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Reportaje:BELLEZA

La herencia de Valentino

Eugenia de la Torriente

Tres años atrás, la casa Valentino engrosaba las listas de firmas en conflicto. Hoy, en cambio, ha pasado a los casos de estudio sobre cómo insuflar aliento contemporáneo a la herencia tradicional. Cuando el carismático Valentino Garavani se retiró en 2008 no parecía fácil que su estética de impecable elegancia se sacudiera la pátina caduca y consiguiera convencer a las hijas de las tradicionales clientas.

Garavani (Voghera, 1932) dejó su firma tras extravagantes celebraciones en Roma de su 45º aniversario en la moda y se despidió con una última colección de alta costura en París acompañada de abundantes lágrimas. Fuera una decisión voluntaria o no, resultaba evidente que su partida no auguraba una transición tranquila. Alessandra Facchinetti, quien ya había fracasado en el intento de suceder a Tom Ford en Gucci, fue elegida para la complicada tarea. Duró poco más de un año y entregó dos colecciones de prêt-à-porter y una de alta costura. Toparon con el desdén de Valentino y su eterno socio, Giancarlo Giammetti, y no lograron reactivar las ventas.

"Ahora que el ángulo está claro podemos declinar nuestro discurso en un perfume", apuntan los diseñadores
"No concebimosla moda como unasucesión de tendencias, sino como un estilo", dice Pier Paolo Piccioli

Al día siguiente de una amarga presentación en octubre de 2008 en París, la casa anunció el reemplazo de Facchinetti. Tal como le había sucedido en Gucci, se vio sustituida por el responsable de los accesorios. Dos, en este caso. Maria Grazia Chiuri y Pier Paolo Piccioli habían pasado 10 años junto a Valentino y su elección fue públicamente aplaudida por el italiano. "Son profesionales serios y capacitados", afirmó en un comunicado. "Han demostrado un gran respeto por mi trabajo y disponen de un archivo con miles de vestidos de los que sacar la inspiración para crear un producto relevante hoy. Es una lástima que su predecesora no sintiera esa necesidad". A pocos les sorprendió, por tanto, que su primera colección fuera una respetuosa y convencional compilación del discurso de Garavani.

Il Maestro estaba contento, pero la excesiva reverencia no era lo que la empresa necesitaba. Una fantasía fluorescente con préstamos de Avatar y otra de oscuro erotismo hicieron las veces de acto de rebeldía. Esos bandazos sirvieron para que Chiuri y Piccioli encontraran finalmente su propia voz dentro del universo de Valentino. Bellas, frágiles y etéreas, sus colecciones han conseguido alejar a la firma de las aguas agitadas y conducirla a un lugar más plácido. Un puerto desde el que la compañía pudo plantearse nuevas metas. Eliminó todos sus productos cosméticos anteriores y buscó un nuevo socio para ese negocio. Acudió a Puig. Para el grupo catalán -que produce las fragancias de Carolina Herrera, Nina Ricci, Prada o Paco Rabanne- significaba una oportunidad de operar en el prestigioso segmento en el que se mueven los perfumes de las casas que todavía producen alta costura.

El primer fruto de esta alianza ve la luz este otoño y tiene nombre de mujer. Se llama Valentina. Durante su presentación en Roma, en la misma oficina que solía ocupar Valentino, Chiuri y Piccioli reflexionaban sobre el camino recorrido. "Al principio fue difícil", admite ella. "Esta es una gran oportunidad, pero también una enorme responsabilidad. Hemos trabajado para encontrar el balance entre la herencia y nuestra visión. Ahora hemos logrado entender qué nos gusta, qué creemos que es coherente... Finalmente, estamos en un buen momento". "Debíamos encontrar nuestro propio equilibrio", tercia él. "No concebimos la moda como una sucesión de tendencias, sino como un estilo. Para encontrar tu voz tienes que probarte a ti mismo y dar pasos en varias direcciones".

Chiuri y Piccioli, que antes de Valentino estuvieron en Fendi, conocen bien el negocio. Representan un modelo de director creativo que llega al cargo maduro, tras años de experiencia en la sombra a la manera de Peter Copping en Nina Ricci o de Sarah Burton en McQueen. "Hemos pasado 20 años en la trastienda de la industria", analiza Chiuri. "Pero cuando te conviertes en director creativo tienes que mostrar algo de ti mismo. Es un trabajo nuevo. Al principio era raro para nosotros".

¿Les preocupaba que les pudieran echar rápidamente si los resultados no acompañaban, como ha sucedido en otras casas y también con su antecesora?

María Grazia Chiuri: "En esta profesión siempre tienes que pensar en el negocio...".

Pier Paolo Piccioli: "Nuestra obligación es hacer algo que sea comprensible. Es nuestro objetivo que las mujeres quieran ponerse ropa de Valentino. No queremos hablar un lenguaje solo para el mundo de la moda. Nuestro trabajo son las mujeres. Las mujeres quieren estar guapas y es nuestro objetivo ayudarlas. No es una presión externa".

No tenían experiencia en la alta costura, ¿cómo se enfrentaron a ese cometido?

MGC: "Al principio, no imaginé que me gustaría tanto. Ahora es la línea que más me interesa. Realmente, puedes soñar como diseñador. Puedes hacer lo que quieras y eso es muy excitante".

PPP: "Para mí es la forma más moderna de vestirse. Un símbolo de lo singular, lo individual y lo excepcional. Trabajas con artesanas excepcionales que utilizan técnicas tradicionales para crear algo innovador. Sientes la pasión de la persona que trabaja contigo. Y hoy es más importante soñar que nunca".

Esas costureras llevaban décadas con Valentino y sentían devoción por él. Una de ellas explica en el libro Valentino, una gran historia italiana que le demostró su amor, puntada a puntada, durante 35 años. ¿Cómo les recibieron?

PPP: "Desde luego, tienes que conquistar su amor y ganarte su respeto. Es una relación que se construye por las dos partes".

MGC: "Al final de cada colección hacemos un álbum que documenta el proceso. Puede que las fotos estén tomadas con un móvil, no importa la calidad, es una descripción del camino que hemos recorrido juntos para crear una colección de alta costura".

¿Y cómo es la relación con Valentino?

PPP: "De respeto. Fuimos muy honestos con él y aprecia nuestro conocimiento y cuidado a la herencia que nos legó. Pero eso no está reñido con la necesidad de innovar y aportar algo diferente".

MG: "Conocemos muy bien a Valentino y su trabajo. ¡Estuvimos 10 años con él! Podemos imaginar lo que pensaría. Aprendimos muchísimo de él. Y también de Giammetti. Aunque no eres consciente en el momento... Eso lo aprecias después".

Aquí aparecen las risas. Cualquiera que haya visto la película Valentino, el último emperador puede hacerse una idea de que aprender al lado de Giammetti y Valentino no tuvo que ser siempre fácil. Pero, entre otras cosas, eso les ha dejado la soltura en el manejo del vocabulario de la firma, fundada en 1960. A pesar del deseo expreso de Valentino, acuden poco al archivo. Prefieren trabajar de memoria y evitar réplicas demasiado literales.

La primera vez que Chiuri y Piccioli conocieron a Valentino, este les habló en inglés. El pelo corto y oxigenado de ella y su maquillaje gótico le hicieron pensar que debían de ser unos británicos modernos. A su lado, los italianos refinaron su estética porque a Valentino le gusta que la gente haga el esfuerzo de arreglarse. Desde que de niño veía películas en el cine de Voghera, ansía rodearse de belleza y pulcritud. Aun así, sus ayudantes mantuvieron latente un gusto por lo oscuro que ahora subyace. Se nota en la forma en que el negro se recorta sobre cuerpos falsamente desnudos o en el descaro de su primer perfume. "El trabajo de Valentino era un estudio de la perfección de la belleza. El nuestro, no", defiende Piccioli. "A nosotros nos interesa algo más individual, más imperfecto". "Las mujeres han cambiado", apunta ella. "Quieren expresar su complejidad y personalidad de otra forma".

Acaso conscientes de que sus primeros trabajos encontrarían ciertas reservas por tratarse de especialistas en accesorios, Chiuri y Piccioli mostraron muy pocos de estos al principio. Aun así, consiguieron que unas sandalias con tachuelas -que combinan dulzura y rebeldía- se convirtieran en un éxito en otoño de 2010. Ellos, obviamente, esgrimen otros argumentos para explicar la escasez de complementos en sus primeros desfiles. "Cuando nos eligieron teníamos que describir una nueva mujer Valentino. El desfile es un momento para mostrar una visión, no un catálogo de productos. Ahora que el nuevo ángulo está claro podemos ir añadiendo elementos cada temporada y declinar nuestro discurso en un perfume o en una prenda. Equilibrio entre la fragilidad y la fortaleza. Ese es nuestro mensaje". P

Los diseñadores de Valentino, Maria Grazia Chiuri y Pier Paolo Piccioli.
Los diseñadores de Valentino, Maria Grazia Chiuri y Pier Paolo Piccioli.
Vestido sobre maniquí en el 'atelier' Valentino.
Vestido sobre maniquí en el 'atelier' Valentino.

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