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Cómo puede el sentido del olfato ayudarle a aprobar un examen

Aprender a reconocer los olores ayuda al cerebro a trabajar de una forma más eficiente

¿Sabe usted para qué sirve un blotter y cómo hay que usarlo? ¿Y qué implica ser anósmico? A sus nueve años, Federico, Kiara y Margot acaban de aprenderlo en un taller olfativo para niños que ha organizado Chanel. “Cogedlo por la parte más ancha y no os lo acerquéis demasiado a la nariz”, les dice la experta en perfume Rocío Capel, mientras reparte esas tiras secantes que se usan para oler las esencias, acordes y fragancias. “Los olores tienen unas bolitas invisibles que se pegan a la nariz: si os los acercáis mucho, luego os olerán todos iguales”. Minutos antes tuvieron que identificar los cinco sentidos y aprender cómo se llaman las personas que carecen de ellos; cuando les preguntaron por las que no pueden oír todos levantaron la mano, pero ninguno sabía que quien no tiene olfato es anósmico.

Con estos talleres se pretende no solo ampliar el vocabulario, sino también mejorar la concentración y potenciar la memoria mediante juegos de asociaciones en los que los niños vinculan olores con su vida cotidiana. Un ejemplo: conectar el olor a café con las mañanas, el desayuno o los padres. “Si cogemos una rosa y solo apreciamos su color y forma, nuestro cerebro trabaja de una manera. Si además lo hacemos en un contexto concreto como el campo, y la olemos, tendremos otro tipo de información y otra parte de la corteza cerebral trabajando para asociar estos sentidos. Cuantos más involucremos, más eficiente será el trabajo que realice el cerebro”, señala Eduardo Weruaga, profesor de Biología Celular y miembro del grupo de Plasticidad Neuronal y Neurorreparación del Instituto de Neurociencias de Castilla y León.

Este especialista menciona algunos hospitales de Francia donde se practica terapia con olores para tratar accidentes cardiovasculares que inutilizan una parte de la percepción: “Los aromas fuertes y muy variados que se dan a oler a los pacientes reactivan emociones que pueden abrir la puerta para rescatar ciertas partes de la memoria ligadas a otros sentidos. Sin embargo, sigue siendo una corriente en neuropsicología muy poco explorada”. Weruaga es uno de los profesionales que colabora con la Red Olfativa Española (ROE), que preside Laura López-Mascaraque. Como experta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y responsable de este proyecto divulgativo, lamenta que “de pequeños aprendemos los colores, las palabras… pero nadie nos enseña los olores y por eso resulta tan difícil verbalizarlos. Sería importante dar a conocer en el colegio olores básicos”.

"El olfato es un sentido privilegiado. Va directo al sistema límbico, el encargado de gestionar las emociones" (Ángel Peralbo, psicólogo)

Domènec Corbellá, catedrático de Pintura y director del máster de Arte Olfativo en la Universidad de Barcelona, coincide en que el órgano olfativo es un completo desconocido. “Lo tenemos dormido y menospreciado y, sin embargo, puede convertirse en una importante fuente de inspiración creativa. Solo en Alemania existen grupos que trabajan, de alguna manera, el olfato”, asegura. Para que se haga una idea: nuestra memoria tiene capacidad para retener hasta 10.000 aromas, –así lo demostraron los científicos Richard Axel y Linda Buck, ambos galardonados con el Nobel de Medicina en 2004 por sus descubrimientos ligados al sistema del olfato–, mientras que solo reconoce 200 colores.

En su consulta en el Centro de Psicología Álava Reyes (Madrid), Ángel Peralbo trata a adolescentes con dificultades para gestionar sus emociones. Según este psicólogo, los olores que todo el mundo atesora desde su infancia están muy bien establecidos por esa experiencia temprana y, generalmente, son positivos. “El olfato es un sentido privilegiado porque realiza un proceso muy rápido de captación. Va directo desde el bulbo olfativo al sistema límbico, que es el encargado de gestionar las emociones. El sistema límbico trabaja con una parte muy primitiva, pero también conecta con la corteza cerebral para las cuestiones más racionales. Los olores hacen una mezcla entre ambas aportaciones. Saber etiquetarlos y asociarlos a la propia expresión de los sentimientos sería de gran ayuda en el desarrollo de la inteligencia emocional”, opina Peralbo.

Cero olfato

Durante el tiempo que tardó en recuperarse de un cáncer de garganta, oler los platos era la único modo de que el chef Grant Achatz pudiera saborearlos. Conozca cómo se relacionan el sentido del gusto y el olfato en nuestra aplicación gratuita.

Precisamente, la inteligencia emocional fue el tema que eligieron las psicólogas Teresa Hipólito y Juana Joyanes para su tesis doctoral. A partir de cómo la definen los profesores Peter Salovey (Universidad de Harvard), y John Mayer (de New Hampshire), –“la capacidad para supervisar los sentimientos y las emociones de uno mismo y de los demás, de discriminar entre ellos y de usar esta información para la orientación de la acción y el pensamiento propios”–, han diseñado actividades para potenciar esa inteligencia. En los talleres que imparten, entre otros, a afectados por Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), el primer sentido con el que se trabaja es el olfato: “Es el más básico e importante, el que relaciona el exterior con áreas más primitivas y emocionales, el que deja una impronta más duradera”, explican. Estudios de la Universidad Rockefeller (Nueva York) les dan la razón: el ser humano recuerda el 35% de lo que huele, frente al 2% de lo que oye y el 1% de lo que toca.

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