La derecha elimina a la primera a Sarkozy como candidato al Elíseo
El exjefe del Estado sufre una humillante derrota en la primera vuelta de las primarias de su partido
Nicolas Sarkozy sufrió este domingo la más humillante de las derrotas, la procedente de sus propias filas. El expresidente de Francia, que regresó en 2014 a la política activa con el objetivo expreso de reconquistar el Elíseo, ha sido eliminado en la primera vuelta de las primarias de la derecha para elegir candidato al Elíseo, superado por el exprimer ministro François Fillon, ganador inesperado de la jornada, y por su rival y también exprimer ministro Alain Juppé. La derrota de Sarkozy implica su retirada definitiva de la política.
Los sondeos han vuelto a equivocarse. A lo largo de toda la campaña, las encuestas coincidieron en dar por finalistas a Juppé, en primer lugar, y a Sarkozy, pero finalmente serán el exprimer ministro François Fillon, gran triunfador de la jornada, y el actual alcalde de Burdeos, los que disputarán el sprint final.
Sarkozy ha reconocido su derrota y ha anunciado que apoyará a Fillon. "Respeto y comprendo la voluntad de los electores de haber elegido para el futuro a otros candidatos. Quiero felicitar a Alain Juppé y François Fillon que se han clasificado. Son dos personalidades de gran calidad que hacen honor a la derecha francesa", ha dicho.
Como era de esperar, Sarkozy, exministro de Interior o Finanzas antes de conquistar el Elíseo en 2007, ha hecho toda una despedida de la política con tintes personales. Valoró "las duras pruebas" que han tenido que superar sus hijos y su esposa, la cantante Carla Bruni, por vivir junto "a un hombre que levanta tantas pasiones". "Ahora espero levantar más pasiones privadas que públicas". "Adiós a todos", ha concluido.
Los conservadores estrenan fórmula para votar a su líder
Los conservadores franceses estrenaron ayer la fórmula de las primarias para elegir a su candidato al Elíseo. Los Republicanos —antes Unión por un Movimiento Popular (UMP) y primero Agrupación por la República (RPR, por sus siglas en francés)— optaron por esta fórmula como la más objetiva y democrática para dirimir las aspiraciones que tenían varios de sus históricos dirigentes para conducir al partido a la presidencia de la República, sobre todo el expresidente Nicolas Sarkozy y los ex primeros ministros François Fillon y Alain Juppé. Se trataba de primarias abiertas y, por tanto, en ellas podían participar todos los franceses que tienen derecho a voto. Solo existían dos condiciones: pagar dos euros y firmar la llamada Carta de alternancia, que implicaba el compromiso de “compartir los valores de la derecha republicana y del centro”. Resultó imposible evitar que votaran, en la primera o en las dos vueltas, simpatizantes o militantes de otros partidos. De hecho, cientos de votantes habituales de la izquierda hicieron saber estos días a través de las redes sociales su intención de participar, en la mayoría de los casos con la intención expresa de perjudicar a Sarkozy. El expresidente es quien más rechazo levanta en la derecha desde su mandato en el Elíseo (2007 a 2012). La segunda vuelta se celebrará el próximo domingo. El jueves, está previsto un debate televisado entre los dos finalistas, Fillon y Juppé. La izquierda celebró primarias abiertas en 2011 para elegir a su candidato. Las ganó François Hollande, seguido por la exministra Martine Aubry. Manuel Valls, el hoy primer ministro, solo consiguió el 5,3% de los votos en la primera vuelta. Participaron 2,6 millones de personas, mucho menos que ahora en la derecha.
Según el recuento de 8.400 mesas de un total de 10.229 mesas electorales, Fillon había logrado el 44% de los votos en una masiva participación que se acercó a los cuatro millones de electores. Juppé, con el 28%, ocupaba la segunda oposición y, en tercera, Sarkozy, con el 21%. Juppé confirmó que disputará la segunda vuelta: “He decidido continuar la lucha por todos los que creen en mí, en mis creencias y por la idea que tengo de Francia”.
Tanto Fillon como Juppé mantienen enconados enfrentamientos cruzados con el expresidente, lo que convierte el fiasco del exjefe del Estado en un trago aún más amargo. Estaba tan convencido de su victoria que, en los días anteriores a la votación, difundió por twitter mensajes como estos: “Os necesito. Cuento con vosotros. Percibo que voy a ganar. Vamos a ganar”.
Aún es peor para él que el ganador sea Fillon. Era su primer ministro y, como tal, tuvo que sufrir numerosos desplantes y menosprecios de Sarkozy, que le denominaba "colaborador" en tono despectivo.
Una clave de semejante tropiezo ha sido la participación, mucho más elevada que la prevista: alrededor de cuatro millones de votantes. En 2012, cuando Sarkozy perdió las elecciones presidenciales frente a François Hollande, fueron 16,8 millones de franceses los que apoyaron al líder conservador.
Todos los expertos en demoscopia señalaban que los militantes (unos 200.000) del partido conservador, Los Republicanos, eran partidarios de Sarkozy, pero mucho menos los simpatizantes, que se inclinaban por Juppé u otro de los siete candidatos que se han presentado a las primarias.
Probablemente, han sido esos simpatizantes los que han rechazado las propuestas tan radicales expuestas por Sarkozy a lo largo de esta campaña. Incluso votantes habituales de la izquierda han participado (un 15% de los votantes, según un sondeo para la cadena BFMTV) en estos comicios abiertos para, según dijeron en las redes sociales, impedir el paso a Sarkozy.
Los programas que han desgranado los siete candidatos han sido muy similares, propios del ala ortodoxa de la derecha. Todos han propuesto endurecer la contestada reforma laboral, acabar con el límite legal de 35 horas laborales por semana, reducir el gasto público, beneficiar fiscalmente a las empresas, retrasar la edad de jubilación (hoy en 62 años) o eliminar cientos de miles de empleos públicos.
Solo las propuestas ante el terrorismo y la migración les han distinguido y ahí es donde Sarkozy ha expuesto fórmulas muy similares a las del ultraderechista Frente Nacional. Lo hizo para atraerse a su electorado más duro, tentado de seguir engordando a los ultras, pero sobre todo porque, también según todos los sondeos en este caso, el candidato que salga de estas primarias será el que luche contra Marine Le Pen para hacerse con el Elíseo en la segunda vuelta de las presidenciales de la próxima primavera.
Sarkozy ha sido el aspirante que hizo las propuestas más propias de la extrema derecha
De los gritos de “presidente, presidente” en sus primeros mítines, sus colaboradores pasaron luego a estar preocupados por el rechazo que despertaba en un amplio sector de la sociedad. “Cuanto más aparece, más aumenta el rechazo social. Y habla tanto de sí mismo, centra tanto el debate en torno a sí mismo que, finalmente, estas primarias son un referéndum sobre Nicolas Sarkozy”, opinaba hace unas semanas el presidente de la empresa de sondeos Odoxa Gaël Sliman.
Pese a ser el más duro, tampoco se quedaron muy atrás el resto de aspirantes, con excepción de Juppé, el más prudente a sus 71 años. Fillon ha propuesto un referéndum sobre el reparto de cuotas de refugiados. Jean-François Copé quiere a los colegiales uniformados, cantando a diario el himno nacional y haciendo seis meses de servicio cívico. Y el democristiano Frédéric Poisson, contrario al matrimonio homosexual, ha celebrado el triunfo de Donald Trump como “una formidable oportunidad”.
Con estas primarias, la precampaña francesa queda oficialmente lanzada. El escenario que auguran las encuestas es el de la Francia más derechizada de la V República. El Elíseo se lo disputarán en mayo próximo la derecha y la ultraderecha. Por eso, los aspirantes conservadores han vendido sobre todo su capacidad para derrotar a Le Pen. “Soy el mejor situado para superar a Le Pen”, ha dicho el alcalde de Burdeos, Alain Juppé. “Yo sé cómo derrotarla”, ha contestado Sarkozy.
Para ganar, el candidato de la derecha necesitará votos del centro y la izquierda. En la izquierda, un solar derivado de las divisiones, las traiciones, las peleas, las corrientes, las venganzas… Sin candidato claro, y mientras François Hollande medita si entra o no en liza, los socialistas ya preparan la postderrota.
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