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Si su pareja le espía el móvil, rompa con ella

La desconfianza es señal de que su relación hace aguas. La ciencia afirma que, ante la duda, mejor preguntar directamente

Cotillear lo que su pareja hace con otras personas nunca ha sido tan fácil gracias a las nuevas tecnologías. La tentación está en forma de silbidito de WhatsApp o solicitación de amistad de Facebook; sin embargo, cruzar la línea es, de hecho, ilegal: el año pasado un juez en España condenó a dos años y medio de cárcel a un hombre por espiar el móvil de su esposa. Por si el respeto a la intimidad de la pareja y a la ley no fueran suficientes, hay otras razones que desaconsejan esta práctica.

“La curiosidad por conocer los secretos de la pareja es algo humano y comprensible”, explica Alicia Canabal, clínica del Centro de Investigación de Psicología Aplicada y Psicoterapia CIPAP (Madrid). Pero como en tantos ámbitos de la vida, la curiosidad hay que mantenerla a raya. “De lo contrario, estaremos hablando de falta de confianza en nuestra pareja”, aclara. Según la psicóloga, cuando el espionaje se produce es porque “faltan los pilares de una relación sana y equilibrada”.

Las redes sociales y los malentendidos

Las redes sociales son un ejemplo de ello, añade Canabal: “Son un arma de doble filo donde podemos llegar a hacer conjeturas de relaciones pasadas que nos generen mayor inseguridad, en lugar de dar tranquilidad, que es lo que se supone que busca quien fisga a escondidas en el espacio privado del otro”. También, porque podríamos encontrar mensajes ambiguos que, lejos de aplacar la ansiedad sobre la posible infidelidad del otro, acrecentarán nuestras incertidumbres. Ante cualquier duda, según la doctora en psicología Emma Ribas, “lo más sano es preguntar directamente. Si es una pareja comprometida, intentará aclarar las dudas reforzando la complicidad y nutriendo de confianza la relación”.

Con Facebook, en concreto, hay que tener mucho cuidado, puesto que ha mostrado estar en el ojo del huracán en cuanto a celos se refiere. Un estudio de la Universidad de Roanoke, en Virginia (EE UU), puso de manifiesto cómo esta red social afecta a las relaciones de pareja generando celos, especialmente en las mujeres. Asimismo la investigación observó algunas diferencias entre ellos y ellas a la hora de interpretar suspicazmente señales como los emoticonos presentes en las respuestas, que parecen despertar los celos mayoritariamente en los hombres.

"Lo más sano es preguntar directamente. Si es una pareja comprometida, intentará aclarar las dudas reforzando la complicidad y nutriendo de confianza la relación” (Emma Ribas, doctora en psicología)

Para el caso del móvil, hombres y mujeres interpretarán los mensajes de texto de maneras muy diferentes. Otra investigación dirigida por científicos de la Universidad Metropolitana de Cardiff (Gales, Reino Unido) planteó a una población de estudiantes algunos mensajes imaginarios de dos tipos, bien de carácter sexual o de tipo emocional, para ver cómo respondían. Tras medir en qué forma detenían su mirada y analizar sus movimientos oculares, concluyeron que las mujeres pasaban más tiempo mirando los mensajes de contenido emocional que los sexuales, justo al contrario que los estudiantes varones. De modo que no le extrañe que, ante un mismo mensaje, usted y su pareja hagan una interpretación distinta que dé pie a un malentendido.

Según Ribas, la persona que espía no siempre responde al perfil típico de celoso patológico, que es aquel que “busca señales y persigue o controla al otro de forma obsesiva, confundiendo amor con posesión”. Muchas veces responderá a una realidad. En su trabajo diario contempla casos en los que “la persona es verdaderamente engañada y se ve sin otros recursos para descubrir lo que ya intuye, porque nota de forma objetiva que su pareja ha cambiado de hábitos, se esconde para contestar a los mensajes, o miente”.

Y ¿qué hacer en caso de que efectivamente recibamos un mensaje picarón, por ejemplo, de un compañero o una compañera de trabajo? Tampoco es necesario enseñárselo a nuestra pareja para probar nuestra inocencia. “Es natural compartir nuestra intimidad con la pareja, pero desde la voluntad y la espontaneidad”, aclara Ribas. “Se trata de reforzar la complicidad, no de alimentar el control y la obsesión que el otro pueda tener”.

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