Carmelina Yule, la lideresa indígena asesinada por plantar cara a las disidencias de las FARC
La dirigente nasa era reconocida por defender los derechos de la mujer en su comunidad y hacer frente al reclutamiento de niños. Su muerte desató una crisis entre la facción de Iván Mordisco y el Gobierno
Carmelina Yule Paví imaginó varias veces que la defensa de su pueblo le iba a costar la vida. Tenía razones para temerle a la muerte: integraba la Guardia Indígena del Cauca, estaba amenazada y las disidencias de las FARC que se autodenominan como el Estado Mayor Central (EMC) cada vez se cernían más sobre las comunidades nasa de Toribío. Aun así, insistía en que no debía rendirse ante los grupos armados. “Si muero con este bastoncito, muero limpia”, solía decir en referencia al símbolo de autoridad con el que vigilaba el territorio. El fin de semana pasado sus temores se cumplieron: el EMC le disparó después de que la comunidad rescatara a un joven que el grupo armado había reclutado en una escuela. Tenía 62 años.
El recrudecimiento de la violencia durante el Gobierno de Iván Duque (2018-2022) ya había tocado de cerca a Carmelina. Dos de sus 11 hijos fueron asesinados: uno en 2020, en circunstancias de las que no hay mayor información, y otro al año siguiente, en un ataque en su vivienda. La lideresa responsabilizó al frente Dagoberto Ramos del EMC, que opera en esa zona, de la segunda muerte. “Ustedes me mataron a mi hijo, pero yo voy a seguir defendiendo el territorio. No me voy a asustar”, le aseguró a un integrante de la disidencia, según recuerda una amiga de la lideresa en conversación telefónica con este periódico. Carmelina no se dejó amedrentar y expresaba abiertamente el orgullo de que varias de sus hijas continuaran en las organizaciones de los resguardos.
A la muerte de sus hijos se sumaron los constantes reclutamientos de menores de edad nasa, que enfurecían a la mayora y que son uno de los mayores motivos de choque entre las autoridades indígenas y los grupos armados. Solo en 2023 hubo 150 casos de este delito en el Cauca, de acuerdo con una denuncia del Tejido Defensa de la Vida y los Derechos Humanos de Çxhab Wala Kiwe. “Ella tenía mucha indignación y siempre les exigió respeto. Decía que prefería morir antes de que se llevaran más jóvenes”, rememora por teléfono Ana María Ramos, coordinadora del movimiento Mujer Hilando Pensamiento. Precisamente, eso fue lo que hizo que Carmelina acortara un viaje y regresara el sábado pasado al resguardo, tras haber participado de la minga en Cali. Junto con otros líderes, se dio a la tarea de recuperar a un joven raptado en otro episodio de la creciente lucha entre líderes indígenas y grupos ilegales.
El asesinato de Carmelina no solo tuvo tanta repercusión por ser quien era, sino porque se dio en medio de esa puja por los jóvenes nasa. La expedición para rescatar al adolescente reclutado derivó en que la Guardia Indígena capturara a dos integrantes del Dagoberto Ramos. Eso llevó a que otros disidentes buscaran rescatarlos y terminaran disparando. La lideresa se desplomó con una bala en su cabeza, dos guardias fueron heridos y la llama del hartazgo se terminó de encender. Al día siguiente, Carmelina falleció y el presidente Gustavo Petro decretó la suspensión del cese al fuego con el grupo disidente en el Cauca y en los vecinos departamentos de Valle del Cauca y Nariño. El lunes, los disidentes reiteraron su ensañamiento con los indígenas: dispararon contra el féretro en el que los nasa llevaban los restos de la mujer asesinada.
El liderazgo de Carmelina
Carmelina creció en un hogar violento, según contó en un homenaje que le hicieron las comunidades nasa en septiembre de 2021. “Éramos tres hermanas y a las cuatro de la mañana nos levantaban a hacer el desayuno. Si no nos queríamos levantar, nos echaban agua. Mi papá era muy drástico. Mi mamá y nosotras crecimos así, con ese castigo”, relató. “Por ese maltrato yo de 14 años me quedé con mi esposo”, agregó, en un relato que recuerda la realidad de los indígenas nasa a mediados del siglo XX.
Se formó como lideresa con Álvaro Ulcué Chocué, un sacerdote católico indígena que promovía la teología de la liberación, una lectura de la Biblia desde la experiencia de los oprimidos. Ulcué llegó a Toribío en los años setenta y fue asesinado por dos hombres armados en 1984, en un contexto de luchas de las comunidades indígenas por la tierra. Yoli Chante Salazar, otra amiga de Carmelina, explica por teléfono que el sacerdote “decía que las mujeres no debían dejarse maltratar, que eran iguales”. Desde entonces, la lideresa asistió a todos los cursos que pudo. “Era una mayora que en todo momento se estaba capacitando”, añade.
La comunidad reconocía a Carmelina como una referente de sabiduría. Sus amigas, sin embargo, cuentan que ella no se concebía así y que lamentaba no saber leer ni escribir, algo que sus padres le impidieron por considerar que no era necesario para las mujeres. Le angustiaba no poder responder por WhatsApp a convocatorias de tejido y tener que pedir ayuda. Pero sus compañeras le recordaban la importancia de otros conocimientos, según cuenta Leidi Paví, una vecina, en un audio de WhatsApp. “No se preocupe por no saber leer libros. Usted sabe leer algo más importante: la naturaleza”, le decían. Yoli coincide, y afirma que Carmelina tenía sabiduría emocional para responder ante las tragedias, como el asesinato de la lideresa Cristina Bautista en 2020, presuntamente a manos del mismo Dagoberto Ramos. Yoli recuerda que ese día su amiga le dijo que la naturaleza y los espíritus no las iban a dejar solas y que estaban tan tristes como ellas por esa muerte.
Una de las enseñanzas de la mayora, que se enojaba cuando sus compañeras no priorizaban lo espiritual, fue la manera de calmar las desarmonías del territorio. “Cuando el cielo tronaba, nos decía: ‘Vean, escuchen que está hablando la naturaleza’. Siempre nos mandaba a brindar y las cosas se calmaban”, cuenta Yoli. También explicaba cómo pedirle permiso a las plantas para usar sus hojas en los tejidos. “Era una ofrenda de reciprocidad. Le pedía a la mata que le regalara hojitas y le prometía: ‘Yo luego te traigo abono para que me des más fibras”, narra su amiga. Insistía, además, en llevar mochilas a las tiendas y en no utilizar bolsas plásticas. “Miren que el tema del calentamiento global es porque nosotros estamos contaminando”.
Tejidos
Los tejidos eran fundamentales en la vida de Carmelina. A través de ellos, encontró la forma de expresar sus ideas y aportar económicamente —tuvo una tienda para vender sus creaciones—. “El tejido es como la vida, que tiene obstáculos. A veces hay que dar dos pasos para adelante y luego tres atrás”, era uno de sus consejos, según Yoli. “Si uno no teje, vive enfermo, amargado y con dolores. Tejer es para dar tranquilidad, sanar el alma y el corazón”, era otro, reitera Yoli. Cofundó el grupo Tejedoras AMA, fue profesora de la Universidad Autónoma Indígena Intercultural e incentivó que las mujeres vieran en esta práctica una forma de ser más independientes. “Jóvenes, aprendan a tejer. Porque yo a partir del tejido apoyé la economía del papá de mis hijos”, recuerda Ana María que aconsejaba Carmelina.
Varias de las compañeras consultadas la describen como alguien que abrió caminos para otras mujeres. Las invitaba a reuniones, muchas veces en su casa, en las que compartían las situaciones de violencia que atravesaban. Carmelina insistía en que su experiencia de vida le había enseñado a no permitir malos tratos. También enfatizaba, según rememoran ellas, que las mujeres trabajaban más de lo que se les reconocía. “A veces los hombres quieren que una cumpla horarios y no tienen en cuenta que las mujeres trabajamos el triple. Somos las primeras que nos despertamos —lavamos, cocinamos, cuidamos animales, tejemos— y las últimas que nos acostamos. Nadie nos paga por lo que hacemos y nos dejamos explotar”, reflexionaba.
Las mujeres, para Carmelina, también tenían un rol particular en la defensa de su comunidad. En la memoria de Ana María quedó que la lideresa planteaba “que la Madre Tierra era mujer”. “Si nosotras no defendemos el territorio, nadie lo va a hacer”, recuerda que afirmaba la mayora, mientras evocaba cómo a finales del siglo pasado los nasa habían recuperado tierras que estaban en manos de grandes hacendados. Yoli, por su parte, tiene presente que la lideresa hablaba de un rol protector femenino. “Siempre decía que las mujeres somos la fuerza de los hombres y que tenemos que ir adelante para que ellos nos sigan los pasos. Y defenderlos, porque si van al frente están en mayor riesgo”.
Emergencia
Tras el asesinato de la mayora, el panorama para los indígenas del norte del Cauca es todavía más preocupante. El EMC ha intensificado el hostigamiento: ya se registraron dos nuevos intentos de reclutar jóvenes —frustrados por las autoridades indígenas— y una bomba en el vehículo de un dirigente social. La Asociación de Cabildos Indígenas de Toribío, Tacueyó y San Francisco se declaró el lunes en emergencia humanitaria y territorial y ordenó a la guardia indígena la captura de cinco integrantes del frente Dagoberto Ramos, a quienes acusan de ser los responsables del asesinato.
La rabia de la comunidad se entremezcla con la determinación de sacar a los armados del territorio, según cuenta Leidi Paví. “La muerte de Carmelina ha despertado la rebeldía y el corazón nasa guerrero para que lo que pasó no vuelva a suceder. Esta es una comunidad ancestral, aquí mandamos nosotros y no pueden mandar más los que tienen las armas”, subraya. Ana María, en tanto, comenta que no dejó de pensar durante el velorio de su amiga en la vulnerabilidad de las mujeres que alzan la voz contra los reclutamientos. “Hoy nos quieren callar, pero honraremos las palabras de la mayora”. Yoli Chante concluye que Carmelina nunca se desanimó. “Se ponía el chaleco, se ponía su bastón y era la primera en caminar”.
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