El embajador Martín Chambi
Indio, ilustrado y cosmopolita, Martín Chambi capturó la esencia de Perú en sus fotografías y mostró la belleza de su tierra al mundo Cuzco, la ciudad en la que encontró el alma andina, le dedica una ambiciosa exposición que descubre instantáneas inéditas hasta ahora
A más de 4.200 metros de altitud, bajo el nevado Sinaqara, durante varios días, 90.000 personas bailan y cantan al Señor de Qoyllur Riti. En Marcapata, campesinos y pastores se reúnen cada cuatro años para restaurar el techo de paja de su iglesia de barro del siglo XVII, en una fiesta en la que abunda la chicha –una bebida elaborada con maíz fermentado– y la hoja de coca. En Quillabamba los campesinos cultivan esa misma coca que después chaccharán (masticarán) con cal durante sus labores en el campo. En Poques, los agricultores siembran más de 900 variedades de papas en sus pequeñas huertas. En torno al Ausangate, el nevado más alto del departamento de Cuzco, en el sureste de Perú, los pastores viven con sus alpacas a más de 4.500 metros de altitud. Y los órganos más antiguos de América, con los que se compuso la primera obra polifónica del continente, el canto en quechua Hanan Pacha dedicado a la Virgen, siguen sonando en el templo de Andahuaylillas.
Como si el tiempo se hubiera parado, muchas de las tradiciones y las necesidades de la población se mantienen todavía en el departamento de Cuzco. El fotógrafo peruano Martín Chambi (1891-1973) las registró hace casi un siglo. Sus fotografías de los campesinos abrigados con sus ponchos no difieren demasiado de las que se podrían captar ahora. La excepcional obra de este fotógrafo, catalogado como el gran cronista del sur andino, se exhibe en el Museo de Arte de Lima (MALI). La muestra, la más completa de las realizadas hasta ahora, reúne más de 400 obras, muchas de ellas inéditas, y está comisariada por Natalia Majluf, directora del MALI; Edward Ranney, fotógrafo y antropólogo estadounidense, y Teo Allain Chambi, nieto del fotógrafo y actual director del Archivo Fotográfico Martín Chambi. “El terremoto que azotó Cuzco en 1950 terminó con su producción fotográfica”, cuenta el descendiente de quien mejor reflejó el mundo andino y colonial. “La ciudad se destruyó, y comenzó una transformación hacia la modernidad. Hasta hace pocos años se estimaba que su archivo estaba compuesto por unos 15.000 negativos, pero el trabajo que venimos haciendo confirma que hay más de 30.000”. La exposición muestra buena parte de ese trabajo desconocido, realizado entre 1950 y 1970.
Martín Chambi nació en Coasa, una comunidad campesina quechuahablante del departamento de Puno. Definido por las grandes planicies altiplánicas por encima de los 4.000 metros de altitud, en el sur de Perú, junto al lago Titicaca y fronterizo con Bolivia, Puno es territorio minero. Fue precisamente en la mina Santo Domingo Mining Company, en la que trabajaba su padre, donde Chambi vio por primera vez una cámara fotográfica. “Lo curioso no solo fue que viera a un inglés con su cámara, sino que eso despertó su vocación y que, en ese contexto de aislamiento y pobreza, su padre avaló su proyecto desde el primer momento”, relata su nieto.
Con 17 años llegó a Arequipa, la ciudad del sur más activa desde el punto de vista cultural, y entró a trabajar como aprendiz en el estudio del gran fotógrafo Max T. Vargas. Con él aprendió la técnica que desplegaría durante sus 50 años de producción: el manejo de la luz y la composición, la perfección del retrato, la dirección de escenas y grupos y las técnicas de revelado. En Arequipa también colaboró en el estudio de los hermanos Carlos y Miguel Vargas antes de iniciar su trayectoria en solitario, en Sicuani, donde vivió entre 1917 y 1920. Situada muy cerca del imponente nevado Ausangate, uno de los cerros sagrados, Sicuani representó para él la puerta de acceso al mundo andino y un acercamiento geográfico al lugar donde desarrollaría la mayor parte de su obra: Cuzco.
Descubrí a Martín Chambi en los ochenta y me llamó la atención la formalidad de sus retratos
Mario Testino, fotógrafo de moda
En 1920 Chambi se trasladó a esta ciudad, donde permaneció hasta su muerte, en 1973. En la calle del Marqués, instaló el estudio fotográfico que lo lanzó a la fama. Los techos eran de cristal y por ellos se colaba la maravillosa luz de la sierra andina. Esta circunstancia, unida a su técnica, le permitieron realizar los retratos con una perfección singular. Su excepcional trabajo influyó, entre otros, en el reconocido fotógrafo de moda peruano Mario Testino casi un siglo más tarde. “Descubrí su trabajo en una exposición en la Photographer’s Gallery de Londres en los años ochenta, cuando comenzaba mi carrera, y me llamó poderosamente la atención la formalidad de sus retratos”, cuenta Testino. Treinta años después de aquel hallazgo, Testino se inspiró en su trabajo –incluso utilizó una réplica de uno de sus fondos, prestada por el Archivo Fotográfico Martín Chambi– para realizar su serie fotográfica Alta moda, de trajes típicos cusqueños.
El estudio de Chambi se convirtió en epicentro de la actividad cultural de la ciudad. Por él pasaron miles de personas para ser retratados: políticos, hacendados, militares, comediantes, novias, poetas, músicos, mendigos, mujeres boxeadoras y hasta algún gigante. El mismo Chambi también posaba para Chambi: “Existen más de 1.000 autorretratos de mi abuelo. Caminaba por todos los rincones de la región, o se sentaba en su estudio solo, o con su familia, y se retrataba en todos esos lugares”. Enfrente del estudio estaba la casa en la que vivía junto a Manuela, su esposa, y sus seis hijos, y donde se reunía en las noches con historiadores, poetas, escritores y músicos.
Martín Chambi obtuvo reconocimiento en vida. Expuso en la capital, Lima, y también en ciudades de Bolivia, Chile y Argentina. Fue corresponsal para varios medios nacionales y extranjeros, como National Geographic, en cuyo segundo número, en 1938, publicó fotografías de Machu Picchu. Pero hasta 1977, con el trabajo de investigación y clasificación realizado por el fotógrafo Edward Ranney, y con la exposición que organizó en 1979 el MOMA de Nueva York, no superó todas las fronteras. “Llegué a Cuzco en 1964”, recuerda Ranney. “Entonces compraba las postales del fotógrafo en su estudio de la calle del Marqués, donde también trabajaba su hijo Víctor. Me impresionó la calidad de su ojo fotográfico”. Tanto, que junto a dos de los hijos de Chambi, Víctor y Julia, y con la ayuda de un grupo de cooperantes estadounidenses, catalogaron y positivaron más de 5.000 placas que después se exhibirían en diferentes lugares del mundo.
Un impulso fundamental para el posicionamiento del fotógrafo fue la excelente labor de positivado realizada por los fotógrafos españoles Juan Manuel Castro Prieto y Juan Manuel Díaz de la primera parte de la obra de Chambi (de los años veinte a los cincuenta) en 1990. Cien de estas fotografías se expondrían después en el Círculo de Bellas de Artes de Madrid y en el libro Perú. Estos trabajos favorecieron la investigación y recuperación de sus archivos fotográficos por otros especialistas, entrando de lleno en la historia de la fotografía como uno de los grandes documentalistas. Como señala Edward Ranney: “Chambi ya es un maestro de la fotografía histórica en Latinoamérica. Todavía aparecerán nuevos datos sobre su trabajo y, seguramente, se encontrarán más copias de época. Existe un gran interés en la investigación de la historia fotográfica en Perú. De hecho, ya se están realizando estudios muy interesantes sobre otros fotógrafos del país”.
Para su nieto Teo Allain, que Chambi decidiera instalarse en la capital del antiguo imperio inca se explica por “la búsqueda de lo indígena. Siempre decía: ‘Soy el embajador de mi raza’. Y creo que en Cuzco encontró el sentido que estaba buscando: el indio”. En esta ciudad se vivía un movimiento cultural, el indigenismo, que aglutinaba a artistas y a intelectuales. Era una corriente que pretendía rescatar y ensalzar lo indígena y lo precolombino, frente al trauma provocado por la conquista y por la herencia colonial clasista. Chambi bebió de este pensamiento, pero su mirada y su trabajo superaron la visión complaciente del indio. La mirada de Chambi desbordó la lectura que el indigenismo hacía de su universo. En Cuzco logró una poderosa conjunción personal: él era indio, pero también ilustrado, artista y cosmopolita. Su forma de ver y retratar la realidad era estética, etnográfica, documental, sensible y curiosa, y con ella, por encima de todo, captó el alma andina en su máxima dignidad. Y desde esa mirada se reafirmó él mismo en su cultura, mostrando la grandeza y belleza de su tierra al mundo.
‘Chambi’. Museo de Arte de Lima (MALI). Hasta el 14 de febrero de 2016. www.mali.pe
elpaissemanal@elpais.es
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