Helena Uran: “La memoria histórica se ha abordado desde quienes han ostentado las armas”
En noviembre se cumplen 40 años del holocausto en el Palacio de Justicia y la hija del exmagistrado Carlos Horacio Uran inaugura una nueva fundación para repensar la historia de la guerra. “Es preguntarnos cómo sacamos lecciones de ese dolor”, dice

Helena Uran Bidegain (Lovaina, Bélgica, 50 años), politóloga e investigadora, tenía 10 años cuando asesinaron a su padre, el exmagistrado auxiliar del Consejo de Estado, Carlos Horacio Uran, durante la toma y retoma del Palacio de Justicia. En su libro Mi vida y el Palacio (Planeta, 2020) reconstruye la angustia y el dolor que vivió junto a su madre y sus hermanas, mientras las tanquetas del Ejército embestían contra la edificación que se había tomado la guerrilla del M-19 en Bogotá, el 6 y 7 de noviembre de 1985. Aunque hubo testigos y videos que mostraban a su padre saliendo vivo del Palacio, su cuerpo fue hallado horas más tarde en Medicina Legal como no identificado, y con cadáveres de supuestos guerrilleros. Veintidós años después, en 2007, la Fiscalía encontró su billetera con documentos de identificación en instalaciones de inteligencia militar. En 2010, tras una exhumación, el organismo de investigación concluyó que había recibido un disparo a corta distancia en la cabeza con una pistola calibre 9 milímetros, que para la época portaban altos oficiales del Ejército. En 2018, la CIDH estableció que Uran fue víctima de una ejecución extrajudicial. Cuando se cumplen 40 años del holocausto, su hija habla con EL PAÍS sobre una nueva fundación, con el nombre de Carlos H. Uran, que trabajará por la memoria histórica del país.
Pregunta. ¿Le preocupa la forma como se ha abordado la memoria en Colombia?
Respuesta. Creo que no se ha entendido el potencial de la memoria como un elemento constructor de democracia, sino que se ha abordado desde la visión de quienes han ostentado las armas. Eso ha sido contradictorio en términos de construcción de sociedad porque el relato se basa en lo que arman los poderosos. A veces se limita a la reivindicación, la empatía con el otro, pero la memoria va más allá. Es pasar de la nostalgia a preguntarnos cómo sacamos lecciones de ese dolor para transformarlo en algo que nos sane y fortalezca como nación.
P. ¿Cómo se ha construido esa memoria en el caso del Palacio de Justicia?
R. La sociedad se ha quedado en la dicotomía sobre quién es el responsable, si el M-19 porque entró o los otros porque sobrerreaccionaron y cometieron todas esas ejecuciones. Me parece que hay que sacarlo de esa discusión en la que ha estado enfrascada la sociedad sin darse cuenta que hay una responsabilidad compartida. La gente tiende a pensar “¿en qué bando estoy?” y eso impide trascender. No se ha entendido como una oportunidad para hablar de cómo debe funcionar un Estado de derecho: en un Estado de derecho la Fuerza Pública no arremete contra civiles, tampoco ejecuta a guerrilleros que en ese momento salían en estado de indefensión.
P. ¿Cómo han incidido las confrontaciones políticas?
R. El caso del Palacio de Justicia es el que más se suele utilizar para una de las dos causas políticas. La derecha o extrema derecha tiende a excusar a la Fuerza Pública en su responsabilidad y lo mismo del otro lado. Eso desvía la discusión real: hubo un ataque a una de las tres ramas del poder, fue un quiebre en términos democráticos para el país con implicaciones a largo plazo. Había todo un sistema preestablecido de entidades y batallones militares para llevar a las personas que iban saliendo, torturarlas y desaparecerlas. Ahora con un presidente exmilitante, al que le da por sacar la bandera del M-19, se ve muy clara esa confrontación a través de lo simbólico.
P. ¿Cómo exactamente?
R. Que el presidente Petro lo haga ahora es como un espejo de lo que ha hecho también la Fuerza Pública anteriormente a través de las condecoraciones a estos señores que estuvieron en la operación de la retoma. Es una forma de legitimar esa actuación criminal y que los vean como héroes.
P. El presidente dice que esa bandera es símbolo de paz…
R. Si queremos realmente una pacificación no podemos permitir este tipo de exaltaciones. A Pepe Mujica nunca se le ocurrió sacar una bandera del MLN cuando estuvo de presidente. Si uno quiere una sociedad más pacífica no hace eso.
P. ¿Qué papel va a jugar la fundación Carlos H. Uran?
R. Hoy ni siquiera existe una política de memoria en Colombia. A veces se entiende como un mural, pero eso tiene sentido si interpela al resto de la sociedad. La fundación trabaja en tres ejes: el investigativo, el cultural y de pedagogía democrática, y el comunicacional para intentar llegar a la conciencia de la gente. Necesitamos espacios donde la sociedad sienta que esto le concierne, que lo que pasó hace 40 años en el centro de Bogotá sí tiene que ver con sus derechos, con la justicia, con la impunidad, con la actuación de la Fuerza Pública.
P. La CIDH estableció que su papá fue víctima de ejecución extrajudicial… La Fiscalía encontró evidencias, pero en la administración del exfiscal Francisco Barbosa sostuvo que había muerto en el baño del Palacio con rehenes. ¿Qué ha pasado con las investigaciones?
R. Lamentablemente nada bueno. La Fiscalía sacó esa resolución que decía que mi papá no había salido vivo del Palacio de Justicia, incluso en contra de pruebas de la misma Fiscalía y de una sentencia internacional. Nosotros apelamos eso. Es muy extraño que no se mencione que se movió toda la escena del crimen, que los estudios forenses determinaron que hubo tortura y ejecución extrajudicial. Me llama la atención cómo de repente desaparecen esas evidencias.

P. ¿Confía en la justicia?
R. Espero poco en términos de justicia en Colombia. Por eso voy más a lo simbólico, a la memoria para generar conciencia. Sabemos lo que nos hicieron y el perpetrador lo sabe, pero necesitamos que la sociedad también lo entienda.
P. Ha pedido órdenes judiciales para la resignificación de algunos lugares…
R. He pedido que se incluyan la Casa del Florero, que fue el centro de operaciones, a donde salían y clasificaban a los rehenes; el Cantón Norte, no solo por las torturas del Palacio de Justicia, y el Cementerio Sur. Por conversaciones con alguien que fue torturado y violado también en el batallón Charry Solano, solicité que se incluyera. Con la fundación queremos acompañar procesos de transformación de espacios de impunidad a sitios de memoria y enfrentar ese negacionismo que es muy fuerte.
P. Usted vivió y trabajó en Alemania. ¿Cómo la marcó esa experiencia?
R. Cuando llegué a Colombia dije: “¡Qué horror, esto aquí es como si no hubiera pasado nada!”. Uno pasa por caballerizas, por lugares donde es conocido que torturaron a diestra y siniestra y se convive así sin más. Yo vengo de Alemania donde todos los lugares han sido reformados, en los campos de exterminio y concentración hay una placa que dice: “Aquí vivía tal y tal”, o sea todo el tiempo te está interpelando. Colombia es un país que tiene miedo y donde falta el coraje cívico de exigir instituciones sólidas, de comprometernos a no tolerar lo intolerable.
P. El presidente Petro solicitó a Estados Unidos la desclasificación de archivos sobre el Palacio de Justicia, acogiendo un pedido suyo. ¿Qué ha pasado?
R. Supuestamente se hizo la solicitud, pero no terminó en nada. Me contactaron para hacerla, la pasamos y solo faltaba la firma. Después me dijeron que habían cambiado la carta y que solicitaron expedientes en relación a Jorge Eliécer Gaitán. Meses más tarde dijeron que la solicitud había quedado mal hecha, con el agravante de que ya no estaba el Gobierno de Biden, sino el de Trump. En la Cancillería nadie sabe en qué va eso.
P. ¿Qué actitud espera del presidente en la conmemoración de los 40 años del holocausto?
R. Le he planteado hacer un nuevo acto de reconocimiento como jefe de Estado, y también como exmilitante del M-19 con sus compañeros, porque nunca lo han hecho. De manera aislada han reconocido, pero no como colectivo y frente a toda la sociedad. Sería interesante que el M-19 con Petro en cabeza del Estado aportara —no a la reconciliación porque no puedo imponerle a nadie que se reconcilie— pero sí a pactos de convivencia. Eso sería un aporte enorme de Petro.
P. ¿Cuál será el acto central de conmemoración por parte de la fundación?
R. Haremos un performance por donde salían los últimos rehenes entre el Palacio de Justicia y la Casa del Florero que empieza con la música de César López. En mi primer libro, cuento que el Ejército había sido condenado meses antes por tortura, que la Fuerza Pública estaba muy molesta con los magistrados por sus investigaciones. López se encuentra ahí con la historia de su hermana y compone una canción que se llama Libre con la que vamos a abrir el performance con 40 personas, incluidos sobrevivientes de tortura que son los que llevan la memoria en el cuerpo. Andrea Echeverri hizo unas placas en arcilla que hacen alusión a hechos que sucedieron esos días y las vamos a subastar para apoyar a la fundación.
P. En noviembre lanza su nuevo libro Deshacer los nudos… ¿Explora su camino entre los relatos sobre el Palacio de Justicia?
R. Sí. Hace alusión a esta disputa por el relato de los que empuñaron las armas y lo que he hecho para desenredar esos nudos que no nos permiten entender lo simbólico como parte de las medidas de no repetición. Lo quiero hacer desde la fundación con otros casos también porque no son cosas aisladas, están entretejidas. Quiero replicarlo con un alcance que trascienda lo del Palacio de Justicia.
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