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¿Puede alguien arrepentirse de ser madre?

Es un tabú, pero existe: mujeres que aseguran haber errado en su decisión de tener hijos. Sin embargo, los aman... ¿o no? Claves para lidiar con un sentimiento complejo

¿Antes muerta que reconocer en público y sin tapujos que la maternidad no es el sumun de la autorrealización, que tener descendencia lejos de ser el estado ideal con el que toda mujer sueña (y debe soñar), se le ha revelado como algo odioso y frustrante? Si es así, no crea que es la única "manzana podrida" del cesto. Sepa que ese sentimiento, tabú donde los haya, lo comparte con muchas otras mujeres que solo se atreven a mencionarlo con la boca pequeña y en petit comité.

Sabemos, por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que el año pasado nacieron en España 419.109 niños, llegando con ello la maternidad al hogar de algo más de 400.000 mujeres. Sin embargo, lo que desconocemos es si todas ellas son más felices desde entonces. Y si no lo son, si reniegan del papel de madre. ¿Cómo saber y entender lo que sienten? La socióloga israelí Orna Donath ha tratado de averiguarlo sacando a la luz esta controvertida realidad protagonizada por aquellas mujeres que si pudieran dar marcha atrás, en lo que a la maternidad se refiere, no lo dudarían. Y para hacerlo, la experta no hizo otra cosa que darles voz.

Así, Donath entrevistó a 23 mujeres que aseguraban haberse arrepentido de ser madres y recopiló sus testimonios en el estudio Regretting Motherhood: A Sociopolitical Analysis, publicado en Signs Journal of Women in Culture and Society (diciembre, 2015). Son 23 historias en las que sus narradoras hicieron especial hincapié en que a pesar de que odiaban la experiencia de la maternidad, eso no les impedía amar profundamente a sus hijos.

Miedo al rechazo social

Una de las conclusiones que se desprenden de la lectura de este estudio es que existe un sentimiento que la sociedad castiga todavía con más dureza que el deseo de no ser madre, y este es el de arrepentirse de serlo. Así lo experimentó Sky, madre de tres hijos y uno de los testimonios que recoge Donath en su recién publicado libro, Madres Arrepentidas (Reservoir Books, 2016): "Me resultaba duro decir que tener hijos ha­bía sido un error. Tardé mucho tiempo en poder pronunciar esas palabras. Pensaba, 'uy', si digo algo así, la gente pensará que estoy loca. El caso es que, si hoy pudiera volver atrás, estoy segura de que no traería niños a este mundo. Lo tengo clarí­simo".

Reconocer que su vida sería mejor sin hijos no es un drama. No hay marcha atrás, pero ayuda romper el silencio: "Amo a mis hijos, pero no los tendría que haber tenido". ¿Qué problema hay? El silencio y la culpa enquistada conducen al odio a los menores y a su propia enfermedad

Lo cierto es que, al margen de si comparte la visión de estas mujeres sobre la maternidad o si cree que es una posición aberrante, lo que parece es que se trata de una reflexión profunda y valiente, aunque no novedosa. La psicóloga clínica Laura García Agustín, directora del Grupo Clavesalud, asegura que a lo largo de sus veinte años de ejercicio profesional ha recibido en su consulta a muchas féminas con este tipo de sentimiento que jamás habían compartido con nadie. "Ellas mismas se consideran un monstruo por sentir ese arrepentimiento aun adorando a sus hijos y siendo madres excelentes y abnegadas. Así que callan por miedo al rechazo social, a ser juzgadas y a no ser entendidas", sostiene la experta.

Sacrificios, renuncias, preocupaciones...

El único pecado de estas madres arrepentidas fue tomar la decisión equivocada. Así lo ve la psicóloga sanitaria Carlota Boyer, especialista en Psicoterapia por la Federación Europea de Asociaciones de Psicología: "Siempre que escogemos un camino dejamos otro sin recorrer y podemos pasarnos la vida arrepintiéndonos de no haber tomado ese otro". Cuando no hay marcha atrás, toca lidiar con tus decisiones.

Nadie habla de los padres

Aunque parece estar de moda hablar de lo femenino, también hay hombres que también se arrepienten de su paternidad. Sin embargo, su calvario no es, ni mucho menos, tan penoso como el de las mujeres. "A un hombre no se le juzga de la misma manera por replantearse la paternidad. No se considera tan reprobable, ni tan aberrante, ni tan antinatura como en el caso de una mujer. Además, si un hombre lo comparte en su entorno, suele ser entendido y raramente es criticado", sostiene Laura García Agustín, directora del Grupo Clavesalud.

En general, "para las mujeres, tener hijos significa un gran trabajo, muchas renuncias, sacrificios, preocupaciones, cambios de prioridades e incontables horas dedicadas a ellos, y esto no es fácil. El problema es que no siempre se piensa en todas estas cosas antes de tenerlos y esto hace que a veces en esta ardua tarea pueda aparecer el arrepentimiento", asevera Boyer. En otros casos, es la presión social la que empuja a un camino que uno ya sabe que no es el suyo.

Pero por si el peso de la culpa no fuera suficiente, el rechazo social se suma a la batalla. Para la psicóloga Carla Boyer, la penalización social es un hecho irrefutable que explica señalando, por un lado, "el disfrute de muchas personas cuando castigan al 'pecador' y, por otro, el hecho de que mucha gente calla o critica ante el temor que les produce ser objeto del qué dirán de los demás si consienten y aprueban en público ese sentimiento".

Comparte esta opinión Laura García Agustín, quien defiende la idea de que "vivimos en una sociedad que se mueve aplicando una doble moral: puedes sentir algo fuera de lo normal, pero mejor no lo digas. Esto es lo que nos enseñan desde la infancia".

Si me pasa a mí, ¿qué hago?

Romper el silencio es, según los expertos, el quid de la cuestión. "Los sentimientos no expresados, no compartidos, se enquistan y provocan serios trastornos emocionales y una gran insatisfacción personal. Es más, muchas mujeres somatizan esta culpa, esta vergüenza o frustración por sentirse arrepentidas y acaban enfermando físicamente", asegura.

También Boyer defiende la verbalización pública de este sentimiento, ya que "comprobar que no eres la única que manifiesta estas reflexiones que muchos califican de antinaturales y que son criticadas por la sociedad, no solo es reconfortante, también es la prueba de que se ha asumido ese sentimiento. Mientras una persona no verbaliza lo que siente, el proceso de admisión no se inicia".

Si la culpa y el sentimiento de ser juzgados se enquistan, las consecuencias pueden ser nefastas, para la madre y los menores. La psicóloga reconoce que no aceptar esa idea que le corroe, puede culminar en una reacción de odio hacia los más débiles, los pequeños. "La evolución de ese sentimiento puede tomar diferentes grados y trayectorias, apuntando normalmente altos y bajos. No se odia con la misma intensidad un año tras otro. Pero se puede llegar a casos extremos, como madres que se desentienden de sus hijos a medida que estos crecen, o al incluso infanticidio", advierte la experta. Para estos terribles casos en los que una madre mata a su descendiente, no existe un perfil psicológico fijo, pero se sabe que implican una complejidad tremenda, donde no solo basta "encontrarse perdida y al borde del precipicio".

Finalmente, reconocer que su vida podría ser mejor sin hijos no tiene por qué ser un drama. ¿Y si prueba a tomárselo con humor? Más allá de las razones que le empujaron a tomar una decisión que ahora considera errónea, queda claro que ya no hay marcha atrás. Y la mayoría de las madres lo aceptan: "No debería haber tenido hijos, pero ahora los amo con locura". No hay nada de malo en ello. "Identificar emociones, permitirse experimentarlas, sean las que sean, aun pareciendo incompatibles, ayuda a gestionar la realidad, sin coste emocional ni vergüenza", asegura Laura García Agustín, psicóloga clínica y directora del Grupo Clavesalud, quien, además, aporta claves para salir del armario:

  1. Reconozca sus sentimientos y permítase tenerlos.
  2. Póngale nombre a sus emociones y deje que salgan.
  3. Diga en voz alta lo que siente.
  4. Comparta sus reflexiones con alguien de confianza.
  5. Trate de averiguar las creencias que le provocan malestar, cuestiónelas y cámbielas.
  6. Si no puede sola, busque ayuda profesional.

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