Laura Ardila: “La historia de los Char nos habla de la tragedia de la política colombiana”
La periodista lanza su esperado libro ‘La costa nostra’, la historia no autorizada del clan político más poderoso del país
A pesar de la brisa que llega del río Magdalena, es una tarde abrasadora en Barranquilla. El sol de las tres rebota en las losas del flamante Gran Malecón. Laura Ardila, la curtida periodista que se prepara para presentar su libro La costa nostra, la historia no autorizada de los Char, la familia que domina la política, los negocios e incluso el fútbol en la principal ciudad del Caribe colombiano, se disculpa por llegar con unos pocos minutos de retraso e invita de inmediato a buscar la sombra para poder conversar.
Dice que es una de las primeras ocasiones en que se anima a salir a la calle desde que reveló en julio que la editorial Planeta desistió de publicar La costa nostra a última hora por temor a una demanda, una decisión que desató un intenso debate sobre la libertad de prensa. Aunque Ardila recibió un alud de solidaridad, la prensa barranquillera a duras penas registró un episodio que también le valió hostigamientos y amenazas en redes sociales. Casi de inmediato descubrió que no era una reacción espontánea, a pesar de la innegable popularidad del exalcalde Alejandro Char, o Alex, que es de nuevo el candidato archifavorito en las elecciones de octubre. La Unidad Nacional de Protección le va a asignar un esquema de seguridad, y sopesa mudarse de la capital del Atlántico. Como reportera, no se siente cómoda convertida en la noticia, tanto así que cuenta que durante su primera entrevista sobre el tema se arrancó el esmalte de las uñas sin darse cuenta.
Los intentos por interpelar el poder de la llamada casa Char en Barranquilla suelen acabar silenciados, pero en su caso esa no era una opción. Muy pronto, la editorial independiente Rey Naranjo se mostró dispuesta a retomar la publicación de La costa nostra, que este fin de semana llegó a las librerías. El libro narra la historia del clan político más poderoso de Colombia, desde la llegada al Caribe del abuelo de Alex Char, oriundo de Damasco, hasta la famosa escena romántica en otro tramo del Malecón entre el exalcalde y Aída Merlano, la excongresista condenada por compra de votos que ha señalado como los grandes cerebros de la corrupción electoral en el Atlántico a los clanes Char y Gerlein.
La hegemonía regional de los Char, aliados del ex vicepresidente Germán Vargas Lleras en el partido Cambio Radical, ya tiene casi 16 años. Con sus gorras raídas, barba de dos días y zapatos deportivos, Alex Char se ufana de haberle cambiado la cara a la cuarta ciudad más poblada de Colombia durante sus dos períodos, de 2008 a 2011 y de 2016 a 2019. Desde la Alcaldía, pavimentó barrios populares, construyó colegios, hospitales, parques y canalizó los arroyos. Barranquilla ya no es ‘la arenosa’, el apodo que se ganó por sus calles polvorientas. La ciudad dejó de darle la espalda al río y levantó una envidiable infraestructura deportiva con estadios de básquet, fútbol o beisbol.
“El Malecón es la obra física que simboliza el proyecto de los Char y de sus cuatro contratistas aliados, los Daes y los demás, a los que les han entregado las grandes obras de Barranquilla”, dice Ardila. “Es una obra que evidencia además la complejidad de los Char, un grupo periodísticamente fascinante de cubrir, porque tienen sombras, pero al tiempo muchas luces. Está la vista al río, la belleza y majestuosidad de esta obra, la cantidad de dinero que uno puede ver invertida, y el cemento, que es la herencia principal que ha dejado un proyecto como este”, explica. Es un sistema de contratación eficiente pero bastante sospechoso, subraya. Y para rematar, es también el sitio de la foto entre Aída Merlano y Alex Char.
Los Char “han demostrado una y otra vez una habilidad única para producir excelentes resultados empresariales y políticos en un país donde la gestión, ya sea en el sector privado o en el público, es siempre difícil; y, a la vez, son un grupo con múltiples vínculos —empresariales, políticos y hasta románticos— con personas del bajo mundo criminal”, escribe en el prólogo del libro Juanita León, la directora de La Silla Vacía, el medio en el que Ardila trabajó durante diez años.
Pregunta. ¿Existe el milagro barranquillero o es un mito?
Respuesta. Existe un proyecto de desarrollo que se puede ver, pero que quizás no ha sido contado en sus justas proporciones. Ha sido contado con mucho brillo, magnificando algunas cosas, sin tener en cuenta el costo que ha pagado la ciudad: ético, político y democrático. Es un desarrollo que además contrasta con la década inmediatamente anterior, una época de desgreño en una ciudad que llegó a ser considerada inviable. Pero cuando uno levanta la alfombra y empieza a preguntarse cómo han sido usados los recursos públicos, qué consecuencias para la democracia electoral ha tenido esto, quiénes se han enriquecido con este proyecto, empieza a verle las costuras. La pandemia desnudó la Barranquilla más allá del Malecón. Entonces yo no lo llamaría el milagro barranquillero.
P. ¿Aspira a que La costa nostra pueda romper lo que ha llamado el silenciamiento del debate público en Barranquilla?
R. Lo que siempre he aspirado con este libro es entender, un verbo que a mí me encanta en periodismo. Aportar elementos para que quienes lean esas historias entiendan mejor por qué las cosas funcionan como funcionan. Le tengo mucha fe a que eso alimente el criterio a la hora de tomar decisiones electorales. Si la controversia del libro abre discusiones en Barranquilla, pues muchísimo mejor.
P. ¿Por qué alguien que no sea barranquillero debería interesarse en la historia de los Char?
R. Es una historia que ayuda a entender cómo funciona el poder en Colombia. Los Char son el hilo conductor, pero su historia nos habla de la tragedia de la política colombiana. Sus comienzos hablan de los grupos que llegan enarbolando banderas de cambio y que luego terminan pareciéndose a lo que criticaban. También ayuda a entender la dinámica entre los grupos de poder regionales, en la periferia, y los grupos de poder en Bogotá, que se asocian, se vuelven aliados para proyectos electorales y hacen parte de las mismas prácticas cuestionables, pero que casi siempre se distancian a la hora de los líos judiciales. Es una dinámica perversa que evidencia un gran desprecio por la periferia. Y la historia de ellos entendida en el prisma de Aida Merlano es la historia del clientelismo y la corrupción electoral que tiene golpeadas a todas las regiones de Colombia.
P. ¿Teme que la etiqueten como enemiga de Barranquilla por interpelar a los Char?
R. Eso sí ha ocurrido, algunas de las narrativas que manejaron las bodegas [de redes sociales] tienen que ver con eso, pero también estoy muy confiada en que quien se tome el trabajo de leer lo que he hecho en Barranquilla, no solo el libro, se va a dar cuenta de que esa no es para nada la apuesta. No me considero enemiga de los Char, ni de ninguna fuente. No hay nada personal en lo que hago. Me tomo muy en serio mi deber de informar, lo hago sin importar cómo se llama el ser humano que está haciendo la movida de poder. No hay ninguna intención distinta de contar lo que ocurre acá.
P. El ascenso de los Char no se entiende sin el declive que representó para la ciudad el Movimiento Ciudadano de Bernardo ‘el cura’ Hoyos.
R. Fue una década de gobiernos de izquierda que llegaron con una promesa de cambio y que, paradójicamente, arrancaron de la mano de Fuad Char y en contra de los caciques tradicionales. En una ciudad republicana, libre pensante, construida por migrantes, cosmopolita, el cura tuvo una receptividad impresionante, sobre todo en algunos sectores de los extramuros. Fue una promesa de cambio que se fue desdibujando por el camino, tomando un matiz criminal, y termina con unos años de terror en los que el narcotráfico y el paramilitarismo lograron permear la contratación de Barranquilla. Son diez años que dejan a la ciudad quebrada, en grave crisis institucional, social, mental; había una gran desesperanza, y sobre esas cenizas emerge el proyecto Char. Pero con una particularidad, y es que hay unos poderes compartidos entre ambas épocas, el poder de los contratistas Daes, que se transforma y permanece.
P. Fuad Char es el patriarca, pero es con Alex que la familia alcanza una hegemonía que, si gana las elecciones de octubre, estará ininterrumpida por 20 años. ¿Cómo entiende esa figura carismática que representa Alex Char?
R. Alex Char tiene todo lo que puede soñar un político: carisma, sencillez, es un tipo físicamente agradable y tiene un músculo económico absolutamente envidiable. Hay quienes dicen que Alex Char es todo lo que el barranquillero quisiera ser, pero, además, en un país y en una región tan futbolera, tiene equipo propio con el Junior.
P. ¿Cómo explica que el escándalo de Aída Merlano, a pesar incluso de un romance que se hizo público, no haga mella en la popularidad de Alex Char en Barranquilla?
R. Se entiende cuando uno mira otros escándalos previos al de Aída en los que ya había demostrado ese teflón. Los Char lideraron la entrega del aval a la cuestionada Oneida Pinto en La Guajira en el año 2015; se aliaron con una cantidad de maquinarias cuestionadas; Alex Char fue un constructor privado que hizo unas casas que tuvieron grietas y generaron unos procesos judiciales en contra del distrito que han obligado a pagar de la plata de los barranquilleros una cantidad de dinero, y absolutamente nada de eso le había hecho mella. Ese teflón tan grande está relacionado con la narrativa del milagro barranquillero que han logrado establecer en el imaginario colectivo.
P. A pesar de que el proceso de Aída Merlano tiene a Arturo Char respondiendo ante la justicia, no rayó el teflón de su hermano Alex.
P. Sí hay unas consecuencias, una exposición nacional que no había antes. Los Char quedaron convertidos después de lo de Aída en el símbolo de ese clientelismo contra el cual ha votado Colombia en los últimos años. Siendo la maquinaria política más poderosa del país, representan esa vieja política que buena parte de Colombia no quiere. En ese sentido, sí hay un costo de imagen que ellos han pagado. El tema judicial de todas formas sigue muy abierto. Es una historia que refleja un trasfondo muy machista y muy clasista de la sociedad barranquillera.
P. ¿Por qué el Caribe parece concentrar una buena parte de los escándalos de clientelismo y corrupción que estallan en Colombia?
R. Yo lamento esa percepción. No existe ninguna evidencia de ningún tipo que permita afirmar que en el Caribe hay más clientelismo o corrupción que en el resto del país. Estoy absolutamente convencida de que en Colombia los poderes cuestionados regionales funcionan gracias a las élites de Bogotá. Parte del esfuerzo de mi trabajo es, siempre que cubro a un político regional, conectarlo con su padrino, su socio o su aliado en Bogotá, para evidenciar esa situación.
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