Mariana Mazzucato, economista: “El Estado no debe corregir los mercados, debe formarlos”
Una de las protagonistas del Hay Festival de Cartagena propone cambiar la lógica de la política económica para que el trabajo conjunto entre lo público y lo privado se enfoque en solucionar problemas concretos
La economista italo-estadounidense Mariana Mazzucato, una de las más influyentes del momento y quien tiene proyectada una reunión con el presidente colombiano Gustavo Petro este lunes, es contundente. “La inflación masiva en el mundo se dio cuando las compañías de alimentos y energía tuvieron utilidades enormes, y no porque hubieran hecho algo para ello sino por factores externos”, dice en un patio colonial, en un receso entre dos intervenciones en el Hay Festival de Cartagena de Indias. Momentos antes, en una charla con la zimbabuense Tsitsi Dangarembga, la estadounidense Rebecca Solnit y el colombiano Mauricio García Villegas, dejó claro su énfasis en las soluciones. “Estoy de acuerdo en que el capitalismo es destructor, pero no podemos quedarnos en la crítica. ¿Cómo lo resolvemos?”, dijo. “Soy progresista, claro, pero hay que encontrar soluciones”.
La profesora de Economía de la Innovación y Valor Público, y directora del Instituto para Innovación y Propósito Público del University College de Londres (UCL), que inicia una asesoría con el Departamento de Nacional de Planeación (DNP), propone que el Estado recupere la iniciativa en la política económica, impulsando proyectos para solucionar problemas concretos, como lograr ciudades con cero emisiones, eliminar la desigualdad digital o lograr un turismo sostenible. La propuesta, sin embargo, no es contraponer los sectores público y privado, sino lograr que se complementen con un Estado líder, activo, como explica en esta entrevista con EL PAÍS.
Pregunta. Su propuesta se enfoca en encontrar soluciones a los problemas que tiene el estado actual de cosas...
Respuesta. Sí. Yo trabajo con gente en los Estados, en el terreno, y veo que es difícil. Cometen errores, claro, pero es porque están tratando de encontrar salidas. Decir que todo es malo, que los políticos y empresarios son corruptos y ya, no refleja la realidad. Claro, muchos son así, pero no todos, y tenemos que enfocarnos en aprender cómo hacer mejor aquello en lo que se comenten errores.
P. Es la idea de que los Estados deben encontrar metas para solucionar problemas específicos.
R. Sí. Por eso escribí Misión economía: Una guía para cambiar el capitalismo. Es preguntar por qué sabemos hacer las guerras como misiones, volcando todos los recursos públicos y privados en una meta, pero no lo hacemos con los problemas sociales. Lograr la vacunación mundial en una pandemia requiere un tipo de colaboración diferente a la usual, una alianza público-privada para solucionar un problema. Para eso se necesita un Estado que trabaje entre sectores, con diferentes Ministerios, como puede hacer el Departamento de Planeación Nacional en Colombia. Para resolver los problemas de salud no basta el Ministerio de Salud. Nuestros grandes desafíos son el clima, la salud, la biodiversidad, la exclusión.
P. ¿Cómo convertirlos en oportunidades?
R. Debemos buscar inversiones e innovación, y no solo pensar en bienes públicos, sino en el bien común. Eso significa dejar de pensar que el Estado solo debe intervenir en los mercados para corregir sus problemas, para que pase a crear los mercados que se necesitan para solucionar los problemas. Porque nunca se solucionarán si el Estado solo llega a corregirlos. Eso lo hace llegar tarde, hacer poco, ser reactivo e incluso un poco triste.
P. ¿Triste?
R. Sí, porque los funcionarios sienten que solo están ahí para corregir. No pueden innovar, proponer.
P. ¿Qué hacer?
R. Necesitamos Estados que formen mercados. Durante la pandemia se colaboró para producir ocho vacunas, pero la distribuimos al viejo estilo, con una privatización excesiva del conocimiento, de las patentes, los precios. Así, África no podía producirlas ni comprarlas y terminó dependiendo de la filantropía. Mucha gente murió en el sur global por eso.
En mi trabajo sobre América Latina he propuesto una estrategia industrial que no parta de subsidios para uno o dos sectores de los que se extraigan rentas, sino a uno que busque resolver problemas. Eso requiere gran inversión pública, claro, pero es lo que literalmente llevó al hombre a la Luna. La NASA, una entidad del Estado, contrató a privados con condiciones fuertes, atadas a los resultados, para resolver mil problemas relacionados con lograr ese objetivo. Se pudo, y además se lograron innovaciones como la leche de fórmula, los teléfonos con cámara o software. Eso es lo que hay que hacer con el clima, para poder extraer litio con menos agua, por ejemplo.
P. No se trata de nacionalizar recursos...
R. No, para nada, es crear incentivos y condiciones para que las empresas que extraen litio lo puedan hacer de manera sostenible. Exigir resultados y reinversión de las utilidades en las comunidades. De hecho, las comunidades locales deben estar sentadas en la mesa que defina esas condiciones, superar el paternalismo.
P. ¿Y los errores?
R. Para eso se necesita crear espacios en los que los funcionarios puedan innovar. En Chile existe ya el Gov Lab, un espacio para experimentar y estudiar cosas cómo qué diablos son las compras públicas orientadas a resultados. Pueden aprender por ensayo y error, algo que permitimos e incluso incentivamos en la comunidad empresarial, en los emprendedores, y no entre los funcionarios. Pero, para aprender a montar en bicicleta, todos nos caímos. No, si intentan una solución y se equivocan, al día siguiente están en la portada de los medios, en los debates políticos…
P. Alineado con eso, pueden terminar investigados.
R. Sí, el temor a la corrupción (que es terrible, y es global… en el Reino Unido, en Italia hay corrupción) no puede ser el objetivo de la política de compras públicas. En Italia, las compras las hace la agencia anticorrupción, y eso la aleja de resolver problemas diferentes a evitar la corrupción. Esa lucha se debe dar en los procesos, no como objetivo final de las compras. Se debe contratar es con la meta de vacunar al mundo entero o eliminar la brecha digital, y crear entre los funcionarios el deseo de experimentar, la aceptación de la incertidumbre, el deseo de trabajar en equipo.
P. ¿Eso basta?
R. No, también hay que invertir, invertir e invertir en el cerebro del Gobierno. Eso no se hace por el outsourcing masivo en ideas a través de las firmas consultoras, que critico en mi libro más reciente con casos como el de la covid en el Reino Unido. Le pagaron 1,5 millones de libras al día a Deliotte para hacer pruebas y seguimiento de contactos, algo de lo que no saben nada. Saben de evasión de impuestos, claro, pero no de epidemiología o cambio climático, pero Australia le pagó seis millones de dólares a McKinsey para hacer una estrategia ambiental cuando habían financiado un grupo de expertos, el CIRSO.
P. ¿Por qué lo hacen?
R. Para que sus políticas tengan el sello de una consultora y así evadir la responsabilidad política de sus decisiones. Y eso termina infantilizando al Estado, y más cuando los funcionarios pierden la posibilidad de enfrentar problemas retadores, de proponer y experimentar soluciones. Hay un círculo vicioso: como el Estado solo responde a fallas del mercado, no invierte en nada más ambicioso que algunos vendajes, y eso crea una hemorragia de talento, gente que se va a un sector privado.
P. Usted dice que ese sector debe tener utilidades, pero no excesivas. ¿Cuánto es suficiente? ¿Cuánto es demasiado?
R. El exceso es lo que vimos recientemente, una inflación global masiva en la que las compañías tienen utilidades enormes sin que hayan hecho nada por ellas. No invirtieron en una nueva tecnología, nada. Solo hubo cambios enormes en la cantidad de hidrocarburos producidos o problemas en las cadenas de distribución por los confinamientos. Son factores externos que dieron utilidades enormes a empresas de alimentación o energía. Eso es exceso, que se puede definir en relación con lo que hizo la empresa para lograr las utilidades. ¿Hiciste algo para merecerlas, o es algo externo? Si pides ayuda al Estado para que te salve de quiebras por choques externos, socializando los riegos, pues aporta mucho más cuando esos choques te dan utilidades enormes, socializando de nuevo. Eso sería coherente.
Si queremos una economía capitalista más innovadora, como dicen todos, entonces eliminemos las rentas. Es lo que pedían los clásicos como Adam Smith o David Ricardo. Eran mercados libres de rentistas, no del Estado. Necesitamos reinversión en la economía, utilidades que vengan de avances, no estructuras como la actual del sistema financiero de comprar y vender activos que ya existen en milisegundos. Para evitar esa renta, podríamos tener un impuesto a las transacciones financieras del 1%, que recogería trillones de dólares que podríamos usar para invertir en alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible. Necesitamos un sistema tributario que premie los buenos comportamientos de inversión.
P. Y que tengan impuestos a las utilidades extraordinarias, los windfall taxes…
R. Claro, pero también un impuesto a las ganancias de capital, que en muchos países es del 0%. Nadie paga impuestos a las utilidades empresariales. Los grandes pagos a los directivos de las empresas se hacen en acciones que luego venden sin impuesto. Las deducciones al impuesto a las ganancias de capital deben condicionarse a inversiones a 10 o 15 años, el tiempo que necesita la mayoría de innovaciones que importan para encontrar soluciones en el clima, la salud, cuestiones como el agua. Se debe premiar a las compañías en el largo plazo, no en el lucro inmediato. Es obvio.
P. Usted habla de una juventud impaciente. ¿Será esa generación la que logre los cambios que propone?
R. Sí. Los jóvenes no son codiciosos, ni es cierto que solo piensen en sus celulares. Los usan mucho porque es la tecnología actual, es normal. Pero les preocupa mucho el clima, la injusticia, lo que ocurre en Israel y en Gaza, más allá de qué lado apoyan. Son jóvenes que sueñan, que están molestos, ansiosos e impacientes porque ven cómo funciona el mundo.
P. ¿Qué hacer?
R. Primero, involucrarlos. Yo codirijo la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua, y trajimos voces de jóvenes a la mesa. También hay que asegurarse de que al crear centros juveniles como parte de una política social, queden en el corazón de un sistema de innovación. Usualmente se piensan los sistemas de innovación con metas en ciencia o industria y actores como los bancos públicos, y de otro lado el bienestar social con centros juveniles o comunitarios, y objetivos como el cuidado y la igualdad. Deberíamos asociar las dos cosas para realmente invertir en inteligencia colectiva. Se sabe que más perspectivas ayudan a innovar más. Si somos los mismos de siempre diciendo lo mismo de siempre, es difícil ser creativos.
P. ¿Sería una manera de convertir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en misiones?
R. Aclaro que para mí los ODS no son misiones, son desafíos. Las misiones están en un nivel inferior. Hoy hay 17 ODS y 169 metas. Entre los dos deberían estar las misiones que agrupen a diferentes sectores para resolver un problema.
P. Es un reto enorme porque, por lo menos en América Latina, tenemos Estados débiles.
R. Sí, con un problema enorme adicional: todas las misiones, en clima, salud o cualquier cosa, pasan por los datos. Cifras de emisiones, por ejemplo. Pero si los funcionarios no tienen ni idea de tecnología, porque estas mega compañías con utilidades excesivas se llevan a todo el talento ―como pasa con la IA por primera vez en la historia, antes siempre había grandes cerebros en los Estados―, tenemos un problema adicional que los Estados ni entienden lo que está ocurriendo. Aunque debo decir que he visto más entusiasmo en el sur global que en el viejo occidente. Por ejemplo, funcionarios jóvenes, en sus treintas, en el Ministerio de Finanzas de Brasil, con ganas de crear, de innovar. Ellos dan esperanza.
P. Menciona dificultades en lo que se suele llamar Occidente.
R. Veo una gran pérdida de legitimidad por la situación geopolítica de Gaza. No diré más… es decir, lo que ocurrió el 7 de octubre es terrible, y los responsables deben ser juzgados. Es terrible lo que pasó después, y también se debe juzgar a los responsables. Pero los jóvenes, impacientes con el clima y demás, miran cómo interactúan los Estados y están perdiendo la fe. Y si la pierden, no votan. Y si la gente no vota, ¿quién gana? Los Trump, los Boris Johnson. Hay que crear confianza en los procesos, o por lo menos interés en ellos. Porque si se pierde toda fe en la política y se siente que toda es corrupta, estamos perdidos.
P. ¿Y cómo crear, o proteger esa confianza?
R. Con acciones. La izquierda se ha preocupado mucho por la redistribución y sí, es importante, me importa, pero tiene que haber algo para redistribuir. Crear cosas nuevas, innovar. Sin confundir el precio por el valor de las cosas, hay que redefinir lo que tiene valor para crearlo y poderlo redistribuir. Mientras solo la derecha hable de riqueza e innovación, y solo la izquierda piense en pobreza, igualdad y redistribución, no hay forma de ganar las elecciones y cumplir con lo prometido.
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