Inversores ingenuos
La gente de clase media llega a las burbujas cuando están a punto de estallar
Si no fuera por el brillo electrizante de las pantallas del fondo, diríamos que son las diez de la mañana en la sala de espera de un ambulatorio de la Seguridad Social, en el caso de que en China haya Seguridad Social. Ahí está la señora que ha acudido con una otitis, también la que busca un remedio contra los ataques de ansiedad, no sé, y los señores con problemas digestivos o que han sufrido una arritmia al despertarse. Algunos consultan el número que les han dado a la entrada, calculando cuánto tardarán todavía en atenderlos. Han de volver al tajo, a la oficina, a sus obligaciones. Romper la rutina está bien, pero sin pasarse.
Pues nada de eso. Estamos hablando de la Bolsa de Pekín en uno de sus momentos de mayor volatilidad. Decimos volatilidad como si supiéramos exactamente de qué hablamos, pero lo cierto es que nos referimos a estos asuntos por aproximación. Volatilidad quiere decir, aproximadamente, que se está perdiendo mucha pasta. Que la están perdiendo, para mayor concreción, los señores y señoras de la foto, que no son tiburones financieros ni nada semejante, sino personas ingenuas, como usted o como yo, que han caído en la trampa mortal del dinero fácil, que conduce, indefectiblemente, si no eres un especulador, a la ruina. La gente de clase media llega a las burbujas cuando están a punto de estallar, influida por un cuñado que la semana pasada compró acciones de una empresa de preservativos y ha duplicado su patrimonio. Estos cuñados son mortales. Si pudiéramos preguntárselo a los pobres inversores de la foto, nos lo confirmarían.
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