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“Yo estuve con los Beatles”

El inmortal cuarteto de Liverpool llegó a España para dar sus dos primeros y únicos conciertos cuando los españoles permanecían sumergidos en el letargo franquista Aquel verano de 1965, la banda dejó una huella que va más allá de lo musical. Cincuenta años después, los que más cerca estuvieron de ellos rememoran aquellas noches

Andrea Nogueira Calvar
“Señor Sánchez, las puntitas”. Es lo que decía el pequeño Gino Pérez a su peluquero para emular el 'look' de los Beatles.
“Señor Sánchez, las puntitas”. Es lo que decía el pequeño Gino Pérez a su peluquero para emular el 'look' de los Beatles.Caterina Barjau

A media tarde del 2 de julio de 1965 aterrizó en España un avión con los Beatles a bordo. John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr pisaron Barajas a las 17.40. Lennon saludó tocado con su icónica gorra estilo baker boy mientras la banda descendía por la escalerilla. Todos, menos Paul McCartney, llevaban gafas de sol. La actriz Marta Fernández Muro era entonces una quinceañera que esperaba a sus ídolos entre la concurrencia. “Fui con amigas del colegio y corríamos de un lado para otro intentando verlos”. No era fácil. La policía franquista, los grises, impedían que los seguidores se acercasen a ellos. “Fue un fenómeno curioso de ver”, recuerda la actriz. “Y que vinieran, algo maravilloso”.

El movimiento estudiantil empezaba a entrar en ebullición. Manuel Fraga estaba al frente del Ministerio de Información y Turismo. El dictador Franco impedía al papa Pablo VI peregrinar a Santiago de Compostela –era año santo– por considerarle incómodo para su mandato. Así latía España hace justo medio siglo. En el estricto estilo de vida impuesto por el régimen franquista se abrió una fisura. Cuatro “melenudos” británicos, como los describió la prensa, llegaron a España para revolucionar el panorama. El cuarteto de Liverpool contentó a sus seguidores españoles con dos conciertos, uno en Madrid y otro en Barcelona. Los únicos que darían en España. Para aquellos que compartieron un momento con el grupo –en los conciertos, en los hoteles, en el avión…– el tiempo no ha difuminado sus emociones. Medio siglo después, recuerdan aquel hito en sus vidas que supuso también un punto de inflexión para el país más allá de lo musical.

“A Ringo un agente le tomó por un admirador más (la forma de vestir no distinguía a Ringo de sus fans, y los pelos tampoco)”, recogió el célebre periodista musical Joaquín Luqui en su libro 3, 2 o 1… como anécdota del desem­barco. “Le propinó un empujón de aúpa…, y menos mal que un sargento se dio cuenta del traspiés y trató de corregirlo como pudo. Seguro que ese sargento habría estado días enteros aprendiéndose de memoria, por fotografía, la cara de los cuatro”. La imagen de los Beatles como chicos rebeldes ya era conocida en España. Justo por este motivo conseguir que pisaran suelo español no fue fácil. Francisco Bermúdez, agente artístico, tuvo que lidiar con el Gobierno para que se lo permitiera. “Paco contrató escenarios y carteles sin tener todavía permiso para los conciertos”, confiesa José Luis Álvarez, entonces director de la revista musical Fonorama. Álvarez recuerda con sorna lo que Bermúdez argumentó ante el ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega: “Le dijo que eran caballeros de la Orden del Imperio Británico, que cómo iban a entender que aquí se les negase la entrada…”. Por su carcajada continua y la manera con la que el ansia atropella sus palabras, resulta fácil adivinar en los 75 años de este periodista al joven melómano que fue hace medio siglo.

El concierto había comenzado a fraguarse dos meses antes. Estando José Luis Álvarez en la Feria de Abril de Sevilla se enteró de que el representante de los Beatles, Brian Epstein, se encontraba en la misma ciudad. “Empecé a llamar a todos los hoteles hasta que di con él y se puso al teléfono. Me dijo que mi revista era estupenda y yo pensé que se estaba confundiendo de persona”. El periodista se atrevió a preguntarle si el grupo vendría a España. “Dijo tajantemente que no. En Reino Unido vendían 900.000 copias; en España, apenas 3.500. Le contesté que aquí había registrados 1.500 tocadiscos, así que 2.000 personas lo habían comprado sin poder oírlo. Epstein era un hombre de números, eso debió de convencerle”.

Rosi Tasso fue a ver a los Beatles en directo embarazada de seis meses de su hijo, quien le acompaña en la imagen. “Es probable que fuese la única loca que iba a ver a unos melenudos que ocasionarían, según el Gobierno de Franco, un revuelo”.
Rosi Tasso fue a ver a los Beatles en directo embarazada de seis meses de su hijo, quien le acompaña en la imagen. “Es probable que fuese la única loca que iba a ver a unos melenudos que ocasionarían, según el Gobierno de Franco, un revuelo”.Caterina Barjau

Del avión al hotel. En Madrid, al Fénix; hoy apostillado Gran Meliá. En Barcelona, al Avenida Palace. En 1989, el Fénix fue reformado casi por completo, pero aún se conservan las habitaciones en las que descansaron los ilustres huéspedes. Se distinguen porque llevan el nombre del beatle al que acogieron en cada puerta. Una placa dorada certifica que la hoy 426 es la suite John. Desde su interior sigue viéndose a la estatua de Colón apuntar hacia la fuente de Cibeles. La seriedad de las habitaciones contrasta con la decoración temática de la suite que ocuparon al día siguiente en Barcelona, donde la más que reconocible imagen del cuarteto sobre un paso de cebra corona la cama. En la conferencia de prensa que dieron en ambos hoteles los periodistas les hicieron preguntas como “¿les gusta España?” o “¿con qué frecuencia se cortan el pelo?”. Álvarez se avergüenza al recordarlas: “Eran unas cosas tan absurdas…”. La prensa tomó aquellos peinados como objeto de burla. Álvarez acudió a la comparecencia de Madrid y se interesó por el encuentro que habían tenido con Elvis Presley. Esto le abrió literalmente la puerta de la habitación del grupo. Fue el único reportero que consiguió entrevistarlos en privado. Se coló en el hotel junto al fotógrafo Francisco Barahona, llamaron a la planta y un “matón” abrió. “Paul dijo: ‘Que entren, que entren’. Pasamos y Harrison se acordaba de que había preguntado cosas con coherencia”.

McCartney, Starr y Harrison estaban en la habitación junto a un tocadiscos. “Empezamos a hablar de música y yo les enseñé un ejemplar de la revista Fonorama, donde aparecía una caricatura de ellos y comenzaron a reírse mucho”, prosigue Álvarez. Las carcajadas debieron despertar a Lennon en el dormitorio separado que había dentro de la suite, porque “apareció con cara de sueño”. Hablaron, sobre todo, de música. El fotógrafo propuso hacer una foto todos juntos. “Recuerdo que había una mesa que molestaba para la imagen y Lennon le dio una patada para apartarla”.

Pero quien atesora un reportaje fotográfico exclusivo es la periodista Juana Biarnés. “Me estaba incorporando a un mundo de hombres y sentía que debía demostrar el doble”. Así que decidió comprarse un billete para Barcelona en el mismo vuelo que el grupo. Cuando ya habían despegado, se metió en el lavabo, montó la cámara que llevaba en el bolso y disparó hacia la cola del avión, donde estaban sentados. “Ellos ni se esperaban que fuera fotógrafa, porque era una mujer”. Al rato la descubrió uno de los guardaespaldas, pero ella ya tenía sus fotos. Aun así, se atrevió a tirar algunas más cuando ya habían aterrizado. “Mi padre, que fue mi maestro, me enseñó que podía hacer muchas fotos pero que la foto tenía que estar. Y ya que estaba en Barcelona…”. Se encaminó decidida al Avenida Palace.

Un rato antes habían llegado ya los Beatles. Allí los esperaba Carlos Rojas, entonces jefe de recepción. Tenía 25 años. Asegura que la llegada fue “muy discreta” y que no manifestaron ninguna exigencia. “Para mí, una entrada más, el paje les acompañó a la habitación”. El botones se llama Joan Tejedor: “Eran simpáticos y traían unas monteras que les habían regalado”, recuerda hoy. Con esos mismos tocados actuarían después en la plaza de toros de la Monumental. Tejedor cargó sus bolsas y los acompañó junto a Joan Gaspart. El hoy presidente del consorcio Turisme de Barcelona, expresidente del FC Barcelona, era hijo del dueño del hotel. “El señor Gaspar tuvo que dejarle un pantalón a uno de ellos, creo que a Lennon, porque los traían muy arrugados”.

José Luis Álvarez se coló en el hotel para entrevistarlos. Un “matón” abrió la puerta de la habitación. “Paul dijo: ‘Que entren, que entren…”

La fotógrafa Biarnés llegó al hotel unas horas antes del concierto. “Pregunté en recepción en qué planta estaban y me dijeron que no podría salir del ascensor porque había matones”. Biarnés salió a la planta que tenían reservada desde el montacargas y llamó a la puerta. “Se acordaban de que era la del avión, les dije que solo quería hacer unas fotos y aceptaron. Debieron pensar que era una fan”. Biarnés pasó tres horas con ellos, retratándolos mientras hablaban de flamenco, de guitarras y de España. “Había mucha camaradería entre ellos, eran unos chicos muy relajados”.

Aunque la entrada al Palace Avenida había sido tranquila, “el problema vino después”, recuerda el entonces botones Joan Tejedor. Los curiosos ya colapsaban la salida principal y la banda debía partir hacia la Monumental. Tuvo que guiarlos por las tripas del hotel y sacarlos por la puerta de atrás.

Ambos conciertos, Madrid y Barcelona, tuvieron la misma estructura: una ristra de bandas los precedieron y luego los Beatles enloquecieron al público con el mismo repertorio. Ni un solo bis. Pero el alma de la actuación fue diferente. En la plaza de toros de Las Ventas, el poco público convirtió el show casi en un teatrillo. “No había mucha gente, pero sí mucho entusiasmo”, puntualiza José Barranco, miembro de la banda Los Pekenikes, teloneros aquella noche. No es de extrañar, pocos podían pagar una entrada. El precio oscilaba entre las 75 y las 450 pesetas. Un dineral para la época. Barranco se sintió igualmente afortunado de poder tocar. Cuando terminaron su actuación se esperó en la escalera que conducía al escenario a que desfilaran los ídolos. “Los habían metido en la enfermería porque en Las Ventas no había camerinos. Entonces salió Paul McCartney, me señaló y les dijo a los otros: ‘Mira, un niño con barba, y todos se rieron”. Barranco no se afeita desde 1964.

En la Monumental de Barcelona, el concierto fue mucho más multitudinario. Gino Pérez tenía 14 años aquel 1965. Le pidió permiso y el dinero a su padre y compró una entrada. “Ochenta pesetas era dinero entonces, pero fue memorable”. Con cada detalle que relata repite una frase: “Es como si lo estuviera viendo ahora”. Al llegar al recinto, “los grises estaban pegando palos y me caí al suelo”.

Juana Biarnés. Periodista gráfica, en 1965 consiguió un reportaje gráfico en exclusiva del cuarteto de Liverpool.
Juana Biarnés. Periodista gráfica, en 1965 consiguió un reportaje gráfico en exclusiva del cuarteto de Liverpool.Caterina Barjau

Allí estuvo también Eduardo Lluch, con solo 11 años. “Mi tío le había regalado un disco de los Beatles a mi padre unos años antes y ahí empecé mi colección”. En la mente de Lluch los recuerdos se ven “en blanco y negro” y describe el ambiente como “agradable”. Él no tuvo problemas para entrar, pero Gino Pérez sí debió correr para que la policía no le dejara sin ver a sus ídolos: “Me incorporé y ya había perdido a mis amigos, así que corrí”. Antes de entrar en la Monumental, advierte que vio una de las imágenes más impactantes de su vida: “Un montón de jóvenes habían subido un seiscientos a la acera y sobre él estaban montando otro para poder subirse, saltar el muro y colarse”.

Los teloneros de aquel concierto fueron los Sirex y su cantante, Leslie, lo recuerda así: “Levantamos al público del asiento”. Cerraron la primera parte y estaban exhaustos. “Salimos a descansar y entonces, Paul McCartney, que venía del lavabo, preguntó que si estaba cansado y yo le dije en mi inglés: ‘In five minutes, you also” (algo así como “en cinco minutos, tú también”). Tras un desfile de teloneros, la voz del presentador Torrebruno saltó al ruedo: “¡Y ahora sí, ha llegado el momento, bienvenidos, amigas y amigos, aquí están por primera vez en España los fantásticos, los únicos, los Beatles!”. Las notas de Twist and Shout comenzaron a sonar sin ensayos previos. Ambas plazas de toros no habían presenciado nunca tanto movimiento de cabeza. Gino Pérez escuchó la voz lejana mientras buscaba un hueco entre el público. Lluch ya estaba de frente al escenario, “arriba a la derecha”. Rosi Tasso, otra fan, esperaba acompañada de su marido y de una barriga de seis meses. Ella bromea con la idea de que “es más que probable que fuese la única loca que en esas condiciones iba a ver a unos melenudos que ocasionarían (según el Gobierno de Franco) un revuelo”.

El vocalista de los Sirex guarda una imagen del principio del concierto: “A John se le cayó la armónica al suelo, Paul se la recogió y se la puso. Vi muy buen rollo en el escenario. Fue una noche que nos repercute todavía hoy”. Lo dice porque el grupo volverá a tocar en la Monumental de Barcelona el próximo 3 de julio para conmemorar la visita de los británicos. Precederá a los Bootleg Beatles, la única formación de imitadores que cuenta con el visto bueno de McCartney y Starr. La banda británica dará dos conciertos en Madrid y Barcelona con los teloneros de entonces y los temas de siempre.

Cuando Tasso rememora aquel día, confiesa que se sintió “por fin europea”: “Ya no solo veíamos folclóricas y flamenco”. Pero por unos minutos se arrepintió de haber asistido. Cuando finalizó el concierto, la gente salía tranquilamente. “Pero la policía cargó sobre nosotros”. Tasso se metió en el hueco de un árbol intentando proteger su barriga de los golpes mientras su marido la cubría. “Por un momento pensé: ‘¿Dónde te has metido?, ¿por qué has venido?, vas a perder a tu hijo”. Sintió pánico, pero aquello pasó. Hoy se enorgullece de decir que ella estuvo allí y de que aquel hijo sea un seguidor tan apasionado del cuarteto de Liverpool.

Gino Pérez fue al hotel de Barcelona para intentar verlos tras la actuación. Consiguió acercarse hasta que un portero le paró. “Le dije que mi padre era periodista y que estaba dentro. Casi cuela”. Pero le echaron. Guarda toda la prensa del día siguiente y la entrada plastificada. Y fotos, discos, parafernalia… Un auténtico santuario de su grupo favorito. Pérez hizo amigos durante el concierto con los que años después montó una revista musical y con los que sigue en contacto. Lluch tuvo la suerte de volver a encontrarse con McCartney en dos ocasiones más. “Fui al aeropuerto de Barcelona y salió en limusina. Sacó la mano por la ventanilla y dijo que me acercara: ‘Supongo que te hará ilusión conocerme”. En 2008, también pudo estar cerca de Ringo Starr en Liverpool. “Cada agosto iba a tocar con mi banda y aquel año lo volví a ver”. Un momento único. “Pude ver en persona a los más grandes”, concluye Tasso. “Era feliz”.

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Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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