Las paradojas de Irán: permite el cambio de sexo pero prohíbe San Valentín
La República Islámica oculta una diversidad y matices que sorprenden a quien viaja hasta el país
Irán es un país complejo y contradictorio. Su mala imagen internacional, ganada a pulso tanto o más por las declaraciones extemporáneas de algunos de sus dirigentes como por las violaciones de derechos humanos, oculta a menudo una diversidad y matices que sorprenden a quien viaja hasta allí o lee algo más que los titulares de prensa. Ante las elecciones presidenciales y locales que celebra este viernes, proponemos un repaso a algunas de esas paradojas. Tal vez el asombro que provoquen ayude a mirar Irán con otros ojos.
La República Islámica es una teocracia chií, pero no todos los clérigos son inmovilistas ultraconservadores. "Irán es gobernado por una minoría que se impone por la fuerza", me dijo el hoyatoleslam Mohsen Kadivar hace unos años. Además, el país es un mosaico de etnias y confesiones religiosas.
En teoría, mandan los clérigos, pero en la práctica los Guardianes de la Revolución, más conocidos como Pasdarán, se han hecho con puestos claves no sólo de la seguridad, sino también de la política y la economía.
Los dirigentes iraníes suelen vanagloriarse del fervor antiestadounidense de la población. “Muerte a América” se ha convertido en el lema oficioso de las concentraciones populares que organizan. Sin embargo, su fracaso en construir la sociedad ideal que predicaban ha vuelto escéptica a la mayoría. La realidad es que a los jóvenes iraníes les pirran los KFC, incluso de imitación, y son los menos antioccidentales de la región.
A pesar de su lucha denodada contra el narcotráfico, Irán afronta una epidemia de drogas que está minando a su juventud.
El ex presidente Ahmadineyad provocó la indignación internacional al cuestionar el Holocausto, pero Irán alberga a la mayor comunidad judía de Oriente Próximo fuera de Israel. Aunque no se libran de las dificultades, los judíos iraníes tienen representación parlamentaria y pueden visitar a sus familiares en Israel.
Irán condena la homosexualidad, pero su legislación acepta la reasignación de sexo gracias a una fetua de Jomeini; la sociedad todavía pone reparos.
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Sus cineastas ganan premios internacionales, pero a menudo les censuran las películas y tienen que exiliarse.
En un país cuyos poetas siempre han ensalzado el amor, las mujeres y el vino, está prohibidas las bebidas alcohólicas y celebrar San Valentín.
A pesar de que las infraestructuras aún son precarias y las autoridades no lo ponen fácil, los iraníes acogen a los turistas con los brazos abiertos. De hecho, las políticas conciliadoras de Rohaní se han traducido en un aumento significativo de visitantes europeos. El problema es que quienes sean de origen iraní se arriesgan a convertirse en rehenes de las luchas de poder internas.
Los folletos turísticos destacan sobre todo el legado islámico de Irán, pero aunque lo publiciten menos su mayor joya es la preislámica Persépolis y su secreto la mejor colección de arte contemporáneo de Oriente Próximo, con obras de artistas como Warhol, Pollock, Picasso, Miró, Saura, Kandinsky, Monet, Magritte… las más controvertidas de las cuales hace 38 años que no salen de los sótanos.
Quienes prefieran el aire libre a las paredes de los museos, descubrirán un Irán diferente subiendo a las estaciones de esquí de Shemshak o Dizin, al norte de Teherán. Allí descubrirán otra faceta del país, un lugar donde se relajan las restricciones y los iraníes se sienten un poco menos vigilados.
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