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¿Hay que dejar el alcohol para adelgazar? No, con condiciones

Muchos renuncian por completo al vino o a la cerveza cuando se ponen a régimen. La ciencia no es tan tajante

Manuel (nombre ficticio), empresario de 44 años, ha decidido ponerse a régimen para combatir el sobrepeso. Pero rara es la semana en la que en su agenda no aparezcan las comidas y las cenas de negocios o el tapeo entre amigos, todo regado con alcohol, bien con cerveza o vino en las comidas, bien con combinados para el postre. En el listado de hábitos que conviene abandonar, Manuel ha puesto en el número uno dejar toda bebida alcohólica, pensando que ese cambio le beneficiará para deshacerse de los kilos de más. Si usted es de los que le echan la culpa al alcohol por haber ganado peso, puede que esté incurriendo en un error para el que la ciencia tiene respuesta.

Nadie discute que el alcohol constituye uno de los elementos más controvertidos a la hora crear acuerdos en cómo diseñar una dieta adecuada, sobre todo si en la balanza se tienen en cuenta todos sus posibles efectos adversos, como recoge la OMS: es factor cuasal en más de 200 enfermedades y trastornos. Si se atiende solo a su composición nutricional, un gramo de alcohol supone siete calorías, frente a las nueve de un gramo de grasa y las cuatro de un gramo de azúcar. Por ese carácter hipercalórico, muchos asocian el consumo de alcohol a la obesidad y expresiones populares como barriga cervecera lo refrendan. Pero, ¿hay que renunciar al alcohol si se desea realizar una dieta de adelgazamiento?

“Decir que el alcohol puede ser la causa de la obesidad es dar una información demasiado escasa y poco realista” (María Astudillo, nutricionista)

Para empezar, nunca va a ser el culpable de todo

“Decir que el alcohol puede ser la causa de la obesidad es dar una información demasiado escasa y poco realista. La obesidad surge por una suma de razones que llevan a acumular kilos de más, ya que junto con el consumo regular de alcohol se encuentran otros factores como el desorden alimenticio, el consumo elevado de alimentos procesados o el picoteo entre horas. El alcohol se acumula en forma de grasa en nuestro organismo muy rápidamente en los diferentes tejidos. En el caso de que un adulto consuma cuatro cervezas durante una tarde de fútbol, habrá tomado más de 12 gramos de etanol y más de 400 calorías. Si acompaña esas bebidas con una bolsa de patatas fritas, acabará tomando más de 1.000 calorías en una tarde de forma innecesaria, por lo que en seis tardes como esa habrá engordado un kilo”, señala la nutricionista María Astudillo, autora de La dieta ALEA.

Con una o dos copas de vino o cerveza al día, se puede adelgazar

En un reciente artículo, Jane E. Brody, columnista de salud en el New York Times, abordaba el consumo moderado de alcohol como aliado de una dieta equilibrada, rompiendo la vieja dicotomía entre los defensores y detractores a ultranza de las bebidas fermentadas. “En un mundo en el que puritanismo o los fundamentalismos rodean al alcohol, está muy bien que el artículo refleje la realidad de la cuestión. No se trata de decir ‘alcohol sí’ o ‘alcohol no’, sino de hablar de un consumo moderado que beneficia a quienes desean acompañar su dieta saludable, con verduras, frutas y legumbres, con un poco de vino o cerveza”, sostiene el doctor Ramón Estruch, del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBEROBN) del Instituto de Salud Carlos III.

Tras seguir a 7.447 personas durante un periodo de cinco años, Estruch, coordinador nacional de PREDIMED, dirigió un estudio publicado en 2016 en The Lancet en el que se observó que las personas que siguen una dieta mediterránea a largo plazo, en la que incluyen un consumo de moderado de vino o de cerveza, pierden peso. “El consumo de alcohol en esos casos era una copa de vino o una caña de cerveza de media al día. La clave para adelgazar está en mantener una dieta saludable, reduciendo el número total de calorías que una persona toma al día, es decir, mermar el tamaño del plato”, asegura este especialista en los efectos cardiovasculares de la dieta mediterránea.

Para Estruch, la relación entre obesidad y alcohol depende de la dosis y el tipo de bebida que se consuma. “Las personas que son alcohólicas, que consumen altas cantidades, engordan al principio, pero en una fase posterior, por el propio metabolismo del alcohol y la ingesta alimentaria, se altera el intestino y aparecen alteraciones en el organismo, de forma que les hace bajar de peso, por lo que aquellos que abusan del alcohol suelen ser muy delgados. Estamos viendo que el alcohol puede inducir cáncer, en concreto cáncer de mama, pero hemos visto que si se consume moderadamente vino o cerveza dentro de una dieta saludable tiene un efecto protector. Por tanto, depende absolutamente del contexto en el que se dé el consumo de alcohol, no solo del alcohol en sí mismo”, explica.

Ahora bien, acompáñelo de hábitos realmente saludables, pues beber alcohol no lo es

No obstante, recuerda Pilar Botella, dietista-nutricionista del Hospital La Luz, que cualquier consumo de un alimento calórico y poco saciante como las bebidas alcohólicas, refrescos y zumos está asociado a un mayor consumo extra de calorías, y a medio o largo plazo, junto con otros hábitos poco saludables, a padecer obesidad. “Un estudio de cohortes donde se siguió a 23.712 personas durante casi doce años en Taiwán, concluyó que quienes padecían obesidad y consumían alcohol cuatro veces a la semana durante un año tenían ocho veces más posibilidades de padecer carcinoma hepatocelular que los participantes no obesos y no consumidores”.

Revisiones como la publicada en 2015 por Current Obesity Reports, que subrayan que el consumo moderado de alcohol no está vinculado a la obesidad (dos bebidas como mucho al día en hombres y una en mujeres) pero sí un consumo excesivo puntual (cinco bebidas en un solo día) o un hábito frecuente de envergadura (más de cuatro bebidas al día en hombres y más de tres en mujeres), no valoran, según Botella, los factores de confusión, es decir, la multiplicidad de factores que condicionan la obesidad. “La mala alimentación y el sedentarismo son las causas principales, pero el consumo de alcohol es una mezcla de ambas. Las bebidas alcohólicas son calóricas al igual que un refresco azucarado o un batido de chocolate, y además su consumo no está asociado a una actividad física aumentada. ¿Consumimos alcohol para irnos a correr o para estar sentados al sol leyendo el periódico o poniéndonos al día con los amigos?”, subraya esta nutricionista.

Y olvídese del gin-tonic

Teniendo en cuenta los posibles riesgos del consumo desmesurado de alcohol, ¿cuál es la dosis tope que puede tomar una persona que quiera ponerse a dieta sin renunciar a las bebidas fermentadas? “Dos copas de vino comiendo o cenando. Y no media botella de vino, un gin-tonic o un coñac: con eso no se puede en absoluto adelgazar. El alcohol es todo azúcares. Media botella de un reserva puede tener entre 1.200 y 1.400 calorías [como una hamburguesa de fast food, patatas fritas y refresco], cuando el gasto calórico medio puede estar entre 2.400 y 2.600 calorías”, asegura Carlos Ballesta, director del Centro Laparoscópico Dr. Ballesta del Hospital Ruber Internacional.

Tras intervenir en 3.000 cirugías bariátricas, este especialista en cirugía de la obesidad reconoce, desde el ámbito clínico, que uno de los problemas de reganancia de peso más importantes, sobre todo en los hombres, reside en ese abuso de bebidas con etanol. “El alcohol influye en la obesidad, pero el hábito de beber una copa de vino al día no impide llevar una dieta. A aquellas personas con mucha vida social, como los empresarios, les indicamos que eliminen de sus hábitos la media botella de vino y el gin-tonic diario, para que el índice de glucemia se normalice, y les recomendamos que se tomen en su lugar una copa de vino blanco, porque de esa manera no engordarán”, recomienda Ballesta.

“El consumo moderado de alcohol es —anota Ramón Estruch— una o dos copas de vino o cañas de cerveza al día en los varones, y entre una o una y media en las mujeres, pero siempre dentro de un patrón de dieta mediterránea saludable. De ese modo, nadie tiene por qué tener miedo a ganar peso por beber alcohol”.

Si se pasa un poco, la cosa sale a entre 500 gramos y un kilo al mes

Si una persona no modificara su estilo de vida y añadiera a su consumo habitual dos latas de cerveza diarias podría subir de peso medio kilo al mes, “algo muy poco apreciable, porque se puede ganar fácilmente por el hecho de haber dejado de tomar leche desnatada y pasarse a la entera. Existe un estudio en ratas en el que no se observan cambios en el peso, pero sí en la función y la estructura del hígado”, apunta la nutricionista Botella.

“Para engordar un kilo de grasa —recuerda la nutricionista María Astudillo—, una persona necesita consumir 7.000 calorías más de las que su cuerpo requiere. Para llegar a este extra, habría que beber, de más, dos cervezas al día durante un mes o dos botellas de vino a la semana durante el mismo periodo de tiempo, así como cinco copas con alcohol y refresco durante cuatro fines de semana seguidos".

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