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El Atlético Bucaramanga llega a la final de la mano de un venezolano mientras el alcalde promueve una fuerte política antimigrantes

Rafael Dudamel es el responsable de que el conjunto ‘leopardo’ esté a dos partidos de ganar su primera estrella. A la par, el mandato de Jaime Beltrán inicia con el foco en una estrategia de seguridad que ha sido calificada por expertos como xenófoba

Rafael Dudamel entrenador del Atletico Bucaramanga
El entrenador Rafael Dudamel durante el partido de semifinal contra Millonarios, el 19 de mayo.Daniel Garzon Herazo (Getty Images)
Juan Pablo Vásquez

En la historia de Bucaramanga, Santander, es difícil encontrar un episodio de efervescencia colectiva que se asemeje al actual. Desde hace unos meses, a medida que avanzaba la Liga Betplay y el equipo de la ciudad se consolidaba en el primer lugar, los 1,3 millones de habitantes de su área metropolitana están ilusionados con la primera estrella. Al Atlético Bucaramanga, uno de los clubes más antiguos del país, con 75 años, la gloria le ha sido esquiva. Su afición se acostumbró a ser abnegada, manteniéndose fiel a pesar de las crisis económicas y tres estancias en segunda división.

Esa sequía podría llegar pronto a su fin en menos de dos semanas, cuando se enfrente a Independiente Santa Fe en la final. Uno de los principales responsables de la hazaña es el entrenador venezolano Rafael Dudamel, con solo esta temporada en el banquillo. Su figura ha desatado un sentido de pertenencia inédito entre los bumangueses, que contrasta con la férrea política de expulsión de migrantes que encabeza el alcalde Jaime Beltrán, quien asumió el mandato este mismo semestre. Son las dos caras de una moneda.

El partido que selló el paso a la final fue contra Deportivo Pereira, el pasado 2 de junio. En una tarde de ensueño, ante su público, el Bucaramanga ganó 3 a 1 y obtuvo el liderato de su grupo, en el que también estaban Millonarios y Junior de Barranquilla, clubes históricos. Cerca de 30.000 voces que llenaban el estadio Alfonso López corearon el nombre de Dudamel, que alzaba los puños en señal de victoria. Sólo dos días antes, en el centro de la ciudad, el antiguo arquero de la selección venezolana había aceptado una invitación a las instalaciones de la Alcaldía, en donde recibiría las llaves de la ciudad de manos de Beltrán. “Pase lo que pase, Bucaramanga ya ganó con un técnico que es ejemplo como profesional y persona, que nos demuestra que el trabajo duro y honesto se tiene que premiar”, aseguró el alcalde frente a las cámaras.

Rafael Dudamel con Jaime Beltrán y su esposa, la gestora social de Bucaramanga, Paula Andrea Ramírez, en el evento en el que el entrenador fue nombrado huésped ilustre de Bucaramanga.
Rafael Dudamel con Jaime Beltrán y su esposa, la gestora social de Bucaramanga, Paula Andrea Ramírez, en el evento en el que el entrenador fue nombrado huésped ilustre de Bucaramanga.Alcaldía de Bucaramanga

En sus redes sociales, especialmente tras el triunfo al Pereira, Beltrán ha incrementado las publicaciones alusivas al equipo, incluyendo videos y fotografías propias luciendo la tradicional camiseta auriverde. El inusual fanatismo deportivo del alcalde contrasta con un rasgo suyo que sí se ha mantenido a lo largo de los últimos años: el reforzamiento de la seguridad y el señalamiento a los migrantes venezolanos.

Desde la adopción de un candado como logo para su candidatura hasta la justificación de la paloterapia —como él llama a los casos de justicia por mano propia—, Beltrán ha abrazado el combate del crimen como su principal bandera. Muestra de ello es que durante la campaña, en la que ganó con 91.372 votos (equivalentes al 34,62 % de la votación), le gustaba que lo compararan con el presidente salvadoreño Nayib Bukele, diciendo una y otra vez que emularía el mismo modelo de seguridad en Bucaramanga. Al hoy alcalde se le cuestionaba su admiración por el líder centroamericano, sobre quien pesan centenares de acusaciones de violaciones a los derechos humanos. Beltrán les restaba importancia y afirmaba que su prioridad era restablecer el orden en la ciudad.

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Siendo consecuente con eso, en el último mes el alcalde ha intensificado la expulsión de migrantes venezolanos, organizando un amplio despliegue en medios de comunicación para dar a conocer la iniciativa. Según dice, su objetivo final es “proteger el territorio” y evitar que se propague la delincuencia. Ha dado órdenes a las autoridades para que capturen a personas extranjeras que tengan algún tipo de antecedente —así no configuren delitos— y posteriormente los envíen a ciudades fronterizas, como Cúcuta, en Norte de Santander, o Maicao, en La Guajira.

Fabián Sambueza, Aldair Gutiérrez y Fabry Castro, del Atlético Bucaramanga, el 19 de mayo.
Fabián Sambueza, Aldair Gutiérrez y Fabry Castro, del Atlético Bucaramanga, el 19 de mayo.Daniel Garzon Herazo (Getty Images)

La medida ha generado polémica, pero Beltrán se defiende. “Las oenegés que se la pasan señalando y acusando de xenofobia a todo el mundo, callan con las víctimas de la delincuencia. Ninguna se pronuncia cuando la ciudadanía es la que sufre las consecuencias de la permisividad y la complacencia. Yo no me voy a arrodillar ante estos señalamientos. A Bucaramanga la voy a seguir defendiendo porque así me lo exige la ley”, publicó en su cuenta de X, luego de que Jairo Aguilar Deluque, gobernador de La Guajira, comparara su método de expulsión al que empleaban los nazis para enviar judíos a campos de concentración.

Al margen de esa discusión, es un hecho que la política emprendida por Beltrán ha disparado la xenofobia. La abogada Laura Jiménez, directora de El Barómetro, una plataforma que sistematiza información de redes y medios sobre xenofobia y racismo en América Latina, explica que el discurso del alcalde “es una estrategia ganadora, pero falsa”, y recuerda que ha sido utilizada en distintos países del mundo. “Los estudios que se han hecho sugieren que la población migrante es responsable del 5% de los delitos cometidos. Es una cifra baja a comparación de los otros crímenes que se cometen. Él no puede decir que va a acabar con la inseguridad enfocándose exclusivamente en una población responsable de un porcentaje tan bajo”.

La experta recuerda puntualmente una publicación que hizo Beltrán en su cuenta, que luego compartió la senadora uribista María Fernanda Cabal y alcanzó altos niveles de difusión. Se trataba de la primera comunicación del alcalde de una expulsión de venezolanos de suelo bumangués. “Esto apenas comienza”, se lee en el mensaje, acompañado de una fotografía de los hombres aprehendidos. Los registros de El Barómetro indican que esa publicación disparó los mensajes de odio en X. “Nuestros números muestran que desde entonces creció en 2.350% la cantidad de contenido xenófobo en X, en Colombia”, dice Jiménez.

El concejal Carlos Parra, quien perdió frente a Beltrán en las pasadas elecciones y es miembro del opositor Alianza Verde, advierte sobre las posibles consecuencias negativas de la medida del mandatario, a la vez que afirma que no se conocen estudios de política criminal o convivencia que la sustenten. “Tanto sensacionalismo en redes, como el que usa la Alcaldía para promocionar la expulsión de migrantes, puede traer una ola de violencia todavía peor. A corto plazo se ve atractivo, pero a mediano plazo puede ser algo perjudicial”, dice.

Los reparos también han venido desde la institucionalidad. En una carta del 30 de mayo, la Defensoría del Pueblo insta a Beltrán a no caer en arbitrariedades y “evaluar las circunstancias personales de cada sujeto”. La entidad de protección le recuerda al alcalde que “los migrantes y sus familiares son ante todo seres humanos y titulares de derechos humanos universales, cuya dignidad y seguridad necesitan una protección especial”.

Unas pocas horas antes de la publicación de este artículo, Beltrán se reunió con Jaime Elías Quintero, presidente del Atlético Bucaramanga. Con una sonrisa de por medio, estrecharon las manos y posaron ante los medios de comunicación. “Todos unidos por la primera”, es el mensaje con el que Beltrán acompaña la foto en sus redes. En la historia quedará escrito que ese título que Beltrán llama con deseo, si se logra, será gracias a Rafael Dudamel, un venezolano que llevó a un modesto club a pelear con los grandes, que ubicó al cuadro leopardo en el mapa del fútbol nacional. Y lo hizo durante la Administración de Jaime Beltrán y su política de expulsión de otros venezolanos.

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Juan Pablo Vásquez
Es periodista de la edición colombiana de EL PAÍS. Nació en Bucaramanga, Santander. Anteriormente se desempeñó como periodista judicial en 'Revista Semana' y de investigación en Caracol Radio y 'Cambio'.
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