Vanesa Lorenzo: "Nunca he ido con resaca al trabajo"
La modelo, diseñadora y pareja del exfutbolista Carles Puyol está en continua transición. No tener las cosas claras es el único modo de evolucionar
Cuando Vanesa Lorenzo (Barcelona, 1977) habla, se la escucha. Parece una muestra básica de respeto, pero no hay muchas modelos que se crean con el derecho a opinar durante una sesión fotográfica. Y muchas menos que tengan realmente algo que decir. “Debes tener los ojos muy cerrados para no pillar algo”, suelta ella, quitándose importancia. Aunque, pocos segundos después, como si recordara algunos ejemplos, añade: “Bueno, es verdad que hay gente a la que le pasan las cosas por delante y no las ve”. La curiosidad natural de Vanesa, en cambio, la llevaba en muchas ocasiones a quedarse al término de una sesión fotográfica a ver cómo los fotógrafos, directores de arte, estilistas y demás profesionales seguían con su trabajo. “Me acercaba y les preguntaba: ‘¿Os importa que me quede a mirar?”.
Sin duda, mostrar interés por el propio trabajo, por la industria, ha hecho que la barcelonesa no sólo haya disfrutado de una larga y exitosa carrera –ha sido imagen y desfilado para todas las grandes marcas, desde Yves Saint Laurent hasta Giorgio Armani, Pepe Jeans o Gap, además de aparecer en la ya legendaria edición de bañadores de la revista Sports Illustrated–, sino que, además, se anime a afirmar que, con 38 años, se siente en su mejor momento. Las razones son absolutamente personales: “Disfruto el trabajo de modelo mucho más ahora que antes, porque lo entiendo más. Y porque, como mujer, me siento mejor. La edad también te da un peso, te conoces bien. Está claro que esta profesión tiene una caducidad, pero está muy bien que ese día no llegue todavía. Las marcas necesitan también mujeres, no sólo niñas”.
Pero la experiencia sola no sirve para explicar por qué su visión de la industria de la moda tiene algo de refrescante y también de desmitificadora. Tras más de 20 años trabajando como modelo –casi 30, si tenemos en cuenta los anuncios que hizo siendo sólo una niña–, es evidente que Vanesa Lorenzo ha reflexionado mucho acerca del oficio de maniquí. Eso supone relativizar ciertas cosas y hasta adoptar una aproximación honesta y crítica. “Ser modelo no es un trabajo, es un regalo. Realmente, en esta profesión no entiendes el valor del trabajo. Para mí, quien diga lo contrario se equivoca enormemente. No tienes el baremo de la realidad, de lo que cuestan de verdad las cosas”, apunta.
Estoy en constante transición. No acabo de llegar a ninguna meta. Pero estando perdida me encuentro bien"
En una concatenación lógica que no siempre se produce en estos días, de pensar el oficio se desprende una ética de trabajo que dista mucho de los tópicos, a menudo confirmados, de las supermodelos como estrellas del pop: “Nunca he llegado tarde a un trabajo. Nunca he aparecido con resaca. Te están pagando por tener un físico estupendo, así que es normal que te cuides. He trabajado con chicas que han llegado en unas condiciones que ya les valía. Yo intento hacer siempre lo que me piden. Y si lo que me piden es reírme a carcajadas aunque no salga la más guapa del mundo, me da igual. Soy una herramienta a la que pagan para vender un producto”, argumenta, sincera.
Seguramente, es en parte esa actitud pragmática la que hizo que, cuando se fue de casa con 20 años para instalarse en París, lo pasara fatal. “A mí esa ciudad no me gustó nada. Es bellísima, pero yo la veía feísima”, confiesa. “Es maravillosa y allí hice trabajos estupendos, pero a mí me trató muy mal. Las sesiones de fotos se alargaban hasta las doce de la noche. En Nueva York, en cambio, siempre me sentí bien. Iba más con mi carácter. Los americanos son prácticos y abiertos”, resume.
Te están pagando por tener un físico estupendo, así que es normal que te cuides. He trabajado con chicas que han llegado en unas condiciones que ya les valía"
Otro buen ejemplo de la singularidad de Vanesa Lorenzo fue su decisión de formarse como diseñadora. No hacerse diseñadora, arrimarse a una marca por su cara bonita o usar su nombre como único aval, sino formarse de manera reglada, asistiendo a clases con compañeros en ocasiones diez años menores que ella, estudiando y haciendo exámenes hasta sacarse el título. Evidentemente, ser una estudiante aplicada le obligó a renunciar a buena parte de sus trabajos como modelo, limitándose a aceptar solamente encargos de determinados clientes que no quería perder. Algo que no todo el mundo entendió en su momento. “Fue una decisión que tomé en contra de mis agencias. Porque al final para ellas era dejar de facturar durante un tiempo. Pero yo lo tenía clarísimo”, explica. “Y no me arrepiento de nada. Durante el primer año, los compañeros sí que me miraban un poco raro, como preguntándose: ‘¿Qué hace esta aquí?’. Pero cuando vieron que iba en serio, me convertí en una más”, añade.
Crear ropa es para ella una prolongación de esa curiosidad innata que ha mostrado desde siempre por todo el proceso de la industria, y supone, además, una vía de expresión a nuevas inquietudes: “Con el diseño tengo la oportunidad de desarrollarme y expresarme a otros niveles. Porque a mí me emociona un color, una forma, un tejido... No sólo el diseño de moda, sino la estética, en general: me fascinan. Diseñar me permite desarrollar mi faceta creativa y no sólo ser una herramienta dentro del proceso. Ahora soy yo quien escoge y decide con quién trabajar”.
De momento, Lorenzo ha sacado ya seis colecciones de mujer, a la venta en su página web y en tiendas escogidas. Ella define su estilo como ecléctico y ajeno a las tendencias: “Entiendo que seguir las tendencias puede ser muy divertido, pero personalmente me aburren un poco. Me puede gustar la cosa más austera y minimalista y la más barroca y excéntrica. Me apunto a un bombardeo”, explica. “Estuve a punto de empezar con una colección para hombre, porque me encanta la ropa masculina. Además, muchos chicos compran mis prendas ya que el patronaje es muy masculino y más bien oversize. Así que si tienes una talla chiquitita, te sientan bien”, señala.
Esa es, ella misma lo ha dicho, la parte creativa, pero sacar adelante una marca propia implica arremangarse en otras facetas que, al menos para ella, resultan menos gratificantes: “Me he equivocado en muchas cosas a nivel empresarial, muchas. Y me han costado bastante dinero. Pero la vida es eso. Equivocarse, rectificar y aprender. Es verdad que se trata de dos aspectos que involucran partes completamente diferentes: cuando empiezas a tener los números muy presentes, eso te corta mucho las alas creativamente”. En cualquier caso, se diría que la firmeza que mostró en seguir el camino más largo y trabajoso para arrancar su carrera como diseñadora –compaginándola con la de modelo y su relativamente reciente maternidad– puede hacernos pensar que Vanesa tiene un plan maestro con unas metas muy definidas para conquistar el inabarcable mundo de la moda desde dentro. ¿Es así? “No te creas. La intención era explorar a través de la formación qué quería hacer. No soy una persona con objetivos claros. Cuando empecé a estudiar no tenía ni idea de que acabaría lanzando mi propia marca. Me cuesta mucho decidirme, porque me gustan muchas cosas”, comenta.
Me he equivocado en muchas cosas a nivel empresarial, muchas. Y me han costado bastante dinero. Pero la vida es eso. Equivocarse, rectificar y aprender”
Es un caso claro de saturación de posibilidades. Cuanta más información dispones y más intereses eres capaz de desarrollar, más difícil es seguir un camino pautado. Poniéndonos solemnes, podríamos decir que es el precio de la libertad. “Es vital disponer de libertad para que cada uno pueda realmente explorar lo que quiera hacer y lo que quiere ser. Pero eso es mucho más difícil de gestionar”, reflexiona.
La modelo reconoce que se encuentra en un momento de transición, que además coincide con el de su pareja y padre de la pequeña Manuela –de un año y medio–, el (¿ex?) futbolista del Barça Carles Puyol (Lleida, 37 años). Juntos deben tomar esa clase de decisiones vitales que a la mayoría nos atenazan. Ella debe decidir cuál es el siguiente paso que debe dar con su marca de ropa, y él cómo y dónde continuar con su carrera, ya sea en los campos de fútbol o en los despachos. De momento, Vanesa piensa en darle pronto un hermano a Manuela y no descarta ninguna posibilidad: “Estoy en constante transición. No acabo de llegar a ninguna meta. Pero estando perdida me encuentro bien. En esa búsqueda permanente, e inclusso sin tener un objetivo claro, sí que tengo muchas cosas claras. Sé cómo quiero ejecutar las cosas. ¿El qué? Pueden ser mil posibilidades”.
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