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El Gobierno de Petro y la Federación de Cafeteros se señalan por una creciente deuda de 180 millones de dólares

El déficit del fondo público administrado por el gremio privado se dispara a causa de los sobresaltos en la cotización internacional de la libra del grano

Café Colombia Gustavo Petro
Una persona cosecha café, en una finca en Santa Rosa de Cabal (Risaralda), en una fotografía de archivo.Anadolu (Anadolu via Getty Images)
Camilo Sánchez

La Federación Nacional de Cafeteros (FNC) tiene una deuda millonaria que podría dejar profundas cicatrices internas. Se trata de los denominados contratos a futuro. Una fórmula de negociación utilizada en los mercados bursátiles para fijar un precio durante un número determinado de años. Una forma de blindar las transacciones de materias primas ante los bruscos cambios en la oferta y la demanda. El lío es que un puñado de cooperativas campesinas colombianas adquirieron desde 2021, cuando la incertidumbre comercial asolaba el mundo, una serie de compromisos para vender millones de kilos del grano. En ese entonces, la libra del tipo arábiga se negoció a un promedio de 1,10 dólares. Un año más tarde, el incremento meteórico en la cotización internacional llevó a cientos de caficultores a ver con asombro las enormes grietas de una maraña de pactos sellados, en buena parte, a través de mensajes de WhatsApp.

El panorama, desde entonces, no ha sido halagüeño. Lo que está en vilo es, sobre todo, el impacto al patrimonio del Fondo Nacional del Café, una cuenta que maneja dinero público, pero que administra, desde hace casi un siglo, un gremio privado como lo es la FNC. La cúpula gremial ha estado al frente del programa de ventas futuras, como encargada de recibir la producción de los caficultores y ponerla en mano de los compradores internacionales. Pero, con el cambio de precios, muchos caficultores prefirieron incumplirle y venderle por otra vía a compradores con mejores ofertas. Otros tantos aguardaron a que el precio internacional bajara para cumplir con sus obligaciones. Y, así, el hueco del Fondo hoy asciende a unos 180 millones de dólares, medido por el Gobierno como el diferencial entre el precio pactado en 2021 y el actual. Se trata de más de 700.000 millones de pesos represados en 33 millones de kilos de café que se pactó vender y no se han entregado.

Las cosas no han hecho más que agudizarse. La cotización del café en la Bolsa de Nueva York ha alcanzado en semanas recientes sus máximos en varias décadas y este enero la libra alcanzó los 3,3 dólares. Un motivo de celebración de las 522.000 familias que viven del cultivo, pero también uno de tensiones entre el gremio y el Gobierno.

El presidente, Gustavo Petro, aseguró el pasado 19 de diciembre en un discurso en el departamento de tradición cafetera de Caldas: “El alza del precio del café es una oportunidad para industrializar. Si se pasa, no volverá. Pero tiene un ingrediente negativo. Y hay que dejarlo y consignarlo aquí (…). La Federación Nacional de Cafeteros, hace unos años, dos o tres para acá, decidió apostarle a un sistema que se llama contrato de agricultura a futuro, con un precio que se pacta y se tiene que sostener (…). Y ha coincidido, en que se pactó esos contratos a bajo precio, a muy bajo precio, y lo que tenemos hoy son de los más altos precios de la historia reciente cafetera”. Según un comunicado de prensa del Gobierno, fechado el pasado 7 de enero, durante el último comité nacional del gremio se barajó un “plan de choque que salvaguarde el sistema cooperativo cafetero, la garantía de compra y la salud financiera del Fondo Nacional del Café”.

La crisis, según fuentes del sector, ha tratado de manejarse en voz baja. Y es que los casi 180 millones de dólares a los que ascendería la deuda suman una parte importante del patrimonio total del Fondo Nacional del Café. Una situación que dejaría la caja de la cuenta pública, nutrida en gran parte por una cuota fija que pagan los caficultores, en alerta roja. Las mismas fuentes aseguran que la raíz del problema se concentra en las enormes falencias de los contratos que se fijaron hace cuatro años, sin garantías ni salvaguardas sólidas. Por eso, el presidente Petro habló en su discurso de un “nuevo pacto del café”. Ahora el asunto salta a las primeras planas tras casi dos años y medio de una relación tortuosa entre el gerente de la FNC, Germán Bahamón, y el Ejecutivo.

El presidente descree abiertamente de la gestión de un directivo gremial que fue elegido por los caficultores en abril de 2023 con credenciales políticas ligadas al opositor Centro Radical. Bahamón ha capeado las confrontaciones y ha repetido que ni el patrimonio del Fondo ni el sistema están en riesgo: “La Federación hará uso de herramientas para ejercer el cumplimiento de los acuerdos de las entregas de café a futuro”, aseguró en diciembre pasado durante el congreso gremial. “La pregunta también va a ser para la Contraloría, porque ya se ha perdido plata”, zanja el analista y columnista del diario La República, Guillermo Trujillo. Este diario contactó al gerente de la FNC, pero no obtuvo respuesta

Todo esto ha generado una desconfianza que se agudiza ante la imposibilidad de alumbrar sobre las cifras concretas del agujero. O las medidas claras que se han tomado a lo largo de estos dos años desde la federación para esclarecer la situación. En esta historia, además, se entrecruzan las políticas internas de un gremio privado con el manejo de una cuenta de dinero público.

Se sabe que el gremio negoció hace unos años con la treintena de cooperativas regadas por el país para que, bajo una fórmula que se había implementado antes, aplazaran las entregas de los sacos de café a fin de evitar pérdidas devastadoras. Es una herramienta corriente dentro del formato de futuros. Así mismo, en 2022 trascendió que el banco japonés Sumitomo Banking Corporation aprobó un préstamo a la FNC por 40 millones de dólares a tres años.

La Federación señaló por entonces, en un comunicado de prensa, que el Fondo era codeudor de ese crédito. En esta situación de suspenso se hallan cientos de agricultores y una bolsa millonaria de dinero público. Un lío que, no sobra recordar, empezó durante la administración del predecesor de Bahamón, el pereirano Roberto Vélez. El presidente Petro retoma el asunto, justo en un momento en que la deuda empezaba a hervir con fuerza, para ofrecer una solución. Una movida en la que el mandatario ha jugado sus cartas a fin de influir más en un gremio privado que hasta el momento ha resultado refractario a sus propuestas.

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Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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