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Dos celulares, una linterna y los dibujos de Wilson: la comunidad y los niños dan pistas sobre los 40 días en la selva

Lesly, la mayor de los hermanos, utilizó objetos que encontró en la avioneta accidentada para improvisar un campamento en el que refugiarse junto a sus hermanos Soleiny, Tien y Cristin

Militares colombianos atendían el viernes a los hermanos rescatados en el interior de un avión medicalizado en San José del Guaviare.Foto: Reuters | Vídeo: EPV
Lucas Reynoso

Los cuatro niños indígenas rescatados el viernes en la selva colombiana han pasado sus primeros días de recuperación en el Hospital Militar de Bogotá. La directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Astrid Cáceres, comentó el lunes en Blu Radio que evolucionan de manera favorable y que ya pueden comer casabe (un pan de yuca), como pidieron desde un principio. Pintan y leen, bajo el cuidado de familiares de la madre —fallecida en el accidente de avión el 1 de mayo— y de una defensora del ICBF. Mientras, miembros de la comunidad indígena han relatado que varios objetos ayudaron a los niños durante los 40 días que permanecieron solos en la selva: dos celulares, una linterna, una caja musical, una botella y unos toldos.

Cuatro indígenas, que eran parte de una operación conjunta con militares, fueron quienes encontraron a Lesly Mucutuy (13 años), Soleiny Mucutuy (nueve años), Tien Noriel Ranoque Mucutuy (cinco años) y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy (un año). Nicolás Ordóñez los divisó entre la vegetación gracias al llanto del bebé. “Somos familia, venimos de parte de su padre, de su abuela”, les dijo, según contó en un vídeo que circula en redes sociales. “Tengo hambre, tengo mucha hambre”, le respondió Lesly. Unos pasos más atrás, vieron a Tien, acostado dentro de un toldo y con dificultades para caminar. “Mi mamá se murió”, les comentó.

El resto del grupo llegó después. Henry Guerrero, encargado de transmitir la noticia a la familia, contó el domingo en Caracol Televisión que los hermanos usaron varios objetos que encontraron en la avioneta estrellada. Tenían un toldo, una toalla, dos celulares ya descargados, una linterna y una botella de gaseosa vacía, que rellenaban con agua del río. “Cuando cayeron, lo primero que le vino a la cabeza [a Lesly] fue cómo utilizar eso para sobrevivir”, señaló el líder indígena. Permanecieron siempre cerca del río para mantenerse hidratados y aprovecharon los alimentos que había en el avión.

La comunidad explicó que los niños encontraron uno de los paquetes de provisiones de emergencia que lanzaron los militares. También recibieron uno de los panfletos escritos en español y en uitoto y escucharon el llamado de la abuela, que a través de unos altavoces les pedía que se quedaran quietos. No se les veían heridas, salvo por una en proceso de cicatrización en la cabeza de Lesly. Preocupaba, más bien, el tono débil de sus voces y el desgaste de las ropas, que estaban rasgadas y húmedas tras días de enfrentar las lluvias constantes de la selva.

El abuelo materno de los niños, Narciso Mucutuy, relató en unos vídeos difundidos el lunes por el Ministerio de Defensa que Lesly sacó a sus hermanos de la avioneta accidentada y consiguió ropa en la maleta de su madre fallecida. Los hermanos pasaron los primeros cuatro días cerca del aparato y se alimentaron con la fariña (una harina de yuca) que había empacado uno de los fallecidos para el viaje. Después, tras días en los que nadie aparecía, se alejaron de la aeronave: “Al ver que pasaron cuatro días, cogieron trocha para el monte. Ella [Lesly] decía que no sabía para dónde iba a salir”.

Los niños caminaron durante días, hasta que el cansancio les impidió continuar. “Ella ya no podía caminar, ya estaba muy cansadita, muy cansadita. Entonces se amontonaron en un solo lugar y se sentaron. Ella tenía a la niña pequeñita entre las piernas cuando los encontraron”, contó el abuelo. Según Narciso, los nietos no tuvieron miedo de la selva e hicieron frente a las lluvias sin problemas: “Cogían ramitas, hojas anchas y se descampaban debajo de eso”.

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Lesly le contó a su abuelo que solo sentían temor cuando oían el sonido de los helicópteros y cuando veían a los rescatistas a unos pasos de ellos. Creían que los iban a castigar por esconderse: “Nunca contestaban, pensaban que si los encontraban les iban a dar fuerte”.

Dibujo hecho por Soleiny Mucutuy desde el Hospital Militar, en Bogotá, donde ilustra a Wilson, el perro rescatista de las Fuerzas Militares
Dibujo hecho por Soleiny Mucutuy desde el Hospital Militar, en Bogotá, donde ilustra a 'Wilson', el perro rescatista de las Fuerzas Militares, que sigue desaparecido en la selva de Guaviare.FUERZAS MILITARES DE COLOMBIA

Los hermanos están pendientes de Wilson, un perro rescatista que los encontró, que los acompañó en varias ocasiones y que ahora está desaparecido. El fin de semana, Lesly y Soleiny le entregaron unos dibujos al comandante de las Fuerzas Militares, Helder Giraldo, para que Wilson sepa, cuando lo rescaten, que pensaron en él a lo largo de estos días. “Siempre bendecida”, se lee en un dibujo que también tiene una flor, un sol y una bandera de Colombia. “Wilson”, dice otro, en el que el perro aparece junto a unos árboles.

“No podemos equivocarnos en la toma de decisiones”

Una defensora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar está a cargo de los niños mientras se resuelve una disputa entre el padre de los dos hermanos más pequeños y la familia materna, ha informado la directora del ICBF. Según la funcionaria, los abuelos le han pedido al ICBF que acompañe a los niños directamente, y el Instituto está evaluando varias opciones para la vida de los hermanos una vez salgan del hospital. “Los niños van a quedar en el mejor lugar, donde podamos protegerlos […], tienen toda nuestra atención porque representan una historia muy particular”, ha remarcado Cáceres en Blu Radio. “No podemos equivocarnos en la toma de decisiones”.

Cristin, la menor de los hermanos, se encuentra en una sala de cuidados intermedios. “No por gravedad, sino porque es la más pequeñita”, ha resaltado la funcionaria del ICBF. Los demás evidencian sus gustos por rutinas que extrañaron en las últimas semanas: leer u oír cuentos, vestirse y comer casabe. Pero todavía no hablan mucho, según Cáceres: “A medida que haya más confianza, sabremos más”.

Una portavoz del Instituto agregó la tarde del lunes que los niños evolucionan bien y que han aceptado los tratamientos médicos. “Están muy bien de ánimo, han estado coloreando, dibujando. Les encanta conversar, han interactuado con los libros. Tienen muy buena disposición para estar en este entorno hospitalario”, informó. Asimismo, el Instituto ha establecido una mesa de coordinación con la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC) para que las medidas que se tomen “sean acordes a la cultura y la pertenencia étnica”.

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