a beber y/o refrescarse tapires, pecaríes, pumas, osos hormigueros, corzuelas y otros animales que habitan este ecosistema, que forma parte del Gran Chaco, el segundo bosque más grande de Sudamérica, hoy muy amenazado por la deforestación. Fue en una de las orillas del Bermejo donde, a principios de 2019, se encontraron huellas de jaguar, o yaguareté como se llama en Argentina, el felino más grande de América. Hacía más de una década que no se tenía ningún registro en la zona del mayor depredador del continente. Esas pisadas fueron el punto de partida de un ambicioso proyecto a cargo de la fundación Rewilding Argentina: recuperar esta especie casi extinta en el Parque Nacional el Impenetrable, fundado cinco años antes.
Gracias a la instalación de cámaras trampa se logró verlo por primera vez: era un macho joven y majestuoso al que bautizaron como Qaramtá, “el que no puede ser destruido”, en lenguaje Qom. El primer paso fue atraerlo para dormirlo e instalarle un collar satelital, que permite conocer su ubicación y cómo utiliza el territorio casi en tiempo real. “Camina muchos kilómetros por día, puede hacer más de 30″, explica el biólogo Nicolás Muñoz en la estación de campo que funciona dentro del parque, desde donde se encarga de supervisar todos los movimientos de este depredador de 113 kilos. “Nada muy bien, cruza cuando quiere el Bermejo, incluso en época de crecida”, añade, en referencia al caudaloso río que sirve de límite entre las provincias de Chaco y Formosa.
La facilidad para cruzar esa frontera natural inquieta al equipo de científicos de Rewilding Argentina. Hasta 2011, gran parte del territorio por donde se mueve Qaramtá pertenecía al terrateniente italiano Manuel Roseo. Su estancia comprendía 250.000 hectáreas de monte en muy buen estado de conservación: casi 150.000 del lado de la provincia de Chaco, otras 100.000 del lado de la de Formosa. Pero el 13 de enero de 2011, Roseo apareció asesinado en su casa junto a su cuñada. Murieron asfixiados, pero antes fueron torturados y obligados a firmar un fraguado documento de venta de la codiciada propiedad.
La torpeza de los homicidas permitió su detención y la anulación de esa operación inmobiliaria. Ante la ausencia conocida de herederos, las organizaciones ambientalistas se movilizaron para que las tierras fuesen expropiadas y preservadas. Lo consiguieron a medias: desde 2014, del lado chaqueño hay 128.000 hectáreas de monte que tienen la máxima protección: son parque nacional. Pero la situación es absolutamente distinta del lado formoseño, donde nadie impide la deforestación ni la caza furtiva, cuyos disparos resuenan a gran distancia.
Para retener a Qaramtá en territorio seguro, los científicos lo atraen con hembras de yaguareté en cautiverio, que fueron rescatadas de zoológicos y circos de distintos lugares y trasladadas hasta grandes corrales cercanos a la estación de campo. Una de ellas es Tania, con quien en febrero de 2021 Qaramtá tuvo descendencia: dos cachorros, uno macho y otro hembra. Los cachorros crecen sin contacto humano y ahora, ya separados de su madre, “cazan por su propios medios”, a la espera de que dejen de crecer y sea posible ponerles un collar y dejarlos libres.
Cuando nacieron los cachorros, Tania dejó de interactuar con Qaramtá y los biólogos trasladaron hasta allí a Isis, una hembra yaguareté nacida en cautiverio en Brasil. Ante la falta de interés de Isis, probaron con una tercera, Mbareté. Cuando están en celo atraen a los machos con sus bramidos, que ellos escuchan a muchos kilómetros. “Creemos que no hay ningún yaguareté (salvaje) más en la zona porque no se acercó ninguno más ni Qaramtá tiene señales de pelea (con otros machos)”, cuenta Muñoz.
“Con Isis no hay onda, pero con Mbareté sí, están enamorados”, cuenta en el patio de su modesta casa Estela Castellano, pobladora del paraje La Armonía, a las puertas del Parque Nacional El Impenetrable. Castellano cocina para los turistas que de a poco comienzan a llegar hasta allí atraídos por la fauna de este parque remoto, a cinco horas en automóvil desde Resistencia, la capital chaqueña. El último tramo para llegar hasta allí se hace por un camino de tierra por el que se cruzan animales domésticos —como ovejas, cerdos y caballos— y salvajes (como tatúes y pecaríes). El monte oculta a los pobladores, pero cada palo con un neumático marca la presencia de una casa o, en algunos casos, puede distinguirse también ropa colgada.
Estela y su marido Esteban relatan como una telenovela las distintas relaciones del rey del monte chaqueño con las distintas hembras. “Con Tania también había onda, pero desde que tuvo a los cachorros dejó de darle bola y ahora busca a Mbareté”, detallan.
Otros habitantes de La Armonía ofrecen también comidas para los turistas en sus casas o confeccionan artesanías para vender. Una quincena de ellos se turna para trabajar en el camping La Fidelidad, recién inaugurado en el corazón del parque y a donde se llega después de una hora y media por camino de tierra. Vista desde el aire, impresiona: la gran masa verde del monte chaqueño está atravesada por esa cicatriz ocre.
No son más de una docena de turistas los que hacen noche en el parque, pero su llegada abre un nuevo horizonte para esta región tan empobrecida de Argentina. “Mucha gente le tiene miedo al yaguareté porque dicen que ataca al ganado”, admite Darío Samana, hijo de pequeños productores ganaderos. La idea de la reintroducción del felino fue recibida al principio con recelo por muchos habitantes, que en su mayoría tienen vacas de las que obtienen leche y alimento, pero las nuevas posibilidades laborales contribuyen a un cambio de mentalidad.
Los ojos apuntan al ejemplo del vasto humedal de los Esteros del Iberá, que se ha convertido en uno de los principales destinos de ecoturismo del norte de Argentina. La fundación Rewilding trabaja también allí para la reintroducción de especies clave que permitan restaurar ecosistemas complejos y funcionales. En 2021 liberaron los primeros ocho ejemplares de yaguareté, pero la idea es aumentar al mismo tiempo las poblaciones de nutrias gigantes, venados de las pampas, guacamayos rojos y osos hormigueros gigantes, entre otras especies.
Tania, Isis y Mbareté fueron trasladas las tres desde Iberá. En caso de quedar preñada de Qaramtá, esta última regresará al parque correntino y los cachorros serán liberados allí “para aumentar la diversidad genética en el núcleo fundador”, explica Muñoz. Como en Iberá, los biólogos del equipo trabajan también en otros proyectos, como la liberación de 40 tortugas yabotí o, a largo plazo, los planes para que guanacos y venados vuelvan a correr libres por estos montes.
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