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León Valencia: “En Colombia todo el mundo se traiciona”

El analista y escritor, exguerrillero del ELN, considera que en la vida política colombiana predomina un espíritu mafioso

León Valencia en su oficina en Bogotá (Colombia), el 7 de septiembre de 2022.
León Valencia en su oficina en Bogotá (Colombia), el 7 de septiembre de 2022.Diego Cuevas
Juan Diego Quesada

Detrás de su escritorio, sobre una repisa, descansa un retrato familiar enmarcado junto a un busto de Simón Bolívar. La vida de León Valencia (Andes, 67 años) ha oscilado entre esas dos tensiones vitales: ser un padre presente o un revolucionario. Treinta y cinco años atrás se despidió de su mujer y sus hijos para unirse a la guerrilla del ELN. En la clandestinidad grababa su voz en unos casetes que enviaba a casa a escondidas. Era una forma de que no le olvidaran. Descubrió con el tiempo el absurdo de la guerra y trató de convencer a sus compañeros de armas de buscar las transformaciones por la vía pacífica. Desde entonces dirige una fundación de pensamiento y escribe; su último libro se titula La izquierda al poder en Colombia, un trazo con curvas desde la historia de los hombres armados en la selva a la llegada de Gustavo Petro a la Presidencia.

Pregunta. Cuando se unió a la guerrilla usted tenía dos hijos.

Respuesta. El idealismo y el romanticismo de los 70 y 80 me llevaron a hacer eso. Pensaba que tenía la obligación de cambiar el mundo, uno mejor para los propios hijos. Lo que más me pesaba en el momento era la ausencia de ellos.

P. ¿Sentía culpa?

R. Sí, aunque después que me reencontré con ellos y me hicieron sentir que no había tal. Siempre hemos estado muy unidos, muy juntos, y me han alabado mucho como padre. No he tenido reclamos. Estuve siete años metido en la guerrilla.

P. Conoció al cura Pérez, el español que rearmó al ELN. ¿Cómo era ese hombre?

R. Vivía con él en el monte. Era práctico, no un gran teórico. Era de un pueblo que se llama Alfamén, de Zaragoza. Le salía el acento español cuando hablaba del Atleti. Se defendió en un mundo muy distinto al de él y se adaptó enormemente. Los sociólogos dicen que la inteligencia es la capacidad de adaptación.

P. ¿Los sacerdotes españoles han sido importantes en la historia de la guerrilla?

R. Decisivos. Hubo tres importantes: Domingo Laín, Diego Cristóbal Uribe y Manuel Pérez. Los dos primeros murieron en combate. Pérez, de viejo en Cuba. Él reconstruyó el ELN tras una gran crisis.

P. Ellos vivieron una ilusión que usted, asegura en el libro, tenía trazas de alucinación. Un amigo suyo apareció en el monte con un traje guardado para estar elegante el día que la revolución se instalara en palacio.

R. Era una alucinación. Había triunfado la insurgencia en Nicaragua y en El Salvador había un empate entre fuerzas del Gobierno y el FMLN. En Colombia había una crisis muy grande del Gobierno de Virgilio Barco. Pensamos que podíamos ganar. Y mucha gente se la jugó a eso.

León Valencia
León Valencia presenta su último libro: 'La izquierda al poder en Colombia'.Diego Cuevas

P. La guerrilla que generó la sensación de que la victoria estaba cerca fue el M-19, en la que militó Petro.

R. Fue la más audaz, la que trajo la guerra a la ciudad. Fue capaz de meterse en el corazón de Bogotá. Los del ELN sentíamos envidia y admiración.

P. Llegó un momento en el que abogó por dejar las armas. ¿Qué se le reveló, cuál era su argumento?

R. La guerra se estaba degradando. En esa crueldad íbamos a sucumbir todos. Y los que más íbamos a perder éramos nosotros. Siempre a las izquierdas se le cobra más su crueldad. Las guerrillas proclaman una ética distinta y un sueño revolucionario. El narcotráfico corrompió todo. Lo vi con más claridad hablando con Pepe Mujica. Me dijo que ellos en Uruguay iban a llegar al poder más rápido que nosotros porque habían sido encarcelados, torturados, enterrados vivos. A nosotros nos quedaba muy difícil porque aquí la guerra había sido cruel, el heroísmo quedó enterrado.

P. ¿Entonces cuál podría ser el camino de esa izquierda?

R. La reconciliación era el discurso heroico. Después de haber hecho tanto daño, había que alzar la mano y volverse los apóstoles de la reconciliación. Todo ese discurso lo ha enarbolado Petro.

P. Usted conoció a Petro como un político derrotado, humillado.

R. En 1994 se lanzó al Senado y no sacó los votos suficientes. Mi grupo estaba firmando un acuerdo de paz en un campamento y allá llegó Petro. Estaba desencajado. Nos emborrachábamos por las noches con whisky. Se quejaba y gritaba que los campesinos no le habían apoyado. Se fue a Bruselas y al regresar se presentó a la alcaldía de Bogotá. ¡Solo sacó 7.000 votos! Imagínese.

P. De derrota en derrota...

R. Se alió después con otro exguerrillero del M-19, Navarro Wolf, y armaron un movimiento alternativo. Esa fue su catapulta al Senado y más tarde a la Alcaldía de Bogotá. Él tiene una cualidad especial: vender ilusiones. De eso se trata la política. En Colombia tuvieron que alinearse los astros para que ese vendedor de ilusiones llegara a la presidencia. Había una sociedad ansiosa de cambio.

P. Aunque solo ganó por 700.000 votos.

R. Esos votos los podrían haber comprado los clanes regionales (políticos y empresarios regionales que compran elecciones). Pero no querían meter plata porque no sabían cómo les iban a devolver el dinero. Rodolfo Hernández era imprevisible y nadie se quiso arriesgar.

P. La política colombiana se basa en la desconfianza, dice en su libro.

R. La negociación de Álvaro Uribe con los paramilitares se resumió en dos hojas. Es un monumento a la confianza. La negociación con las FARC duró seis años, es un mamotreto enorme: es un monumento a la desconfianza. Todo tiene que estar escrito, cada pasito, cada coma y punto. Aun así, les incumplieron. Este es un país de traidores. Está muy en la cultura. Aquí todo el mundo se traiciona.

P. En una ocasión, cuando denunció a unos paramilitares, Uribe le acusó a usted de traición.

R. En la política colombiana hay un espíritu mafioso. Y la traición es lo peor que puede haber. No se perdona. Esa pasión se ve en episodios sencillos: cuando se reunieron Petro y Uribe, dos enemigos de toda la vida, alguien me preguntó por qué Uribe no había hecho lo mismo con Santos. Eso tiene una explicación mafiosa, uno no se reúne con el que le traiciona, aunque sí con el enemigo. Eso está en El padrino. A Uribe le gusta más la posición frentera de Petro. Todo mafioso quiere intervenir en política, y los políticos tienen un espíritu mafioso.

P. ¿Alguna vez se ha sorprendido de que no lo hayan matado por el camino?

R. Cada día que me levanto pienso: me gané otro día. Mi aspiración durante un tiempo fue terminar el siglo. Quería llegar al cambio de milenio. Ese era un triunfo. Me habían derrotado en la guerra, no tenía más. Por lo menos no me quería dejar matar fácil. Lo logré, y aquí estoy 22 años después.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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