Char, Fico, Rodolfo y Dilian: las elecciones regionales arrancan con candidatos sin rival
Mientras las pujas por las alcaldías de Medellín y Barranquilla tienen candidatos sin rivales viables, en Bogotá no hay figuras tan conocidas como las de años recientes
Las elecciones regionales de octubre, en las que se elegirán a los gobernadores y diputados de los 32 departamentos de Colombia, así como a los alcaldes y concejales de 1.102 distritos y municipios, arrancan más frías de lo usual. Varias de las principales alcaldías y gobernaciones tienen ganadores virtuales, no hay presidenciables famosos luchando por el gobierno de Bogotá, y los partidos están menos cohesionados que en años anteriores, por lo que no tienen estrategias nacionales fuertes. “Están muy cantadas y, por lo tanto, aburridas”, resume el estratega Carlos Suárez. “No hay emoción. La gente está muy apática”, coincide su colega Augusto Reyes.
Para Reyes, las expectativas tras las elecciones más recientes y los limitados logros de los candidatos elegidos, tanto a las Alcaldías y Gobernaciones como en la Presidencia, explican parte del fenómeno. “La gente está muy aburrida en gran parte porque vienen decepcionados de la última elección. El cambio prometido no se ha sentido y eso erosiona mucho la confianza”, explica. Las encuestas recientes, como la de Invamer de las ciudades de este miércoles 30, o la Invamer Poll nacional más reciente, muestran la baja aprobación de los alcaldes y del presidente Petro, lo que da sustento a la apreciación del estratega.
A eso se suma que varias carreras parecen ya resueltas. La alcaldía de Medellín, la segunda ciudad de Colombia, tiene como virtual ocupante al exalcalde Federico Gutiérrez, quien fue candidato a la presidencia en 2022 e hizo campaña con permanentes críticas a Gustavo Petro, el hoy presidente que tiene muy baja favorabilidad en la capital de Antioquia. Gutiérrez lidera la encuesta Invamer publicada este miércoles con 63,3% de intención de voto, seguido por Juan Carlos Upegui, candidato del alcalde Daniel Quintero, con un 11,2%. De manera similar, en Barranquilla el muy popular exalcalde Alex Char tiene casi asegurado un tercer período en el cargo, con el 86,2% de intención de voto contra apenas 5,9% del segundo, Antonio Bohórquez.
Algo similar ocurre con varias de las Gobernaciones más poderosas del país. En el Valle del Cauca, el segundo departamento más poblado, la exsenadora y exgoberandora Dilian Francisca Toro tiene tanta fuerza que el opositor Partido Verde tiene vallas que piden votar por su lista a la Asamblea porque hará control político. Algo similar ocurre en Cundinamarca, el tercer departamento en población, con el exgobernador Jorge Rey, o en Santander, el sexto, con el excandidato presidencial Rodolfo Hernández.
La situación no es enteramente nueva, argumenta Suárez. “Hace cuatro años Valle y Cundinamarca estaban igual”, rememora. Pero las definiciones en Medellín o Cali no tenían un líder tan fuerte. Y en Bogotá la hoy alcaldesa Claudia López, que venía de ser precandidata presidencial, encabezaba una apretada puja con el exsenador Carlos Fernando Galán. Las elecciones de la capital, que concentra uno de cada cinco votantes, mantenía la emoción y era una plaza de pesos pesados de la política nacional: en 2015 Enrique Peñalosa, candidato presidencial en 2014 y precandidato en 2010, les ganó a Rafael Pardo, aspirante al Ejecutivo nacional en 2010, a Clara López, fórmula vicepresidencial en 2010, y a Francisco Santos, vicepresidente entre 2002 y 2010 y fórmula vicepresidencial en 2014. Cuatro años antes había sido elegido Gustavo Petro, que ya entonces había sido derrotado en su primera aspiración presidencial; el segundo lugar lo ocupó Peñalosa.
No es lo usual. Las elecciones regionales y locales suelen producir tanta atención que en los últimos 25 años siempre han visto menos abstención que las nacionales. Están en juego cargos muy importantes para la vida cotidiana: los alcaldes son los encargados de la golpeada seguridad urbana o de resolver los problemas de movilidad. Además, los concejales y los diputados son eslabones fundamentales en una estructura política nacional, como la que están llamados a tener los partidos.
Este año, además, las elecciones se celebran en un contexto de gran incertidumbre política. El presidente Gustavo Petro es el primer izquierdista en llegar a la Casa de Nariño en décadas, y los poderes locales pueden ser frenos o aceleradores fundamentales para su agenda de cambio que ha generado un gran debate en la sociedad colombiana. El 30 de octubre habrá mandatarios regionales electos con legitimidad fresca y capital político para gastar, que comparten con sus congresistas aliados. Si su tendencia es opositora, el Gobierno se podrá enfrentar a un obstáculo renovado, sustancialmente mayor al que hasta ahora ha representado el bloque mayoritario de gobernadores que hace dos semanas pidió la renuncia de su ministro de Interior.
Sin embargo, la campaña no será directamente una prueba de la popularidad de Petro y de su capacidad para implementar sus reformas: no se trata de un enfrentamiento entre el partido de Gobierno, o los partidos de una coalición definida, y las estructuras rivales. Es un choque, más bien, que obedece a lógicas locales, en las que los partidos que avalen formalmente o apoyen informalmente a un candidato pueden ser muy poco relevantes en el debate y la decisión de los electores. Decenas de candidatos se lanzan recogiendo firmas ciudadanas, e incluso llegan a ser la mayoría y los más viables en algunos lugares. Por ejemplo, en Cali se lanzaron por esa vía seis de los 10 aspirantes a la Alcaldía, incluyendo a Roberto Ortiz, Diana Rojas, Alejandro Éder y Miyerlandi Torres, que han ocupado los tres primeros lugares en las encuestas conocidas hasta ahora. En Medellín, de los 16 candidatos inscritos, 10 se presentan por firmas.
Cuando no se trata de firmas, en las elecciones se presenta un enjambre de partidos, en muchos casos sin ideología definida o conocida. Se enfrentan con alianzas variadas, de tal manera que quienes en un lugar son rivales, en otro son aliados, o partidos que en el Congreso están en orillas opuestas, pueden ser aliados en lo local, y algunos candidatos pueden buscar avales de cualquier sector. Un caos visible es el del exgobernador de Cundinamarca Jorge Rey, quien fue congresista del partido de centroderecha Cambio Radical. Para regresar al poder regional buscó el aval del gobiernista La Fuerza de La Paz, de Roy Barreras, y luego del opositor y derechista Centro Democrático. Terminó avalado por Colombia Renaciente y 13 partidos más, que van desde la Fuerza de la Paz y el partido gobiernista indígena MAIS, hasta el partido cristiano de derecha Colombia Justa Libres, o Creemos, del fallido candidato presidencial de la derecha Federico Gutiérrez.
A eso se suma que las fuerzas nacionales no tienen estrategias fuertes en las regionales y el Pacto Histórico, la coalición de partidos y movimiento que eligió a Gustavo Petro en la presidencia, casi no tiene apuestas: “En la alcaldía de Bogotá nos jugamos la supervivencia”, explicó a este diario su candidato en Bogotá, Gustavo Bolívar. Eso no solo significa que los resultados del 29 de octubre difícilmente se podrán interpretar en clave nacional, sino que las emociones que mueven la política en ese nivel, el apoyo o rechazo al cambio que propone el presidente, difícilmente se mantienen vivas al definir un concejal o un gobernador.
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