Albert Scalla, experto en ‘commodities’: “La mejor publicidad de café del planeta tierra la hizo la Federación colombiana en los años ochenta″
El vicepresidente de la inversora en agronegocios StoneX critica la falta de promoción del grano y advierte sobre los problemas de suministro de Brasil
A primera vista parece más un corredor de bolsa neoyorquino que un experto en temas de cosechas. A sus 58 años, Albert Scalla, nacido en Perú pero afincado desde niño en Estados Unidos, es una mezcla de las dos. En la consultora e inversora en agronegocios StoneX, con sede en Nueva York, encabeza la vicepresidencia encargada del comercio de materias primas. De padre italiano y madre española, se entusiasma nada más recordar la publicidad internacional de la Federación Nacional de Cafeteros en los años ochenta: “Era la mejor del planeta tierra”. Lo dice en un restaurante de Bogotá tras desgranar la complejidad de las afectaciones climáticas de este año sobre las cosechas brasileñas, el gran productor mundial con un 33% del volumen total.
Scalla está algo inquieto. Sabe, por las tres décadas que lleva en el sector, que la meteorología es una ciencia resbaladiza. Y a pesar de que aún hay personas que se niegan a creer que el planeta se calienta, este operario financiero ha atestiguado en los últimos meses una secuencia de eventos inéditos: “El clima está fuera de borda. Nunca había oído que en 17 ciudades de Brasil hubiera nevado jamás. La secuencia de pasar de El Niño a La Niña, con movimientos tan bruscos en su intensidad, es una paliza muy dura para el agro, para las plantas y cosechas de países como Vietnam, que este año ha tenido la producción de sacos más baja en 13 años”.
Una realidad que se ha traducido en un encarecimiento de la taza de café en todo el mundo. Scalla precisa que la variedad denominada robusta, la gama más amarga y concentrada, ha sido la más afectada; la arábica, más suave, usual en Colombia se ha movido menos. Lo dice con cifras que extrae de su celular: muestra en la pantalla las estadísticas detalladas sobre el promedio de lluvias medidas en milímetros mensuales para cada región cafetera de Brasil.
“¿Cuánta agua ve ahí?”. La pregunta es retórica. Desde el estado de Minas Gerais hasta São Paulo, los dos gigantes del sector junto a Espírito Santo, se evidencia una sucesión de ceros desperdigados por todas las celdas del cuadro, hasta final de septiembre: “En este renglón vemos que mejora la situación”, agrega con un punto de sarcasmo, “pero es en Paraná, y ahí casi no hay café”.
Pregunta. ¿Cuál es el lugar de Colombia en la caficultura?
Respuesta. En el mundo hay 80 países que producen café, de los cuales 60 son reconocidos por la Organización Internacional del Café (OIC). La producción sumada de Brasil y Vietnam hoy llega al 60% de sacos del total mundial. Colombia vendría en un tercer lugar, pero los diferenciales [las primas que se pagan en la bolsa por la calidad del grano] han caído en el último año y medio, desde 70 u 80 puntos hasta 10 o 12. Ahora bien, desde el punto de vista del productor, la subida actual de los precios ha sido una muy buena oportunidad. También es positivo el incremento en el número de sacos que, según los números de la Federación, llegará a final de año a los 12 millones o 12 millones y medio. Ahora hay que estar preparados para el momento en que lleguen las lluvias, porque los precios se van a desplomar.
P. ¿Pero la calidad y reputación del arábica colombiano se mantienen?
R. Sí, pero estamos en un momento de cambio en la demanda. En el mundo se cultiva un 53% de arábica y un 47% de robusta. Cada vez está más igualado. Con la inflación y las altas tasas de interés, los consumidores buscan algo más económico. Si ya no puedo comprar una bolsa de 70 centavos de dólar, tengo que sacrificar la calidad por algo más económico. ¿Cómo han respondido los tostadores? Han empezado a cambiarse del arábica, que es más costoso, a mezclas más baratas como el robusta o conilon. El mundo de la caficultura está cambiando la mesa.
P. ¿Cuál es la situación del consumo local en Colombia?
R. Se consume poco café colombiano. El país llegó a importar, hace uno o dos años, 1.600.000 sacos. Yo siempre he sido crítico, y hasta cierto punto me vuelvo aburrido, con la poca promoción del café en Colombia. Cuando uno llega al aeropuerto, lo primero que ve son avisos de gaseosas o cervezas. Los cafeteros tienen que entender que estamos compitiendo. Recuerdo ese comercial de los años ochenta donde aparece un crucero en altamar que, de golpe, se empieza a inclinar hacia la izquierda. Y sale un portavoz para anunciar que el café colombiano se está sirviendo en esa zona del barco. Y tengo un póster de la Bolsa de Nueva York donde el parqué se ve totalmente desocupado con los papeles en el suelo. La leyenda dice “It must be a Colombian coffee break” (Debe ser una pausa de café colombiano)”. Nada de eso se volvió a hacer.
P. ¿Qué sucede en Brasil?
R. Hay una serie de variables que han desembocado en un shock impresionante en la cadena comercial cafetera desde octubre de 2019. Todo es clima. Entre septiembre y octubre del 2020 le tocó a Brasil la llegada de La Niña, que supuestamente iba a durar 6 meses y duró 43. Cada reporte climático aplazaba más el final, y cada vez era más intensa. En julio del año siguiente, en 2021, llegaron tres semanas de heladas consecutivas. Lograron controlarlas y sacaron 5 millones de sacos. La cotización en Nueva York, que estaba en 1,60 dólares, se disparó aproximadamente a 2,40 de la noche a la mañana. Luego vinieron los incumplimientos en los contratos. El año pasado de nuevo llegó la sequía.
P. Y llega 2024…
R. En principio se anunció que vendría una Niña débil. Una noticia bienvenida, porque trae temperaturas leves y agua suficiente. Con nuestro equipo de agrónomos, investigadores y meteorólogos estuvimos en junio en Brasil y los campos se veían, tras dos años de palizas, muy bonitos. Recuperados. Especialmente la parte del robusta y conilon, para que cuando llegaran las hipotéticas aguas de septiembre todo reventara de floración. Yo dije ‘aquí viene un récord de cosecha por encima de los 70 millones [de sacos]’”.
P. ¿Qué pasó entonces?
R. Se juntaron los dos factores que no podían suceder. Los días 13, 14 y 15 de agosto nos pega una helada. Un hecho inédito desde 1964, cuando todo el café del país estaba concentrado en el sur. ¡Nadie la esperaba porque estábamos en primavera! El mercado pega un primer brinco leve. De nuevo, los pronósticos indicaban que a partir de agosto iba a empezar a llover y que septiembre ni hablar. De repente no se ven lluvias en el radar hasta mediados de septiembre. Luego, que esperemos hasta el 30 de septiembre. Hoy llevamos 145 días sin lluvias en Brasil y estamos esperando a que lleguen el 6 de octubre.
P. ¿No hay alternativas tecnológicas para mitigar los daños?
R. Una de las falacias más extendidas en el mundo de la caficultura es que Brasil está completamente tecnificado o mecanizado. No es cierto. Si vas al nordeste, al Sertón, una zona con un potencial de siete u ocho millones de sacos, sí lo está. Con valles y buenos sistemas de irrigación. Pero el resto del país no. Lo que sí ha hecho Brasil en los últimos 15 años es una campaña impresionante, cultural, con modificaciones de ley, para inculcarle a los niños desde el colegio la cultura del café.
P. ¿Qué está sucediendo en los países productores de Centroamérica?
R. En los países cafeteros de habla hispana hay un problema general con la mano de obra en el campo. La escasez de trabajadores es muy crítica y eso sube mucho el precio del producto. La emigración desde las zonas rurales de Centroamérica hacia los Estados Unidos ha dejado cientos de cosechas sin manos para recoger. Al igual que en Colombia, las afectaciones por cuenta de El Niño llegaron en los primeros cuatro o cinco meses de este año. Entonces las cosechas de Honduras, Guatemala y México, los tres mayores productores en ese orden, van para abajo.
P. Finalmente, ¿en los países del sudeste asiático la coyuntura tiene alguna singularidad?
R. Se trata de países que, hasta ahora, nunca se habían preocupado por el factor clima. La producción siempre fue estable. Hoy Indonesia, que produce mitad arábica y mitad robusta, en 2022 tuvo una baja del 30% en su producción. Después, en 2023, la sequía golpeó a Vietnam, cuyo fuerte es la variedad robusta, y bajó de 30 millones de sacos a 25 millones. La volatilidad se ha convertido en un gran dolor de cabeza y ahora tenemos que estar pendientes de mercados que se habían caracterizado por su estabilidad.
P. ¿El mercado se parece cada vez se parece más a una ruleta?
R. No. Una ruleta implica participar en un juego de especulación. Acá estamos hablando de incertidumbre. Si estás en la Bolsa Agrícola tienes que mirar los pronósticos del clima a 30 días y no fallar. Las cosas pueden cambiar de un día para otro y las proyecciones pueden salir mal porque hay un montón de cosas que simplemente no puedes controlar. Desde las enfermedades de las plantas, hasta los problemas logísticos en los puertos. Todo el mundo está a la expectativa y ya te puedes dar cuenta de la magnitud de las consecuencias de cualquier error.
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