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Tribuna
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Petro ¿De rebelde a rehén del régimen?

De denunciante implacable contra la corrupción del exalcalde de Bogotá, Samuel Moreno, pasó a defensor incondicional del “loco” sub judice Armando Benedetti

Consejo de Ministros Colombia
Gustavo Petro en el Consejo de Ministros, en el Palacio de Nariño en Bogotá, Colombia, el 4 de febrero de 2025.Ovidio Gonzalez S (gobierno de la república)

La frase lapidaria del presidente Petro al empezar el revelador Consejo de Ministros del pasado 4 de febrero, “Ustedes tienen un presidente revolucionario, pero el Gobierno no lo es, hoy parece revelarnos todo lo contrario. A saber, que el revolucionario terminó siendo un presidente rehén del régimen, pues optó por respaldar a Armando Benedetti y no a sus más cercanos e incondicionales correligionarios. Todo ello, en nombre del “sancocho nacional”, sin duda una fórmula políticamente ingeniosa y exitosa del mítico Jaime Bateman, probada con la elección de los 19 delegatarios de la Alianza Democrática M-19 en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991. Pero una receta con un alcance muy limitado por su escasa capacidad transformadora de la realidad política y social, como a la postre ha sucedido con la querida y nominalmente democrática Constitución. Una Constitución casi perfecta en su espíritu democrático, pero inocua en su aplicación e impotente en sus resultados.

Hoy casi no tenemos Estado en muchas regiones del país, lo Social naufraga en reformas inconclusas y el Derecho se convirtió en una fórmula para la transacción de impunidades. En eso quedó el flamante Estado Social de Derecho de su artículo primero. Por eso nuestra cacareada democracia no pasa de ser una ficción política, cuando no una pesadilla interminable para millones de colombianos. Claro, no es culpa de la Carta, sino en manos de quién cayó, pues el entonces presidente César Gaviria terminó sazonando un sancocho indigesto, donde mezcló el neoliberalismo con el paramilitarismo, con sus banderas de la “apertura económica” y la institucionalización de las “Convivir”, coartada legal del paramilitarismo y las AUC. Resultó ser un pésimo chef y dejó un sancocho indigesto a sus sucesores en la presidencia y a todos los colombianos.

Un sancocho indigesto y mortal

En efecto, de su eufórico “¡Bienvenidos al futuro!” pasamos a la nefasta “apertura económica”, la “guerra integral” contra las Farc y la contemporización con Pablo Escobar, que coronó en el artículo 35 su bandera de la “no extradición de colombianos por nacimiento”. Luego, el capo victorioso, continúo su falsa conversión en la “Catedral” y su espectacular fuga, burlando mágicamente un cerco de cientos de soldados. Es verdad, terminó ametrallado en un tejado en Medellín, pero gracias a la complacencia de Gaviria con los temibles PEPES, la generosa ayuda de los Rodríguez Orejuela y la eficacia tecnológica de la DEA y la CIA, apoyadas por la Policía Nacional. Sin duda, el remedio terminó siendo peor que la enfermedad y durante su presidencia el cuerpo de la Nación y la recién nacida Constitución quedaron en manos de avariciosos y emprendedores privatizadores. La seguridad pública se confió a la disputa macabra de las AUC contra las guerrillas. Y, por último, las elecciones a Presidencia y Congreso fueron hipotecadas a generosos financiadores ilegales y legales: proceso 8.000 de Samper, Odebrecht con Santos y el Ñeñe Hernández con Duque. Sin descartar alianzas inimaginables, como la de Andrés Pastrana con las Farc a cambio de estas vetar a Serpa, quien le ganó en primera vuelta. O al éxito de “dañado y punible ayuntamiento” de Álvaro Uribe Vélez con las AUC y luego a la reforma de un “articulito” gracias a Yidis y Teodolindo para su reelección. Por eso, ahora asistimos a una relación tan insólita como la del rebelde Petro con el “loco” de Benedetti. Esa es la realidad de la política nacional y la cocina poco saludable y hasta pestilente del “sancocho nacional”. Un potaje que se viene cocinando clandestinamente en la Casa de Nariño, al menos desde 1990 con Gaviria y sus sucesores, pero con la debida discreción y confidencialidad de los Consejos de Ministros, para no exacerbar con tanto desaliño el apetito desesperado de millones de colombianos, que siguen esperando un nutritivo y abundante sancocho. Receta y preparación que hizo pública el presidente Petro. Por eso vale la pena preguntarse sobre la relación entre esa cocina palaciega y el hambre de sus electores, es decir, de aquellos que se comen cada cuatro años el cuento de la “democracia más estable y profunda da América Latina”. De allí, que no sea impertinente preguntarse, parodiando al expresidente Iván Duque: ¿De cuál democracia nos hablan?

¿De cuál democracia nos hablan?

¿De cuál democracia nos hablan hoy melifluos candidatos reincidentes, como Sergio Fajardo y postizas candidatas de papel como Vicky Dávila? ¿Será de aquella que nos ha dejado más de 8 millones de desplazados, sin ellos haberse percatado? ¿De la del Catatumbo, Chocó, Cauca, Antioquía, Bolívar, Guaviare y las poblaciones hoy confinadas y asediadas mortalmente por bandas criminales? ¿De esa democracia que arroja un lastre sangriento de cerca de 800.000 víctimas mortales y más de 100.000 desaparecidos entre 1995 y 2018? ¿O de los 50.000 secuestros de la guerrilla y los 205.028 colombianos asesinados por los grupos paramilitares?, todo según cifras del Informe Final de la Comisión de la Verdad.[i] ¿En dónde vivían entonces esos candidatos, que hoy ponen el grito en el cielo? Esas cifras superan todas las víctimas de las dictaduras del Cono Sur y sus criminales cúpulas militares en Paraguay, Brasil, Uruguay, Argentina y Chile. Lo inaudito es que nuestras víctimas sigan siendo sacrificadas en defensa de esta ejemplar democracia y sus responsables expresidentes todavía se precian de ser virtuosos demócratas, respaldados por “gente de bien”, que les rinde pleitesía y admiración por salvar a Colombia del terrorismo. Más trágico aún que continúe así bajo la Paz Total y el “gobierno del cambio”.

Petro: ¿De rebelde a rehén del régimen?

Esas cifras son las señales y las más crueles huellas de identidad de este régimen electofáctico[ii], que desde la oposición denunció y fustigó con valor y rigor el congresista Gustavo Petro Urrego, pero que ahora como presidente parece haberse convertido en rehén del mismo. De denunciante implacable contra la corrupción del exalcalde de Bogotá, Samuel Moreno, pasó a defensor incondicional del “loco” sub judice Armando Benedetti. De acucioso investigador de la relación entre paramilitares y políticos, la monstruosa parapolítica que llevó a la cárcel a cerca de 60 congresistas, a quienes imploraba el presidente Uribe que votaran sus proyectos antes de ir a la cárcel, hoy Petro nombra a muchos de estos excomandantes gestores de paz. Por eso su figura como presidente y político se debate entre el drama y la comedia, la retórica y la impotencia, la coherencia y el oportunismo, en fin, entre un estadista o un demagogo. El estadista parece haber traicionado sus principios éticos en aras del éxito electoral y convertirse así en un presidente que reniega de esa ética de principios para poder triunfar y gobernar. Parece que hubiese “sellado un pacto con el diablo, de tal modo que ya no es cierto que en su actividad lo bueno solo produzca el bien y lo malo el mal, sino que frecuentemente sucede lo contrario”, según lo advierte Max Weber en su célebre conferencia “La política como vocación”. Tal parece ser el trasfondo de su relación con Benedetti y los excomandantes paramilitares, más cercanos al averno de la corrupción que al cielo prometido del “gobierno del cambio”. Un cambio que, paradójicamente, hasta ahora se ha limitado a su figura: cambió de rebelde a rehén del régimen. Tiene menos de año y medio para demostrar lo contrario y reivindicar el rebelde que se levantó en armas contra un régimen corrupto y ganó en las elecciones de 2022 una segunda oportunidad para hacer realidad la democracia, esta vez con su pueblo en las urnas y no con las armas, única forma de alcanzar la paz política y rectificar la inalcanzable y delirante paz total, que hasta ahora es la de los cementerios, los desplazamientos forzados y los confinamientos de comunidades rurales.

[i] https://www.comisiondelaverdad.co/el-informe-final-en-cifras

[ii]https://www.academia.edu/93505252/Proceso_constituyente_constituci%C3%B3n_pol%C3%ADtica_de_1991_y_r%C3%A9gimen_pol%C3%ADtico_electof%C3%A1ctico_en_Colombia


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