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M-19: a 53 años del surgimiento de la primera guerrilla que firmó la paz en Colombia

Después de 16 años en armas, el M-19 pasó de ser una guerrilla urbana a configurar un movimiento político gracias a un acuerdo de paz pionero en Latinoamérica. Entre sus militantes estaba Gustavo Petro

M-19
Militantes de la guerrilla colombiana M-19, durante una visita a La Habana (Cuba), el 28 de abril de 1980.JAQUES LANGEVIN (ASSOCIATED PRESS)
Alejandro I. López

El antecedente directo a la aparición del M-19 en la vida pública de Colombia fueron las polémicas elecciones presidenciales del 19 de abril de 1970, que enfrentaron al conservador Misael Pastrana Borrero con el general Gustavo Rojas Pinilla, entonces líder de la Alianza Nacional Popular (Anapo), partido que plantó cara al Frente Nacional, el pacto político entre liberales y conservadores para mantenerse en el poder. El sorpresivo triunfo de Pastrana, señalado por la amplia base social de Rojas como un fraude, motivó unos años después la formación de la guerrilla “Movimiento 19 de abril” o M-19. La radicalización del movimiento estudiantil y académico contra el fraude provocó que Jaime Bateman, Álvaro Fayad, Iván Mario Ospina, Carlos Pizarro Leongómez y Luis Otero Cifuentes, entre otros, formaran el primer núcleo de la guerrilla.

El M-19 a escena: el robo de la espada de Bolívar

Tres días antes de su escandalosa irrupción, el grupo guerrillero lanzó una campaña publicitaria a través de mensajes aparentemente publicitarios en los principales periódicos bogotanos. Con un fondo negro con un par de triángulos encontrados por el medio, incluían frases crípticas como “Decaimiento…falta de memoria?” o “Falta de energía… inactividad?” que siempre remataban con una solución: “espere M-19″. La tarde del 17 de enero de 1974, el mismo día que un último mensaje lanzaba un escueto “ya viene M-19″, una célula armada entró a la Casa Museo Quinta de Bolívar, en el corazón de Bogotá, y robó la espada de Simón Bolívar, un acto lleno de simbolismo que no solo anunció la aparición del nuevo grupo insurgente, sino que también presentó sus ideales políticos.

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Una estudiante ondea una bandera del M-19 durante una protesta antigubernamental, en Bogotá, el 24 de noviembre de 2011. Fernando Vergara (ASSOCIATED PRESS)

A través de un comunicado que parafraseó al poeta Nelson Osorio “Bolívar, hoy tu espada vuelve a la lucha”, el M-19 anunciaba el inicio de una lucha armada que habría de alargarse durante los siguiente 16 años entre asesinatos, secuestros de políticos e industriales y acciones mediáticas que marcaban distancia respecto a otras guerrillas convencionales que ya existían en Colombia. Autodefinido como “una organización político-militar, patriótica, antioligárquica y antiimperialista”, la primera acción sangrienta del grupo insurgente ocurrió en 1976 con el secuestro y asesinato de José Raquel Mercado, entonces presidente de la Confederación de Trabajadores de Colombia.

Después de planear la acción durante tres años, otro golpe notorio del M-19 llegó la noche del 31 de diciembre de 1978, cuando a través de un túnel construido desde una vivienda aleñada, un comando penetró en el Cantón Norte, el principal depósito del Ejército en Bogotá, para robar más de 5.000 armas a las Fuerzas Militares de Colombia. Los guerrilleros presumieron el logro con un desplegado publicado el 1 de enero de 1979 que provocó críticas y la ridiculización del Ejército, que respondió capturando a distintos líderes insurgentes en un episodio que profundizó la represión del Gobierno de Julio César Turbay contra sus integrantes.

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El largo camino a la paz y la desmovilización

Los primeros diálogos para alcanzar la paz iniciaron en 1984, un año después de que el Gobierno del conservador Belisario Betancur creara una comisión de paz, en los departamentos de Cauca y Huila. El 24 de agosto de 1984, el M-19 y el Estado colombiano acordaron un alto al fuego, cuya entrada en vigor una semana más tarde, el 30 de agosto, parecía abrir una posibilidad inédita hacia la desmovilización de los guerrilleros. No obstante, la negativa del Ejército para alcanzar un acuerdo rompió temporalmente con los diálogos tras una ofensiva militar sobre el campamento de Carlos Pizarro en Cauca en diciembre del mismo año.

Aunque las mesas de paz se retomaron en 1985 en México, donde Betancur se reunió con Iván Marino Ospina y Álvaro Fayad, ese mismo año un comando de 35 integrantes del M-19 tomó por asalto el Palacio de Justicia de Bogotá, en una operación que pretendía controlar el recinto para enjuiciar al presidente Betancur por incumplir con el cese al fuego. Tras 28 horas de combate en pleno corazón de Bogotá y después de una feroz represión del Ejército durante la retoma del edificio, el episodio, uno de los más trágicos durante el conflicto armado, se saldó con la muerte de 98 personas y al menos once personas desaparecidas, un hecho cuyos móviles aún no han sido esclarecidos totalmente en aras de verdad y justicia.

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A la izquierda, Calos Pizarro, líder del M-19, en una imagen de 1988. Eric VANDEVILLE (Gamma-Rapho via Getty Images)

En noviembre de 1988, la liberación del líder conservador Álvaro Gómez Hurtado, secuestrado por el M-19 seis meses atrás en un intento de presionar al Gobierno para retomar las mesas de diálogo, impulsó un nuevo proceso de conciliación con el Gobierno de Virgilio Barco. Un año después, el 9 de marzo de 1990, el M-19 firmó la paz tras 16 años de lucha armada. En un acto celebrado en Cauca, el último contingente armado de la guerrilla encabezada por Carlos Pizarro rompió filas definitivamente y colocó los rifles sobre una mesa cubierta con la bandera de Colombia. Se trató del primer acuerdo de paz entre un grupo guerrillero y el Estado colombiano, un hecho inédito en Latinoamérica. Con la ley 177 de 1989 los insurgentes obtuvieron el indulto.

La desmovilización significó el tránsito del M-19 de la lucha armada a la política, una acción impulsada por el compromiso del Estado durante las negociaciones para instalar una Asamblea Nacional Constituyente, con el fin de ampliar el espectro partidista en la política colombiana y otorgar más espacios de representación a las minorías. Tras una negativa gubernamental de promover una consulta popular, la propuesta de la Constituyente tomó fuerza en las universidades, donde surgió un amplio movimiento estudiantil que exigía agregar una papeleta adicional en la jornada electoral ordinaria, en la que se pedía conformar una Constituyente para reemplazar el texto vigente, de 1886. El movimiento, conocido como séptima papeleta, tuvo una amplia aceptación popular y durante la jornada electoral millones de personas incluyeron la papeleta extra en las urnas de manera extraoficial. La presión provocó que el presidente Virgilio Barco promulgara un decreto para convocar formalmente a la Constituyente. El M-19, un grupo guerrillero devenido actor político, influyó de forma decisiva no solo en la proclamación de la Constitución de 1991 y la política contemporánea de Colombia, también sentó un precedente inédito en el proceso de construcción de la paz.

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Alejandro I. López
Es editor SEO en EL PAÍS México y América. Antes en National Geographic en español, Architectural Digest y Muy Interesante. Economista por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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