La política local, trampolín y refugio de los presidenciables colombianos
La carrera política se labra ahora en las regiones en lugar de en el Congreso, hundido en el descrédito y sin líder de la oposición
A Rodolfo Hernández cualquier silla le habría parecido mejor que una del Senado. El indescriptible político que agitó la campaña colombiana en 2022 y logró que 10,5 millones de personas votaran por él como presidente, apenas duró dos meses en la curul que se había ganado. Con un profundo desprecio hacia el Congreso ―del tamaño del aprecio por su persona― se despidió con esta frase: “Es como tener a Lionel Messi de portero”. Y se volvió a Bucaramanga, origen y destino de su carrera a la Presidencia. La teoría política lo colocaría como líder de la oposición, pero el exalcalde santandereano no estaba para eso. “Lo más valioso son las acciones y no la habladuría”, zanjó como adiós.
Su idea sobre el Congreso no dista mucho de lo que los ciudadanos de a pie piensan de la institución, con una desaprobación superior al 70%. Un descrédito al que se suma que, como el apodado ingeniero Hernández, los presidenciables ya no salgan de sus Cámaras. La carrera política tradicional ya no se labra en el Congreso, el lugar donde el actual presidente Gustavo Petro vio crecer su figura como azote del expresidente Álvaro Uribe. Los presidentes, o candidatos a, ahora llegan desde las regiones, en un camino de ida y vuelta con el que buscan primero la notoriedad y después, la permanencia. Los más recientes son el propio Hernández (Bucaramanga), Fico Gutiérrez (Medellín) o Álex Char (Barranquilla), que después de su mayor o menor éxito en la campaña presidencial lucharán en las elecciones regionales del 29 de octubre por recuperar las alcaldías que un día fueron suyas. Es la forma que tienen de sobrevivir en el panorama nacional.
Esta nueva forma de hacer carrera política ha ido en paralelo a la crisis de los partidos. Los años en los que las bancadas del Congreso eran azul (del Partido Conservador) y rojo (del Liberal) hace tiempo que quedaron atrás. El Senado saliente de las urnas en 2022 cobija a 12 partidos, coaliciones o movimientos. Los partidos tradicionales han perdido fuerza y ya no tienen la capacidad de movilizar a sus cada vez menos numerosas bases en torno a un candidato de la casa. Los ciudadanos también han perdido interés en las siglas, como se ve en las encuestas, y los nombres y el discurso propio se imponen a ideologías o programas. Los cuatro candidatos presidenciales de 2022 habían sido alcaldes de grandes ciudades, alejados de los partidos políticos de siempre.
Uribe fue uno de los primeros en inaugurar esta forma de llegar al primer cargo del Estado. El expresidente accedió al Palacio de Nariño en 2002 desde la Gobernación de Antioquia, siendo al inicio un desconocido en Bogotá. Después de ser alcaldes de la capital, también lo intentaron sin éxito Antanas Mockus ―llegó a la segunda vuelta― y Enrique Peñalosa. Figuras, algunas de ellos, que ocupan ese papel de candidato de la antipolítica, antiestablecimiento o outsider, como le gustaba presentarse a Hernández, aunque no fuera un recién llegado.
El sistema actual devora los partidos como lo hizo en los últimos años con el Centro Democrático, formación que creó el expresidente Uribe en 2014, y que ese año alcanzó la segunda vuelta con Óscar Iván Zuluaga, y en 2018 la presidencia con Iván Duque. En las pasadas elecciones, el partido ni siquiera presentó un candidato propio y se cobijó en el apoyo a Federico Gutiérrez, que no pasó a la segunda vuelta a pesar de contar con el beneplácito de todo el establishment conservador. Muchos de estos votos fueron a parar a manos del populismo que propagó en campaña el multimillonario Hernández.
Con este panorama, la vida política podría parecer corta y el relevo de caras constante, pero nada más lejos de la realidad. Los eternos aspirantes colombianos han encontrado su refugio político en las regiones, donde más que partidos funcionan los clanes, las familias, los entramados y las coaliciones imposibles que apoyan a uno u otro candidato gracias a acuerdos que pueden responder a todo menos a la cuestión ideológica. Ejemplo de ello son Char, en Barranquilla, o Gutiérrez, en Medellín, donde lideran las encuestas para recuperar la alcaldía y desde donde prometen rearmar una oposición al Gobierno central que está huérfana en el Congreso. Si lo logran, nadie descarta que vuelvan a intentarlo en las próximas presidenciales. El centralismo colombiano que convierte a Bogotá en el núcleo del país pierde su razón de ser en la política, donde el camino de ida y vuelta desde las regiones a la carrera por la Presidencia es tan rápido, diría Hernández, como tener a Messi de delantero.
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