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Saint Laurent sube los decibelios en París

El diseñador Hedi Slimane presenta una colección seductora y llena de energía

Carmen Mañana
Desfile de Saint Laurent en la semana de la moda de París.
Desfile de Saint Laurent en la semana de la moda de París.Cordon Press

Hedi Slimane dejó con la boca abierta a unos y se la cerró definitivamente a otros con su colección otoño/invierno para Saint Laurent. El diseñador protagoniza desde hace años uno de los debates más encendidos –y también estériles- del mundo de la moda. Por un lado, se encuentran los que consideran que su trabajo es una interpretación demasiado literal y comercial de las distintas escenas musicales que se han sucedido en la última mitad del siglo XX. Una aportación perfectamente prescindible a la historia de la moda. Por otro, aquellos que defiende su talento para dictar tendencias y el hecho de que solo responda ante la calle.

Una de las propuestas de Saint Laurent para la temporada otoño/invierno.
Una de las propuestas de Saint Laurent para la temporada otoño/invierno.Thierry Chesnot (Getty Images)

François-Henri Pinault, presidente de Kering, el conglomerado del lujo al que pertenece Saint Laurent, aportó dos datos a la discusión el pasado febrero. Bajo la dirección de Slimane, la firma aumentó sus beneficios un 28,5% y duplicó su facturación hasta los 707 millones de euros, según recoge la publicación especializada Women's Wear Daily. Este lunes, el creador ayudó a decantar la balanza con una colección que podía resultar interesante para un público muy amplio y también desde el punto de vista creativo.

Slimane tuvo la cortesía de no recurrir a los manidos años setenta como referente sino a la década de los ochenta. Sobre su pasarela: microminifaldas, pantalones de cuero recorridos por cremalleras horizontales, vestidos de lúrex ajustadísimos en los que la espalda bajaba hasta donde subía la apertura de la falda, cazadoras perfecto en versión chaqué, medias rotas, cancanes. Mención especial merecen sus sandalias y botines con cadenas, y los trajes de corbata fina y pantalones ajustados.

Hace dos años Slimane apostó por las camisas de leñador y el grunge volvió a dejar ver su rostro nihilista en las grandes cadenas textiles. Así que no hace falta bola de cristal para pronosticar que el próximo otoño las estilistas del mundo recuperarán las americanas largas de solapa fina como las que el francés empleó para cubrir los vestidos inspirados en la Madonna de Like a Virgin. Tampoco para saber que la foto que ocupará portadas analógicas y digitales será la de la modelo que, embutida en un vestido de un escote-precipicio, terminó el desfile con un pecho fuera. Nosotros ladramos, el cabalga. Cada vez más lejos.

Cara Delevingne y Kendall Jenner (de frente), sentadas en el 'bistró' organizado por Chanel.
Cara Delevingne y Kendall Jenner (de frente), sentadas en el 'bistró' organizado por Chanel.CORDON PRESS

La presentación de Slimane estuvo llena de energía más allá de la ropa. La pasarela, convertida literalmente en escenario, subía y bajaba para dejar ver un impresionante equipo de música. Pero por mucha fuerza que el francés sea capaz de trasladar en directo, nadie puede superar a Karl Lagerfeld en lo que a puestas en escena se refiere.

Después de mostrar sus pasadas colecciones en un supermercado y mediante una manifestación, el director creativo de Chanel decidió recrear un típico bistró francés con sus mesas, sus camareros y su rincón de la prensa (International Herald Tribune y Le Monde). Una auténtica superproducción donde nada era de atrezo. Incluso las máquinas de moler café funcionaban y gracias a ello los invitados pudieron tomar expresos, zumos, huevos pasados por agua y hasta champán (la cita fue a las diez y media de la mañana). Todo este costoso despliegue para poco más de diez minutos de desfile. Pero resulta fácil adivinar que la repercusión de este tipo de shows fuera de los medios especializados y el refuerzo de la imagen de marca compensan con creces la inversión.

Entre la barra y los reservados de la pasarela pudieron verse faldas que emulaban a los delantales largos que los camareros se anudan a la cintura. Lagerfeld las propone sobre leggins (la abertura trasera es demasiado generosa) y en una gran variedad de materiales que van del tweed clásico de los trajes de Chanel hasta las lentejuelas. Las parkas también aparecen cubiertas de incrustaciones y las chaquetas acolchadas se combinan con faldas guateadas elaboradas en tejidos tecnológicos. En la larga colección de la casa francesa hubo también lugar para las faldas de plumas y las vaporosas piezas de gasa. Destaca el trabajo casi papirofléxico de las mangas y una suerte de mochilas de lana, perfectas para ir en bicicleta, y que el alemán ha diseñado con una única finalidad: transportar el periódico de papel.

Ben Stiller y Owen Wilson cerraron el final de la pasarela de Valentino.
Ben Stiller y Owen Wilson cerraron el final de la pasarela de Valentino.Dominique Charriau (WireImage)

Desgraciadamente para Lagerfeld y sus gestores financieros, Valentino consiguió el mayor golpe de efecto de la jornada y puede que de la semana de la moda de Paris. Ben Stiller y Owen Wilson cerraron su desfile. O para ser exactos, quienes lo hicieron fueron Derek Zoolander y Hansel, los modelos a los que dan vida en la película Zoolander y cuya secuela están rodando. La sorpresa fue tal que logró poner a la platea entera en pie. La industria de la moda entregada a los actores que mejor y más hilarantemente han sabido parodiarla.

Una de las propuestas de los diseñadores Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli para Valentino
Una de las propuestas de los diseñadores Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli para ValentinoAntonio de Moraes Barros Filho (WireImage)

Antes de que los invitados se quedasen congelados por la mirada acero azul de Stiller, Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli mostraron una colección que buscaba ser poderosa y delicada al tiempo. Para ello, los directores creativos de Valentino se inspiraron en dos mujeres que fueron musas y artistas al mismo tiempo: Emilie Louise Flöge, compañera de Gustav Klimt y modista; y Celia Britwell, a la que David Hockney retrató en múltiples ocasiones y que fue a su vez pintora y diseñadora.

De estos referentes surgen una serie de interesantes vestidos ilustrados con figuras geométricas en blanco y negro. La silueta fluida y el corte imperio se repiten a lo largo de túnicas de aspecto monacal, vestidos con troquelados rematados en cuentas brillantes, y piezas en plumetti con volantes plisados. También hubo gruesos jerséis sobre faldas de encaje y chaquetas tipo perfecto en versión capa. Un desfile profundo con una guinda tan mediática que no solo consiguió robarle protagonismo a la competencia, sino a Valentino mismo.

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