Petro se juega cuatro años de Gobierno en un inesperado referéndum: “Me arriesgo”
El presidente plantea una consulta para aprobar sus reformas que puede ser un éxito o un fracaso que hunda definitivamente su proyecto


Gustavo Petro ha perdido la paciencia con el Congreso, que ha rechazado o dilatado sus reformas más importantes, y prepara una consulta popular con la que dejar en manos de los ciudadanos la decisión de llevar a cabo o no los cambios que prometió durante la campaña electoral. “Me arriesgo. Pero no me da temor. El pueblo decide el destino. Es la ley básica de la democracia”, dice a EL PAÍS el presidente de Colombia, consciente de a lo que se enfrenta.
Petro se juega en las urnas cuatro años de Gobierno. De ganar el referéndum, sacaría adelante las reformas en las que más interés tiene, la de la salud y la laboral, y mostraría que cuenta con el respaldo de la ciudadanía. “Es el pueblo el sujeto de la historia”, insiste el presidente. Sin embargo, una derrota finiquitaría el año que le queda de mandato y le convertiría en un lame duck (pato cojo), como se le conoce a los cargos políticos sin capacidad de maniobra ni influencia antes de acabar su mandato.
La votación también será una anticipación de las elecciones presidenciales que se celebrarán el año que viene, en 2026. Petro busca en estos momentos un candidato de izquierdas que pueda sustituirle y que sea respaldado por un frente amplio progresista, como fue su caso. Ahora cuenta con una aprobación del 37,6%, baja si se compara con la de otros líderes de la región, pero suficiente para decidir unas elecciones. El presidente tendrá de su lado a Armando Benedetti, el que fuera su jefe de campaña y ahora ministro de Interior, un experto en procesos electorales. Ambos van a llevar la suerte del Gobierno a un escenario en el que se sienten cómodos.
El centro y la derecha, alejados de Petro, tienen la oportunidad de vencerle y dejar por sentado que el primer gobierno progresista de la historia moderna del país ha fracasado. Después del malogrado periodo presidencial de Iván Duque, que dinamitó las opciones de los conservadores en 2022, se sabrá con esta votación si el país quiere continuar con un proyecto de izquierdas, girar a la derecha o la extrema derecha, o refugiarse en los moderados.
Petro acusa a la oposición de bloqueo institucional. El Congreso colombiano se maneja con sus propios códigos y los legisladores a menudo aprueban o rechazan proposiciones de ley en función de sus propios intereses. A cambio de su voto exigen cargos para sus familiares o amigos y presupuesto para llevar obras a sus regiones, de las que a su vez se llevan una comisión. El Gobierno no ha sido ajeno a este juego y ha tenido a ministros del Interior, los encargados de negociar con los congresistas, con mucha experiencia y que conocen de sobra el funcionamiento de las cámaras.
Pero el análisis resulta más complejo. El presidente ha logrado aprobar una reforma tributaria y otra pensional. (La segunda acabó con el sistema más desigual de toda Latinoamérica). Sus propuestas no han sido rechazadas por sistema y ha podido apuntarse un par de victorias. Aunque siempre, tarde o temprano, la discusión de las leyes ha acabado empantanada por la polarización. Al presidente le ha molestado que la oposición celebre como un triunfo el hundimiento parcial de la reforma laboral, que viene a mejorar las condiciones de la clase trabajadora en un país con una enorme disparidad entre ricos y pobres.
El primer trimestre de año ha sido volcánico para el Gobierno. Petro ha abroncado a sus ministros por su mal rendimiento en público, lo que motivó que varios de ellos dimitieran. Parte importante del Gobierno se opuso a que nombrase en un cargo importante a Benedetti, pero el presidente no se movió ni un centímetro y lo ha colocado a su lado. Su enfrentamiento con Donald Trump por el traslado de deportados abrió con Estados Unidos una crisis que se zanjó en menos de 24 horas, pero que dejó en evidencia que la relación con la Casa Blanca no va a ser la mejor. En la frontera con Venezuela se libra un conflicto entre grupos armados que ha afectado a los campesinos de la región y que llevó a Petro a decretar el estado de Excepción. Una crisis se superpone a la siguiente.
Petro no quiere pasar a la historia como un presidente irrelevante o ineficaz. En su Gobierno ha tenido a miembros de todas las sensibilidades, de derecha y centro. Ninguno de los cuatro ministros del Interior provienen de la izquierda. También ha buscado un acuerdo nacional y no lo ha conseguido. Siente que lo ha intentado de todas las maneras y que por errores propios o voluntades ajenas no ha logrado el cambio que se propuso cuando llegó el poder. Ahora quiere concretarlo a través de las urnas, aunque sea una apuesta arriesgada. Petro se la juega a todo o nada.
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