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EL PULSO
Columna
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Negocios divinos

El turismo religioso siempre dio buen dinero. Sólo que, en general, sus promotores disimulaban

Martín Caparrós
En 2023, Angkor Vat (Camboya), el templo más grande del mundo, será destronado por Viraat Ramayan Mandir (India).
En 2023, Angkor Vat (Camboya), el templo más grande del mundo, será destronado por Viraat Ramayan Mandir (India). Clarissa Cavalheiro (Reuters)

Son monumentos, antiguallas: solemos pensar que los templos son cosa del pasado. O, por lo menos: que construir templos es cosa del pasado. También supusimos que destruirlos era puro pasado, y ahora parece que algún dios cree que no. Hace unos años muchos imaginamos que los dioses se habían muerto –y así nos fue.

Porque siguen ahí y ponen reglas y mueven multitudes y justifican guerras y deciden vidas y no dejan de ser un gran negocio. Es, al menos, lo que piensan unos empresarios indios que nunca oyeron hablar de la torre de Babel y decidieron erigir el templo más grande del mundo. Para conseguirlo, estudiaron a la competencia y definieron dimensiones imbatibles: su propiedad ocupará 80 hectáreas –un centenar de campos de fútbol– y tendrá 18 torres piramidales; la más alta, de 115 metros. El campeón anterior –Angkor Vat, Camboya, siglo IV– cubre más superficie, pero tiene menos construcciones y sólo nueve torres que, además, suben menos. Son detalles banales, espiritualidad dudosa: batalla de los números. En cualquier caso, el nuevo templo ganador se llamará Viraat Ramayan Mandir –Majestuoso Templo de Ramayan–, estará dedicado a un avatar de Vishnu, el Señor Ram, y será un erizo de puntas y puntitas de esa piedra roja que caracteriza al Fuerte Rojo de Delhi. Lo terminará en 2023 una compañía comercial, el Mahavir Mandir Trust, que calcula invertirle 5.000 millones de rupias –unos 70 millones de euros.

El turismo religioso siempre dio buen dinero; sólo que, en general, sus promotores disimulaban

“No es sólo un templo; es una obra de arte”, le dijo a la revista americana Quartz un Kishore Kunal, secretario del comité organizador. Pero no disimuló –por una vez– que un templo debe ser antes que nada un buen negocio: “Esta obra va a traer turistas y proveer una gran cantidad de empleos para los locales. Ésa es la idea principal tras su construcción”.

El turismo religioso –bajo su santo nombre de peregrinación– fue una de las primeras formas de turismo. Cuando viajar era una empresa larga, peligrosa, sólo viajaban los que querían guerrear, emigrar, comerciar –o pedirle algo a un dios. Jesús de Nazaret quiso aprovechar la masa de turistas religiosos que atiborraba Jerusalén aquella Pascua para llevarlos a la rebelión; no hay musulmán que ignore su deber de visitar la Meca alguna vez; en el medioevo cristiano los caminantes de Santiago comunicaron pueblos que se comunicaban poco; muchos de ellos siguen yendo a Lourdes o Guadalupe o Roma –y los otros van a Shikoku, Benarés o Sukhotai. Y siempre fueron, faltaba más, motivo de negocio: desde las fortunas que pagaban a la pitonisa de Delfos los crédulos que querían un futuro hasta la pléyade de huesos que se compró santa Elena, la madre del emperador Constantino, porque le contaban que eran de aquel Jesús que falló en su revuelta.

El turismo religioso siempre dio buen dinero; sólo que, en general, sus promotores disimulaban, como si el fervor religioso fuera su único fin y el lucro una propina de sus dioses. Quizás el nuevo templo campeón sea el primero que pone por delante el beneficio.

No es la única impudicia de la empresa. Champaran, asiento del nuevo templo, es un distrito de Bihar, el Estado más pobre de ese país lleno de pobres. A un centenar de kilómetros de allí pasé, hace tres años, semanas en un hospital de Médicos sin Fronteras donde los chicos se morían de hambre. Cuando les preguntaba por qué, sus madres siempre usaban la palabra dios en sus respuestas: porque dios lo quiso, ojalá dios lo arregle, dios debía castigarnos, dios se lo llevó para cuidarlo, dios hace lo mejor para nosotros. Templos, por ejemplo, en la tierra que más precisa trabajos, escuelas, comidas, hospitales –que deben ser, faltaba más, muy mal negocio.

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