Un experimento ‘transforma’ CO<sub>2</sub> en piedra
El trabajo, puesto en práctica de Islandia, logra solidificar en meses el dióxido de carbono
Un grupo de científicos ha encontrado una forma rápida e inteligente de limitar las emisiones y contribuir a frenar el cambio climático transformando el dióxido de carbono (CO2) en piedra. El experimento, conocido como proyecto CarbFix, se ha realizado en la central eléctrica de Hellisheidi (Islandia) y sus resultados se han publicado este jueves en la revista Science. Los investigadores han inyectado el CO2 con agua en un subsuelo de roca volcánica y han logrado que solidifique en un periodo relativamente corto, cuestión de meses. Hasta ahora, el CO2 de la quema de combustibles fósiles se almacenaba en forma de gas y existía una gran preocupación sobre la posiblidad de que se detectaran fugas.
Juerg Matter, autor principal de la investigación, de la Universidad de Southampton (Reino Unido) ha declarado a la BBC que, de 220 toneladas de CO2 inyectadas en el subsuelo de Islandia, el 95% se ha convertido en piedra caliza en menos de dos años. "Fue una gran sorpresa para el equipo involucrado en el proyecto. Pensamos: ¡Ha ocurrido realmente rápido!", subrayó el investigador al equipo del programa Science in Action.
En experimentos anteriores se inyectó CO2 puro en piedra arenisca, o acuíferos salados de gran profundidad, principalmente pozos de petróleo y gas en desuso, con la idea de que las capas impermeables de las rocas sirvieran de protección para evitar que el dióxido de carbono se escapara. El miedo siempre ha sido que hubiera una fuga de CO2 y volviera de vuelta a la atmósfera. La captura y el almacenamiento de carbono (CCS por las siglas en inglés) es esencial para combatir el calentamiento global, según ha constatado el Grupo Intergubernamental de Expertos en el Cambio Climático de la ONU. Los autores del estudio creen que, una vez que la ingeniería y la tecnología están listas, lo único que hace falta es voluntad política, es decir, incentivos.
Los investigadores han trabajado con la planta de energía geotérmica Hellisheidi, la instalación geotérmica más grande del mundo, combinando el CO2 residual y el agua para hacer un líquido ligeramente ácido que luego inyectaban a cientos de metros de profundidad en los basaltos volcánicos que conforman gran parte de la isla del Atlántico Norte.
Al tener el agua un PH bajo (3,2) contribuye a disolver los iones de calcio y de magnesio en los basaltos, que luego reaccionan con el dióxido de carbono para hacer carbonato de calcio y de magnesio. Cuando perforaron en la zona experimental advirtieron que los carbonatos se quedaron atrapados en la roca y ocuparon los espacios porosos. Los investigadores también etiquetaron el CO2 con carbono 14 y fueron capaces de certificar que no hubo fugas. El dióxico de carbono que estaban inyectando no salió a la superficie, ni a través del agua.
"Podemos bombear cantidades de CO2 y almacenarlo en una forma muy segura durante un período muy corto de tiempo", ha afirmado a la cadena británica el coautor del estudio Martin Stute, miembro del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia, Estados Unidos. "En el futuro, podríamos pensar en utilizarlo para centrales eléctricas en lugares donde hay una gran cantidad de basalto y hay muchas opciones"
A la hora de defender su proyecto, los investigadores se han encontrado con el problema de costes. La captura del CO2 en las centrales eléctricas y otros complejos industriales es cara, y no tiene incentivos, además de estar considerada como poco rentable. También hace falta una infraestructura, que se presume cara, para bombear el gas al sitio en el que se enterrará. En el caso del proyecto CarbFix hace falta una cantidad sustancial de agua —25 toneladas por cada tonelada de CO2 enterrado— aunque creen que podría utilizarse el agua de mar y en ese caso las zonas costeras son firmes candidatas para poner en práctica estos proyectos.
La estación de energía geotérmica Hellisheidi ha avanzado más allá del experimento y está inyectando de forma rutinaria cantidades más grandes de CO2 en su subsuelo.
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